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La otra víctima
ОглавлениеEn un pueblecillo inglés que se llama Kent un picapedrero estaba nadando tranquilamente. Se disponía ya a volver a la playa cuando vio a una señorita cerca de sus ropas. ¿Cómo presentarse desnudo ante ella? El picapedrero, aterrado ante esta idea tan schocking, volvió a zambullirse y se ahogó con una perfecta convicción.
Ese picapedrero era, decididamente, un hombre muy modesto. Debía tener una idea muy poco halagüeña de sí mismo. Yo conozco historias de santos que no revelan un mayor sentimiento de humildad cristiana.
¡Lástima que los periódicos no publiquen el nombre del picapedrero de Kent para esculpirlo, con su propio pico, en un trozo de roca bien inglesa! «Aquí yace Fulano de Tal, que murió por no infringir la moral británica». La moral británica es, en realidad, la que ha ahogado al picapedrero de Kent, esta moral fría e implacable.
Es decir, tal vez el picapedrero haya tomado heroicamente la resolución de ahogarse aterrado ante la fealdad de la miss que estaba sentada en la playa. «Si me presento desnudo —se habrá dicho— ella va a emocionarse, y no vale la pena. Mejor será que me ahogue». Hay misses en presencia de las cuales una determinación como ésta revelaría un alto sentido de prudencia. Sin embargo, los ingleses no suelen ser muy quisquillosos con respecto a las inglesas. Que sean feas o guapas, igual da.
Indudablemente el picapedrero se ha ahogado por disciplina, para no infringir las Ordenanzas municipales, que prohíben a los hombres aparecer desnudos ante las mujeres. En su caso, un buen súbdito inglés no podía hacer otra cosa. It is all right.
Pero si los ingleses encuentran muy natural el suicidio del picapedrero, yo tengo todavía un poco de corazón para compadecerle. Al mismo tiempo, yo compadezco también a la miss de la playa. ¿Qué esperaba allí junto a las ropas de un hombre? ¿No será ella también otra víctima de la moral inglesa?