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Carrascosa en Londres

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Un profesional de los viajes.

Ayer, paseándome por Picadilly, me encontré al gran Carrascosa.

—¡Hombre! ¡Usted por aquí!

Esta sorpresa no fue muy del agrado de Carrascosa, que es un hombre cosmopolita y que ya había venido anteriormente a Londres. Carrascosa aspira a ser encontrado sin emoción ninguna en los lugares más importantes del mundo, como si su presencia en éstos fuese la cosa más natural.

—¡Psh! ¡Aquí me tiene usted! El mundo es pequeño.

El mundo es pequeño para Carrascosa. Le pregunté qué hacía, dónde se hospedaba, etcétera. Carrascosa está muy ocupado. «Hotel Cecil» —dijo con un gran énfasis. Hace un año, Carrascosa se ha disgustado con el Savoy, y por eso se hospeda ahora en el Cecil. Carrascosa no tiene queja del Cecil. Buena cocina, amabilidad, confort

—El Cecil es grande… El Cecil es grande y el mundo es pequeño.

—A ver si nos vemos —dice Carrascosa—. Mañana…

Mañana Carrascosa no se pertenece. Unos amigos antiguos le han retenido. Tal vez por la noche… En obsequio mío, Carrascosa, que tiene tantos compromisos en Londres, se quedará libré por la noche y me llevará a alguna parte.

Carrascosa es un hombre de mundo. Yo también. Por eso le gusto a Carrascosa. Ese Madrid es una porquería. Hay que salir fuera, como Carrascosa y como yo. ¿Para qué? Probablemente Carrascosa no sabe para qué; pero él está convencido de que hay que salir fuera, y como yo he salido fuera, por eso le inspiro cierta consideración a Carrascosa. Carrascosa es un hombre admirable en el acto de pedir una consumición o de llamar un coche. Se advierte en seguida que ha pedido una consumición y que ha llamado un coche en otras épocas de su vida. ¡Qué seguridad! ¡Qué gesto! ¡Qué dominio de la situación!

He pasado una noche con Carrascosa y lo he dejado entregado a sus numerosas ocupaciones. Carrascosa no tiene más que tres o cuatro días que pasar aquí. Asuntos de gran urgencia le aguardan en París. Uno no es dueño de sí mismo. Sobre todo, cuando se llama Carrascosa.

Cuando Carrascosa entró en el gran hall del Cecil, mi admiración le seguía. Carrascosa es un hombre de gran hotel, de tren de lujo y de trasatlántico. Probablemente, si se le da una edición curiosa de algún libro notable, Carrascosa no sabrá estimarla. En cambio, ¡hay que verle coger una guía de ferrocarriles! Carrascosa es uno de esos hombres que uno encuentra en el tren y con los que consulta todas las dudas del itinerario, en la seguridad de que conoce perfectamente la línea. Si un día Carrascosa llegase tarde a la estación o se le extraviara una maleta, se consideraría completamente desprestigiado. Por fortuna, esto no le ocurrirá jamás. Carrascosa sabe desenvolverse, ha visto mundo, ha salido fuera.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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