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Después de cenar, Ímogen se encontraba en su habitación componiendo unos breves párrafos de prosa poética inspirados en la brillante luna llena que esa noche lo iluminaba todo desde un cielo limpio y estrellado, como si de una farola gigante se tratara; si se dejaba llevar por su aguda sensibilidad, era capaz de percibir el movimiento de la superficie marina allí donde las aguas recibían el reflejo de la luz, hasta de perfilar las oscuras sombras de los cráteres de la cara lunar.

Sin embargo, había algo que le producía desazón pero no acertaba a distinguir el qué, igual que cuando tenemos un dolor indeterminado y somos incapaces de localizarlo y, consecuentemente, de darle remedio. Analizó los eventos de la jornada. El día había transcurrido con absoluta normalidad, el mismo aburrimiento que el día anterior y que seguramente el día siguiente, la conversación con su madre había sido un éxito rotundo pues había logrado lo que deseaba, asistir a la fiesta del sábado y quedarse directamente hasta la una, había estado jugando al Scrabble con su hermano (y le había ganado tres veces)…

¿De dónde provenía el picor mental que la incordiaba?

Con este reconcome en la cabeza, Ímogen dio las buenas noches a su familia y se acostó. Reflexionó sobre el hecho de recordarle a Clara que no se excediera con el alcohol el próximo sábado, aunque el día después de los fuegos ya habían mantenido una larga disputa acerca de este tema. Desde su punto de vista, no podían estar a expensas de que se indispusiera o se emborrachara cada vez que salían por la noche; ella no era tan fuerte como para protegerla y, si se encontraban con algún individuo malintencionado de los que abundaban, se convertirían ambas en víctimas, la una por ir bebida y la otra por acompañarla.

Se quedó dormida después de dar unas catorce vueltas en la cama, derecha, izquierda, derecha otra vez… El sofocante calor tampoco ayudaba en absoluto; aun con la ventana abierta de par en par y la suave brisa de la sierra colándose por ella, a Ímogen le sudaban el cuello y la nuca. Así es como despertó sobre las tres y cuarto de la madrugada, bañada en sudor y sobresaltada por el efecto de la pesadilla que acababa de tener. Se incorporó en la cama, soñolienta y con los ojos todavía medio cerrados, cuando de repente la atravesó un pensamiento fugaz.

Ricard.

Abrió los ojos como platos e intentó recordar el mal sueño que acababa de tener. ¡Qué complicado es a veces rememorar un sueño reciente! Los detalles del mismo parecen evaporarse en el aire y resulta imposible atraparlos. Eso era precisamente lo que le estaba sucediendo en ese instante.

Se sentó al borde de la cama con los pies colgando hacia fuera y se concentró. Nada. Probó a cerrar los ojos de nuevo, pretendiendo engañar a la mente, inducirla a creer que seguía dormida y así ésta quizá le devolviera los recuerdos del sueño. Mas sólo veía una cosa; mejor dicho, una persona: su vecino. Sabía que la pesadilla estaba relacionada con él, al igual que su malestar poco antes de irse a dormir; era consciente de que, por algún motivo, las dos cosas estaban conectadas entre sí, pero no lograba discernir por qué exactamente.

Con el fin de no despertar a nadie, fue sigilosa hasta el baño contiguo a su habitación, orinó, se lavó la cara y la nuca para eliminar el sudor pegajoso y bebió unos sorbos de agua; con esto acabó de despejarse y, una vez de vuelta a su habitación, se sentó a la ventana con los codos en el alféizar y la barbilla apoyada en las palmas de las manos para contemplar las estrellas centelleantes y escuchar el fascinante canto de los grillos.

A medida que pasaban los minutos, pudo evocar gradualmente la escena del sueño con algo más de claridad... En él Ricard, a torso descubierto, le acariciaba un mechón de pelo a una niña cabizbaja cuya cara quedaba oculta por el brazo del hombre; de ella sólo se distinguía el cabello largo y moreno, nada más. La imagen estaba teñida de sombras que aportaban el toque siniestro característico de las pesadillas, siendo el detalle más nítido la sonrisa blanca y lobuna del profesor y el brillo de la expectación en sus ojos.

Sintió un escalofrío que la recorrió de arriba abajo.

Intentó convencerse de que sólo había sido un mal sueño y de que no tenía que verse afectada por él de aquella manera. Era innegable que ese tipo le caía mal, su madre le había mencionado la tarde anterior y su nombre se había quedado pululando por los rincones de su subconsciente. Así de sencillo. Esto justificaba el que hubiera soñado con él, aunque el hecho de que pasara a formar parte de su espacio nocturno era, desde luego, un inquietante motivo de desasosiego. Somnolienta, decidió meterse otra vez en la cama y tratar de dormir hasta la mañana siguiente.

El misterioso mundo onírico resulta insondable; sin ir más lejos, los científicos aún no saben aclarar la función de los sueños. Entre otras cosas, podrían servir para reordenar recuerdos, asimilar experiencias o eliminar las conexiones neuronales que no utilizamos. Otro punto a interpretar es la frecuencia con la que tenemos un mismo sueño o bien la falta de ésta, es decir, si es recurrente o no. Algo todavía más peliagudo es el por qué a veces sabemos de buenas a primeras que es un sueño repetitivo, mientras que otras nos percatamos de su repetición al cabo de un tiempo; esto último puede resultar desconcertante en general e incluso perturbador, cuanto más si se trata de algo desagradable.

La pobre Ímogen se encontraba con los ojos cerrados y respirando profundamente, casi a punto de volver a caer en los brazos de Morfeo, cuando de pronto un pensamiento intruso la obligó a abrirlos otra vez, presa del espanto.

Aquélla no era la primera vez que sufría esa misma pesadilla.

Esta revelación le produjo un grado de inquietud que no había conocido hasta ese momento. ¿Cómo podía ser que no hubiera caído en la cuenta de que había tenido el mismo sueño varias veces? ¿Por qué demonios soñaba con su vecino? ¿Y quién era la chica del sueño?

Por si no bastara con todo eso, en la mente de la niña aun quedaba otra cuestión sin respuesta, quizá la de mayor envergadura. ¿Por qué motivo le producía repelús la mera presencia de su vecino en la vida real?

La niña más bonita de Alella

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