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6. No te preocupes por «perder el tren»

¿Qué significa eso de perder el tren? Esa intensa y frustrante sensación de que ya es demasiado tarde para llevar a cabo algo que ansiamos, tarde para alcanzar ilusiones: «A mi edad ya no puedo hacerlo… ya estoy grande para casarme y tener hijos…».

¿Pero qué nos lleva a sentir que hemos «perdido el tren», que es demasiado tarde y nos frena a la hora de apostar por algo?

Nuestras acciones y decisiones están condicionadas por nuestras creencias o modelos mentales. Algunas nos impulsan, otras nos limitan. Son juicios, opiniones muy arraigadas que se forman en el pasado, viven en el presente y condicionan nuestro futuro.

Por ejemplo: «Hay que seguir la tradición familiar de ser médico», «hay que sufrir para tener éxito», o bien, «si no te has casado a los treinta, eres una quedada».

Muchos de nuestros pensamientos personales son a su vez compartidos por una familia, una comunidad, grupo social o cultura determinada.

Así, si pensamos que se nos ha pasado el tren «porque a mi edad no es correcto cambiar de trabajo, a mi edad ya debería de estar casada», debemos de cambiar por completo este esquema. Nuestras creencias tiñen nuestra percepción de las cosas, sí, pero no con tinta permanente. Y más en el tema del matrimonio: es un gravísimo error contraer matrimonio porque creemos que es la última oportunidad de hacerlo.

Si no has encontrado al hombre con el cual quieres formar una familia, o bien, en tu proyecto de vida no está hacerlo, no tienes por qué dejarte llevar por las creencias y tomar una decisión de la cual puedes arrepentirte.

Para comprender a qué me refiero, puede ayudarnos mucho

la metáfora de la «rana hervida». Si metemos una rana en una olla con agua a temperatura ambiente, se sentirá probablemente en su salsa. Si hacemos el experimento de calentar el agua de la olla a fuego muy lento, la rana no se dará cuenta del cambio progresivo de temperatura. Morirá hervida sin percatarse. Pero si la rana siente el agua hirviendo, de inmediato salta. Así de importante es la visión del proceso.

Cuando se tiene el síndrome de perder el tren, un cambio de enfoque es muy importante aunque a veces no sea fácil. Haz consciente esa creencia, decide si quieres continuar así o sustituirla por otra.

Termino citando lo dicho por Viktor Frankl, padre de la logoterapia, al salir del campo de concentración: «Muchos de los prisioneros del campo de concentración creyeron que la oportunidad de vivir ya se les había pasado y, sin embargo, la realidad es que representó una oportunidad y un desafío: que o bien se puede convertir la experiencia en una victoria, la vida en un triunfo interno, o bien se puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar como hicieron la mayoría de los prisioneros».



La boda es el inicio de la carrera... no la meta

Mujer, ¡apuéstale a la familia!

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