Читать книгу Mujer, ¡apuéstale a la familia! - Lucía Legorreta - Страница 27

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5. La verdad detrás de la separación

Cada vez vemos a más parejas que se separan o se divorcian. Al acercarte a ellas y preguntarles el porqué, la mayoría responde: la cosa no funcionaba… No nos entendimos… Mi cónyuge ha cambiado…, o te responden que fue por la famosa incompatibilidad de caracteres.

Comparto contigo algunas de las causas reales de estas rupturas analizadas por el escritor español Tomás Melendo en su libro La chispa del amor. No quiero decir que son justificables, pero suceden a menudo:

Se busca la propia realización: solo existe la perspectiva del yo, cada quien piensa en sí mismo; se utiliza al cónyuge para realizarse uno mismo, siendo que el matrimonio es la constitución de algo nuevo en donde no cabe el egoísmo.

No hay conocimiento recíproco: se casan muy jóvenes o después de un noviazgo demasiado corto. Falta fundamentar el amor en un conocimiento mutuo, ya que en el matrimonio el hombre y la mujer se van conociendo de una forma mucho más realista.

Expectativas exageradas: esperar demasiado del matrimonio, pensar que el noviazgo va a durar toda la vida, imaginar que el cónyuge es perfecto, o bien que casarse puede solucionar los propios problemas familiares o sociales.

No tener tiempo para estar juntos: parejas que tienen poco tiempo tranquilo para convivir, dialogar, distraerse, mostrarse afecto. Viven uno al lado del otro, pero como extraños, sus vidas se asemejan a dos líneas paralelas.

Más hijo/hija que cónyuge: intervienen las familias políticas, la presencia de los suegros es excesiva. No han logrado ser independientes del padre o de la madre, cuando casarte es formar una nueva familia distinta a las de origen.

Falta de conciencia de la diversidad del cónyuge: significa no conocer la forma de ser de un hombre o de una mujer.

Falta de comunicación: matrimonios que viven juntos pero no comunican sus pensamientos, emociones, miedos o metas. Hablan superficialmente, pero no llegan a lo profundo de su ser.

Faltas de respeto: amor y respeto, no existe uno sin el otro. Con gritos, groserías, ademanes, la relación va perdiendo valor.

Dinero: falta de estabilidad económica.

Pérdida de confianza: los celos exagerados, intentar controlar a los amigos que se pueden tener, a la familia, el trabajo, etc. dañan muchísimo una relación.

Rutina: hacer siempre lo mismo en diferentes aspectos: vida diaria, conversaciones, vida sexual, diversiones.

No perdonar: el que no perdona vive lleno de rencores y resentimientos que pueden acabar con la relación.

Abandono moral: ya sea por el trabajo, los amigos, la familia política u otras causas, se abandona totalmente al cónyuge y la relación se convierte en una total indiferencia.

Ahora bien, hay razones muy fuertes que llevan a un matrimonio a tomar la difícil decisión de divorciarse: infidelidad, violencia, alcoholismo u otra adicción, pero estoy convencida de que muchas de las causas mencionadas tienen solución y se puede evitar el rompimiento.


Mujer, ¡apuéstale a la familia!

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