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3. Saber discutir, el gran arte de la pareja

En la vida diaria de una matrimonio es normal que existan diferencias, discusiones y hasta pleitos. Somos dos personas que hemos crecido y hemos sido educadas en diferentes familias; con temperamentos, psicologías y formas de ser que se unen y conviven diariamente.

No debemos tenerle miedo a las discusiones o crisis, pero sí saber cómo solucionarlas.

Es más sencillo solucionar un problema que dejar que se acumulen muchos. Y todos lo hemos vivido: una crisis bien resuelta, profundiza y fortalece la relación.

¿Cuáles son los temas por lo cuales discutimos más las parejas?

 Familias políticas: si alguno de ellos vive con nosotros, tiempo para visitarlos entre semana y fines de semana; qué tanto se meten en nuestras vidas.

 Dinero: cuánto hay, cómo se maneja, quién lo maneja.

 Trabajo de uno o de ambos: horarios, cómo se va a gastar lo que se gana; quién se encarga de la casa, de los hijos.

 Hijos: tipo de educación, horarios, responsabilidades.

 Fines de semana: actividades, descanso, qué hacer.

 Intimidad conyugal: cómo se siente cada uno.

 Desatenciones.

 Trato con otros hombres en el ámbito laboral.

 Amigos: estamos de acuerdo con los amigos de cada uno o no, amigos mutuos.

 Violencia verbal.

 Uso de TV y redes sociales: nos están alejando o no.

 Falta de apoyo en situaciones especiales.

 Vida diaria: orden, limpieza, puntualidad, hábitos, horarios.

Las conversaciones de muchas parejas son como diálogos encapsulados, discos rayados con las mismas frases; no se llega a ningún lado hablando mucho si siempre se circula por los mismos sitios.

Bien decía Confucio: «El hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor».

Comparto contigo cinco errores habituales que podemos cometer las parejas y que describe Jenny Moix en la revista El País Semanal:

Querer convencer al otro: le damos vueltas y vueltas para encontrar alguna salida y darle las conclusiones a las que hemos llegado.

Razonar lógicamente: la lógica no siempre nos lleva por buen camino; no debemos olvidar que somos seres humanos con emociones y defectos. Acepta que nos podemos equivocar, y el otro también.

Traer el pasado al presente: se dice que si los problemas con la pareja se pudieran medir, un tema problemático de cuatro centímetros terminaría midiendo dos kilómetros después de una discusión. Basta con empezar a sacar temas del pasado. Me decía un señor muy simpático: «Mi mujer ya no se pone histérica… se pone histórica, ¡se acuerda de todo!».

Interpretar lo negativo: lo que marca una conversación no es lo que dice uno u otro, sino sobre todo cómo se interpreta. Si partimos de la premisa de que el otro quiere molestarnos, es absurdo el diálogo, nunca se logrará construir algo positivo.

Esperar efectos instantáneos: no se trata de que los cambios tarden años, pero tampoco debemos pretender solucionarlos en una sola conversación.


Mujer, ¡apuéstale a la familia!

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