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TU VIDA NORMAL


SEGURO QUE VIVISTE ALGO PARECIDO, esa sensación de alcanzar cierto grado de plenitud, de estar en lo que te imaginabas que iba a ser el resto de tu vida.

A ver, no nos confundamos: no me refiero a sentirse feliz las veinticuatro horas, sino a alcanzar cierto techo, a estar en esa situación en la que te parece que no se puede aspirar a más. Esa sensación de llegar a alguna parte.

Eso era lo que me imaginaba que estaba viviendo.

La vida es pulsos y mareas. Tendemos a pensarlo como malos y buenos momentos, sin darnos cuenta de que en realidad son como contracciones y expansiones, como latidos. Eso, la vida es como latidos de orden y desorden. Contracción y en esa danza todo coagula con alguna forma, expansión y todo va en direcciones diferentes… contracción y las cosas ahora se ordenan de alguna manera distinta.

A lo largo de esta historia, las cosas se ordenan y se desordenan varias veces.

Creo que es natural ver una especie de remanso en el orden, porque parece un descanso, pero si reflexionas un poco, el orden también requiere su dosis de esfuerzo. Para mí, todos estos procesos de búsqueda, desde mi ansiedad hasta mi vida ordenada en Oslo, requirieron varios golpes de timón y saltos en distintas direcciones.

A veces nos apegamos a lo que conseguimos, ese delicado equilibrio, porque nos gusta, nos enamoramos del resultado. Puede que ahí esté el problema: enamorarnos más del resultado que del proceso que vamos viviendo momento a momento.

Sí: si esto fuera un latido, enamorarnos más de la sístole, cuando el corazón se contrae, que de la diástole, cuando se relaja y expande. Cada vez que nos apegamos a una parte de la dualidad, en vez de sentirla como un todo… pum-pum, pum-pum…, sufrimos.

El poder sanador del caos

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