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PARQUE DE “DISTRACCIONES”

1 DE OCTUBRE DE 2017, ANTES DE IR A DORMIR


DEDIQUÉ UN MONTÓN de tiempo a ser la mejor persona posible en términos de alimentación consciente, meditación, ejercicio, sueño, hasta de sexo seguro, y la vida te sorprende con lo impensable.

Después de hablar con Brigitte, me siento un poco mejor de haber hecho todo eso. Ella dice que para el tamaño de tumor que tengo y con la ubicación que tiene, extrañamente no tengo ningún síntoma neurológico. Las señales de alerta que sentí pueden haber sido producto de mi conexión con mi cuerpo por el yoga que practico; se le llama interocepción: percibir los espacios internos. Claramente, hay cosas que a la gente no se le ocurre que pueden ser síntomas de un tumor cerebral y que por eso tampoco les presta mucha atención. Los síntomas son inespecíficos, como dolores de cabeza, mareos, vómitos, repentina debilidad en algún miembro o alguna reacción extraña, pero se presentan de forma muy eventual. Eso es porque el cerebro no tiene receptores nerviosos, es imposible que nos duela ese órgano, el cerebro mismo.

Todo el tiempo que dediqué a cuidarme no me salvó de tener que pasar esta experiencia. Como dice Fran Lebowitz: “Los malos hábitos pueden matarte, aunque los buenos hábitos no te salvarán”.

No sé qué va a pasar dentro de 48 horas y es claro que la cirugía tiene que venir pronto. Sin embargo, pienso en estos días que hay en el medio, en este tiempo, que no sé cuánto va a durar. Y las cosas que quiero comer, lo que me gustaría hacer, dándome cuenta de que no puedo salir de la ciudad o subirme a un avión y que todo lo que tenga que suceder tendrá que ocurrir entre mi casa y el hospital. Así que me hice una lista de las cosas que quería comer en los próximos dos días. Y no me importa cómo reaccione mi hígado al respecto. Sí voy a tener cuidado con el alcohol, y voy a continuar sin tomar como lo he hecho durante los últimos años. No voy a escaparme emocionalmente, intentaré no hacerlo al menos.

Voy a comer milanesas, a pedirme un sushi, a comer un helado, aunque me caiga mal el helado de crema. Voy a pedirme un chai con leche de almendras, a hacer papas fritas caseras. Y me voy a comprar una bolsa o dos de palitos de maíz fritos. Se me antojan unos pretzels que voy a rellenar con manteca y mermelada. Y creo que voy a pedir también una bebida gaseosa.

Abro la gaseosa, la pruebo y me sale escupirla. No entiendo cómo alguna vez pude sentir deseo de tomar una cosa semejante. Todos estos malos hábitos, si los sostuviera por un largo tiempo, seguramente me causarían un daño horrible. Pero en estos días no considero que haya mucha diferencia entre cómo estoy hoy y cómo podría llegar a estar con ellos.

Intento meditar y me resulta muy difícil. Si salgo a caminar con los auriculares, grabo lo que pienso y voy hasta la librería que queda en la calle principal y recorro los libros, las diferentes secciones. Hoy voy a comprarme todos los libros que tenga ganas, quiero ver si de esa manera me distraigo. Sé que suena horriblemente superficial. Hace unas líneas acabo de escribir sobre no evadirme emocionalmente.

No quiero perderme de la experiencia de la vida, de lo que pueda ser y de lo que pueda disfrutar a causa de estar creyendo en lo que es lo correcto. Es como si el parque de diversiones estuviera por cerrar en dos horas y quisiera subirme hoy y ahora a todos los juegos a los que la altura me permita entrar.

El poder sanador del caos

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