Читать книгу El poder sanador del caos - Lucas Casanova - Страница 39

Оглавление

EL FUTURO LLEGÓ HACE RATO

1 DE OCTUBRE DE 2017, AL ATARDECER


NO SIEMPRE FUI una persona de ciencia. Hace casi quince años que no consulto a una tarotista. Durante mis ataques de pánico, cuando todavía trabajaba en el mundo corporativo, era una constante. Cuanto más profunda la tormenta, más quería alguien que me sacara de la confusión que tenía en mi cabeza y me mostrase el camino. Quería certezas, un mapa que seguir o que evitar. La ansiedad era el motor de esa compulsión.

En esos años fui a astrólogos, lectores de registros akáshicos, a que me tiraran las cartas o a que me armonizaran con el péndulo hebreo. Buscaba alguien que me mostrase el orden y el sentido que yo era incapaz de ver, que me mostrara cómo todo en algún momento se resolvería. Creía que el guion de mi vida estaba escrito en algún sitio y que yo solamente tenía que abrirme a dejar que alguien lo leyese.

De todas esas personas aprendí algo. Algunos eran excelentes terapeutas, que ponían en las estrellas o en unos rectángulos de cartón impresos el origen de sus palabras. Otros vendían miedo y desconfianza a mi propia capacidad de analizar las cosas. “Tú eres incapaz de ver el plan maestro, tú no conoces lo que está escrito en el cielo”, me decía una astróloga que vivía en el barrio de Once, a quien consultaba a menudo por entonces. Cuanto más la iba a ver, más necesitaba volver a hacerlo. Visita tras visita, minaba mi autoestima y mi poder de decisión contándome cómo Quirón estaba posicionado en mi carta astral, o cómo tenía que sostener una decisión para contrarrestar la luna en ese mes. Me aliviaba pensar que había cortado una relación o hecho un gasto importante porque estaba escrito que así debía ser. Durante esa época no hice otra cosa que tercerizar mi ansiedad de respuestas. No me hace feliz reconocer que llegué a poner en sus manos resoluciones que yo no quería tomar. Prefería confiar ciegamente en algo que no podía verificar, antes que explorar y vivir en la incertidumbre.

Y es precisamente eso lo que no soporto ahora: no saber por qué tengo una pelota de golf en el cerebro, hecha de la misma sustancia que debería estar protegiéndolo. Es inevitable querer leer entre líneas… ¿Exceso de defensa? Y si fuera algo más literal: ¿células inmunes atacando una amenaza que ya no existe?

Estos tumores son poco conocidos, y como crecen tan lentamente es muy difícil identificar la causa. Puede ser una alteración genética, exceso de radiación en mi cabeza durante mi niñez… Las teorías de la conspiración hablan del uso de teléfonos celulares durante los noventa.

Tengo un nudo que va desde mi garganta a la boca del estómago y siento que inhalo más que el aire que llega a salir. Mientras miro por la ventana siento que quizá quiero llorar y no puedo, y me pongo a mirar el cielo sin pestañear, esperando que caiga alguna lágrima que abra las puertas de este nudo de angustia que me toma entero. No pasa absolutamente nada. Eso sí, no puedo parar de pensar. Tengo hambre de alguna respuesta, de algo que calme a esta fiera desesperada por certidumbre.

El poder sanador del caos

Подняться наверх