Читать книгу El poder sanador del caos - Lucas Casanova - Страница 25
ОглавлениеMI MALA SE CORTÓ
12 DE SEPTIEMBRE DE 2017
ME SENTÉ EN EL AVIÓN, me acomodé para la parte larga del viaje. Esta vez el vuelo hacía escala en Frankfurt. Y de allí luego a Oslo. Acomodé mis cosas. Y tomé mi mala entre mis manos para empezar a meditar. Los malas son esos collares de cuentas de piedra o madera que se usan para marcar la repetición de un mantra en meditación. La técnica se llama ajapa japa y la aprendí como un ejercicio de concentración en el ashram, cuando hice mi primera experiencia en Londres.
Cada mala, se dice, se impregna con el mantra que se haya elegido. En mi caso, ese mala fue el que recibí en mi formación como profesor de yoga. Y mi swami me dio en esa oportunidad el mantra de Ganesha con el propósito de que lo repitiese para la destrucción de los obstáculos en mi vida. Este mantra está conmigo desde hace tanto que parece que me ha acompañado desde siempre.
El collar está hecho de hilo encerado, es de un color anaranjado ya raído, tiene cuentas de madera y nudos entre cada una de ellas. Esas perlas se volvieron brillantes y oscuras con el tiempo, por el contacto con mi piel, contra mi pecho y entre mis dedos. Decenas de miles de veces repetí que quería que los obstáculos se rompiesen; decenas de miles de veces entoné aquel mantra que me comprometí a nunca decir en voz alta delante de nadie.
Estaba a la mitad de una vuelta, pasando entre una cuenta y la siguiente. El vuelo estaba ya sobre el océano Atlántico. A mitad de la nada, el mala se cortó.
Mi corazón se detuvo en ese momento, pegó un salto. Como si hubiese una turbulencia sacudiendo el avión de arriba abajo. Y sentí un sudor frío recorriendo todo mi cuerpo. Me dio mucho miedo. Mi corazón empezó a acelerarse cada vez más.
El mala roto se cayó al piso y tuve que empezar a ciegas a tocar por debajo de los asientos mientras mis compañeros dormían. No hay nada peor que se te caiga algo de las manos y estar sentado en el asiento del medio de una fila de cuatro, en medio del océano, en la madrugada y con el avión a oscuras.
¿Por qué se me había ocurrido meditar en ese momento? ¿Dónde estaba mi mala ahora? Se dice que cuando el mala se corta, su energía se libera. Y entonces, como un efecto dominó, todo empieza a moverse y aquel potencial se convierte en acto. Durante más de ocho años había tenido ese mala, preparándome para este momento. Y esto, supuestamente, debía ser recibido como un buen augurio. Nada más lejos de mí que pensar en una buena noticia. Toda mi vida, así como era, era perfecta: me había casado, estaba viviendo en Europa, venía de dar una exitosa formación a un grupo increíble de profesores de yoga, vivía de lo que amaba, tenía mi agenda de consultantes completa, y estaba planificando mi primer libro sobre la psicología de los chakras. No veía ningún obstáculo, no quería que nada se moviese de donde estaba.
Debí haber recibido esto como el comienzo de algo nuevo; sin embargo, estaba viviendo la sensación del fin de la historia. Se me ocurrió en algún momento hacer trampa y anudar el mala de nuevo. Todo esto, mientras tocaba la alfombra áspera y encontraba en el camino un chicle duro, los envoltorios de las mantas y algo que, creo, era un trozo de fruta de la ensalada del postre de la cena.
Finalmente, cuando lo encontré, me lo metí en el bolsillo de mi pantalón. Sentía mi cuello desnudo. Empezó a dolerme la cabeza. Me tomé un gramo de paracetamol mientras esperaba que ese dolor pasara y pudiera sentirme mejor. Me sentía un poco mareado. Tenía náuseas. Y tenía la sensación de que el suelo se abría debajo de mis pies.
Saqué mi libreta y me puse a escribir para no olvidarme de ese momento que, curiosamente, sería el instante en el que todo empezó a cambiar.