Читать книгу El poder sanador del caos - Lucas Casanova - Страница 31
ОглавлениеHAGAMOS DE CUENTA
A CABALLO ENTRE EL 29 Y EL 30 DE SEPTIEMBRE DE 2017
¡QUÉ DURO ES CONTARLE lo que me está pasando a la gente que quiero!
Primero pienso hacerlo con un mensaje de texto, aunque redactar en la pantalla del teléfono me resulta muy trabajoso y las manos me transpiran. Al rato, cuando termino, lo releo una y otra vez. Me da la sensación de que le estoy dando una puñalada por la espalda a todos y cada uno, repetidas veces. Escribo y borro las palabras tumor, cerebro, meningioma.
Creo que quizá, si escuchan mi voz, sepan que estoy mejor de lo que esas palabras suenan, al menos en este momento. Así que grabo un mensaje de audio para reenviar. Repito las palabras de Milan: “No hay una buena forma de decir esto…” y trato de demostrar en mi voz que estoy bien, que voy a estar bien, que este “tema de salud” va a quedar saldado en un par de semanas seguramente. Les pido al final del mensaje que me den tiempo a responderles, que voy a publicar cosas en las redes sociales, que abrí un blog, que hablar uno a uno me resulta hoy muy doloroso. Y, por supuesto, les digo que los quiero.
Se lo envié a mis amigos, mis consultantes, mis alumnos… y decidí llamar a mi hermano Matías y pedirle que sea él quien le cuente a la familia. Hablamos media hora sobre series, los viajes que hicimos juntos, y sobre mi sobrina Maitena. Del tumor, bastante poco. Como si fuéramos los dos sobrevivientes de una guerra que luchamos juntos —nuestra infancia— tenemos la necesidad de estar el uno cerca del otro, pero somos incapaces de hablar de las cosas más difíciles o de lo que nos da miedo. Es extraño, porque los dos suponemos que el otro la pasó muy mal cuando éramos chicos, pero hay un pacto de silencio que alguna vez supongo que tocará romper. Mientras tanto, Matute me habla de “la película de Star Wars que se estrena en diciembre” en vez de decirme que está seguro de que voy a sobrevivir a la cirugía.
Cuando corto la comunicación, tenía mensajes de decenas de personas, que no estaba seguro de querer leer en ese momento, quizá como un mecanismo de defensa. Cuando lees o escuchas a otros hacerse eco de tus palabras, entonces estas se convierten en realidad.
Y lo más real de todo fue cuando sonó el teléfono: mi amiga Kitty, una experta en saltarse todos mis intentos de aislarme cuando estoy en crisis. Nos conocimos en el mundo corporativo, y es una de las personas más resilientes que conozco. Al atender, ni siquiera me dijo hola; directamente arrancó indignada diciendo: “No me vas a pedir que haga de cuenta que no está pasando nada, ¿no?”.