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IMPOSTOR

1 DE OCTUBRE DE 2017


NO PUEDO DORMIR. No es el dolor de cabeza. Tengo el corazón en la garganta. Me levanté haciendo todo el silencio que pude y me vine a mi oficina con una taza de té verde. Sé que debería descansar, pero tengo la sensación de haberme fallado a mí mismo.

Siento que soy un fraude. ¿Cómo puede ser que alguien que se dedica a ayudar personas, a conservar la salud, la haya perdido de una manera tan flagrante? Pienso en mi alimentación, en mi meditación de todas las mañanas, en mi jugo de frutas, en mis frutos secos, en el no comer carne. ¿Dónde queda todo eso cuando pasa algo como esto?

Llevo muchísimo tiempo tratando de cuidarme de la mejor manera posible. Llevo más de una década privándome en pos de una salud más larga. Una parte de mi mente cree que si no lo hubiese hecho estaría peor que ahora. Y otra parte me dice que todo lo que he hecho es una terrible ridiculez y que me perdí de vivir un montón de cosas simplemente por hacer las cosas bien.

Me acuerdo de la cantidad de helados que no tomé, de los aperoles que preferí no consumir, de las noches que me fui a dormir temprano y de la cantidad de discusiones que elegí no tener. Todo eso, en este momento, no vale literalmente nada. Me acuerdo de esa investigación que hizo la enfermera inglesa Bronnie Ware sobre las cinco cosas que las personas que están muriendo se arrepienten de no haber hecho.(5)

Recuerdo la cantidad de veces que no tuve el coraje para ser quien soy. Y la cantidad de veces que acaté lo que los otros querían de mí. La cantidad de veces que, en vez de disfrutar de la vida, trabajé y trabajé y encontré sentido en mi vida en tener mi agenda llena. Eso para mí era éxito y era una forma de escaparme de lo que sentía. ¿Cuántas veces me comí lo que sentía para no decírselo a otra persona? Para poder estar en paz con mi familia, me acostumbré a tener una existencia mediocre y a nunca ser capaz de ser yo mismo.

¡Cuánta gente a la que le perdí el tren y no sé dónde está ni lo que ha hecho en su vida! ¡Cuántos amigos que perdí por tratar de llevar una vida ordenada! ¿Cuántas veces perdí esa felicidad elusiva por llevar adelante una disciplina que hoy me pone de cara a una de las operaciones más complejas que pueda pasar una persona?

No sé si son los corticoides, no sé qué es, pero hoy no tengo paciencia para nada. Siento que todo aquello en lo que tenía fe no me sirvió absolutamente de nada. Ni la meditación, ni el yoga, ni la dieta ayurvédica, ni los paramitas, ni la práctica budista. Siento que nada pudo evitar que me tuviera que enfrentar a esto; no creo en nada en este momento.

Quizás más tranquilo, en otra oportunidad, pueda verlo distinto. En este momento siento que invertí mi vida en nada. Siento que es momento de volver a la cama y descansar mi mente un rato.

5. Esta enfermera, Bronnie Ware, escribió un libro en el que narra las cosas que les hubiera gustado haber hecho a las personas que han sufrido enfermedades terminales y están enfrentándose con la muerte. Los “cinco arrepentimientos” se estudian en tanatología y en cuidados paliativos, para ayudar a la gente a enfrentar estos momentos cruciales en la vida. En general se encaran después de recibir un diagnóstico, y a mí se me cruzaron por la cabeza en ese momento:

1. Haber tenido el coraje de vivir la vida fiel a mí mismo, y no la vida que otros esperaban de mí.

2. Haber trabajado menos duro.

3. Haber tenido el coraje para expresar mis emociones.

4. Haberme mantenido en contacto con mis amigos.

5. Haberme permitido ser más feliz.

El poder sanador del caos

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