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3. LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR
ОглавлениеLas dificultades económicas que atravesaron las economías desarrolladas durante los años 70 y 80 del siglo XX, que se manifestaron, entre otras cosas, en la coexistencia de niveles altos de desempleo e inflación, dieron lugar al fin del paradigma keynesiano sobre el que se habían construido los sistemas de protección social en las décadas previas. Comenzó entonces el auge de teorías macroeconómicas alternativas, como el monetarismo, la economía de la oferta y la teoría de las expectativas racionales, que sugerían la incapacidad del sector público para garantizar el pleno empleo a través de la política fiscal, tal como se explica en el Recuadro 6.
Recuadro 6
EL PENSAMIENTO MACROECONÓMICO DOMINANTE A PARTIR DE LOS AÑOS 70
La crisis económica de los años 70 puso en cuestión los postulados del paradigma keynesiano que había dominado el pensamiento macroeconómico en las décadas previas. En su lugar, se abrieron paso otros enfoques alternativos, que cuestionaban la eficacia de la política fiscal para aumentar el nivel de actividad económica:
– El monetarismo basa sus predicciones en que las autoridades monetarias controlan la oferta nominal, mientras que los hogares y las empresas toman sus decisiones teniendo en cuenta la cantidad de dinero en términos reales. Como consecuencia, los aumentos de oferta monetaria que no estén respaldados por un incremento en la capacidad productiva de la economía se traducirán en aumentos de la producción en el corto plazo, pero en mayores tasas de inflación en el largo plazo. El papel de la política monetaria pasa a ser central y el de la política fiscal secundario.
– La Economía de la oferta considera que el crecimiento a largo plazo se consigue de manera más eficaz estimulando la oferta agregada, principalmente reduciendo los costes de producción de los bienes y servicios. Las políticas más adecuadas desde esta perspectiva incluirían las bajadas de impuestos o la desregulación, entre otras.
– La teoría de las expectativas racionales señala que los agentes económicos pueden anticipar lo que va a ocurrir en el futuro y utilizan sus expectativas de evolución de la economía para tomar sus decisiones. Con este enfoque, los agentes negocian salarios, tipos de interés y otros precios anticipando la inflación futura generada por la política fiscal expansiva, lo que eliminaría su eficacia.
Una primera dificultad a la que se enfrentó el sector público en las economías desarrolladas fue el gran aumento de la tasa de desempleo, con un enorme impacto presupuestario: un volumen menguante de trabajadores contribuía a sostener las prestaciones de un grupo cada vez más numeroso de desempleados. Cuestionada la posibilidad de conseguir el pleno empleo con políticas fiscales discrecionales, la sostenibilidad del Estado de bienestar pasó a ser un elemento central en el debate político, mientras que en el académico fue creciendo la crítica a sus efectos sobre la participación laboral y el ahorro. Las prestaciones monetarias pasaron de ser consideradas un instrumento que potenciaba la demanda agregada y el crecimiento económico, a ser vistas como un factor de aumento del gasto público y la posible causa de desincentivos al trabajo y al ahorro.
La crisis de legitimidad se vio acentuada por algunos cambios sociales que dieron lugar a la aparición de nuevas necesidades y demandas. Por una parte, el progresivo envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida requerían un mayor gasto en pensiones. Por otro, se produjeron importantes cambios en la estructura familiar tradicional sobre la que se había asentado la política social de las décadas anteriores. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo obligaba a buscar herramientas que facilitasen la conciliación de la vida familiar y laboral, particularmente necesarias con el aumento sostenido del número de hogares monoparentales.
Estas nuevas necesidades sociales tenían que ser atendidas en un contexto de escasez de recursos públicos, debido a la disminución de la actividad económica y el aumento del desempleo. Comenzó entonces en muchos países la aplicación de medidas de contención del gasto social, bajo la influencia del pensamiento económico liberal dominante en ese momento.