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2. EFICIENCIA, BIENESTAR Y EFECTOS DE SEGUNDO ORDEN

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Hasta ahora se ha considerado que los factores de producción son fijos, pero es posible que el proceso de redistribución haga que se modifiquen los comportamientos de los agentes económicos (efectos de segundo orden), reduciéndose el ahorro o las horas trabajadas. Esos cambios pueden alterar la dotación de factores con la que se producen los bienes.

Para que se mantuviera el Primer Teorema de la Economía del Bienestar, un sistema competitivo de precios de mercado seguiría siendo capaz de producir asignaciones eficientes si la redistribución fuera neutral respecto a los factores de producción. En la práctica, sin embargo, una de las mayores críticas al Estado de bienestar es que las políticas redistributivas generan efectos negativos sobre los factores productivos, que hacen que se reduzcan los niveles de capital y trabajo. Ello lleva a sostener la existencia de un intercambio forzoso –trade-off – entre los objetivos de eficiencia y equidad.

Las prestaciones monetarias pueden actuar como un salario de reserva. Si su cuantía es parecida al salario potencial de la persona beneficiaria, esta podría modificar su participación laboral, ya sea en el margen intensivo –trabajando menos horas– o en el extensivo –decidiendo no trabajar. De la misma forma, si los impuestos necesarios para financiar esas prestaciones reducen en un porcentaje importante la remuneración que podría recibir una persona trabajando más horas es probable que el número de horas trabajadas disminuya. Se señala también que las pensiones públicas pueden reemplazar el ahorro privado, reduciendo las posibilidades de financiación del capital.

El alcance de estos cambios de comportamiento es una de las cuestiones más controvertidas en el análisis económico del Estado de bienestar. Frente al estereotipo tradicional de grandes desincentivos, la evidencia empírica común en la mayoría de los países es que los efectos de segundo orden son limitados. No existen resultados concluyentes respecto a los efectos sobre el ahorro y el resultado más general para la participación laboral es que hay un efecto de las prestaciones sobre las horas trabajadas, pero de escasa magnitud. Estos efectos son, en cualquier caso, heterogéneos entre países y grupos de población.

Si esos costes de eficiencia fueran elevados, no todos los movimientos hacia distribuciones más igualitarias seguirían considerándose mejoras del bienestar social. Desde las interpretaciones más defensoras del libre mercado, tales costes pueden resultar excesivos. En el extremo contrario, las aproximaciones igualitaristas asignan mayor importancia a la redistribución que a la eficiencia. En síntesis, si las políticas de redistribución no modifican sustancialmente el comportamiento de los agentes económicos, la mayoría de las teorías permiten sostener que las mejoras en la eficiencia son compatibles con las del bienestar social. Pero si se dieran esos cambios, la cuestión de si pueden aumentar simultáneamente ambos resultados dependerá del peso que se dé a la eficiencia y la equidad en la interpretación del bienestar.

Economía del Estado de bienestar

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