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1. PARTICIPACIÓN DEL USUARIO EN EL COSTE DE LOS SERVICIOS

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Como se vio en la sección anterior, la subvención del coste de un servicio de bienestar puede dar lugar a excesos de demanda. En varios países y servicios se ha generalizado el establecimiento de distintas formas de participación del usuario en el coste de los servicios como un medio de racionalización de aquélla. El objetivo no es tanto recaudatorio como tratar de moderar el gasto. Uno de los ejemplos más conocidos es su establecimiento en productos farmacéuticos o en determinados servicios sanitarios, aunque su uso se está extendiendo a otras áreas del bienestar, como las ayudas para el cuidado de personas dependientes.

Las ventajas que se suelen aducir respecto a los copagos para la mejora de la eficiencia son varias. Al instaurar una relación directa entre el coste asumido por el usuario y el servicio recibido, es más fácil la revelación del beneficio obtenido, condición importante para una producción eficiente del servicio por parte del sector público. Contribuyen también a reducir un uso excesivo de los servicios públicos por parte de los usuarios, al acercar la demanda a la necesidad real de esos servicios. En tercer lugar, aunque su objetivo no sea la obtención de ingresos públicos, hacen que se reduzca la necesidad de mayores impuestos para la financiación de esos servicios.

Los copagos, sin embargo, no siempre son una buena alternativa para mejorar la eficiencia. No tiene sentido que se implanten en actividades que funcionan adecuadamente. En segundo lugar, solo serán eficaces si la respuesta de la demanda a los cambios en los precios –elasticidad– es significativa. Por último, funcionarán mejor si los costes administrativos derivados son reducidos.

Un importante riesgo de los mecanismos de copago es que susciten problemas de equidad. Estos se pueden producir cuando afectan negativamente a los usuarios con mayores necesidades o rentas más bajas. Existe evidencia para el caso de servicios sanitarios y productos farmacéuticos de una mayor incidencia de los copagos en los usuarios con enfermedades severas y crónicas, siendo estas proporcionalmente mayores en los hogares con rentas más bajas. Los copagos relativamente elevados respecto a la renta del hogar, aplicados con carácter generalizado, pueden retraer la demanda de tratamientos necesarios. Para que funcionen adecuadamente, es necesario que incluyan exenciones que permitan evitar la exclusión del servicio de las personas con mayores necesidades sociales y menores recursos económicos.

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