Читать книгу Deja que entre el sol - Patricia A. Miller - Страница 24
19. Margot
ОглавлениеEstaba tan cansada que me dormí en el coche de JC. Cuando abrí los ojos, una camiseta vieja de los bomberos me cubría el pecho y el cielo empezaba a clarear.
—¿Dónde estamos?
—En Calhoun Mountain.
Me enderecé en el asiento y miré alrededor con estupor. ¿Me había llevado a Calhoun Mountain? Calhoun Mountain era el lugar donde iban las parejas a… a ver las vistas.
A JC le hizo gracia mi reacción. Se le dibujó una sonrisa de medio lado y siguió con calma mis movimientos nerviosos dentro del coche.
—¿Qué hacemos aquí?
—Dijiste que querías ver salir el sol —respondió como si fuera obvio—. Este es el mejor lugar para hacerlo.
Las luces de la ciudad empezaban a apagarse, una brisa templada entraba por la ventanilla y me arrebujé en la camiseta, más por vergüenza que por otra cosa. Olía a él y a ese olor a caucho del parque al que ya me había acostumbrado.
El silencio fue incómodo y eso no era nada bueno, porque, cuando me sentía inquieta y no sabía qué decir, podía soltar cualquier cosa. Hi-de-ho, de Blood, Sweat & Tears, sonaba muy bajito en la radio con su ritmo cadencioso y no ayudaba a mis nervios. ¡Era la canción perfecta para un revolcón!
—¿Cómo te has roto el tirante del vestido? —preguntó de repente.
Estaba recostado contra el asiento, relajado, y había vuelto la cabeza hacia mí. Le brillaban los ojos tanto que hubiera sido capaz de iluminar Springfield con ellos.
—No lo sé. Debí engancharme con algo —mentí.
—¿Y este arañazo? —Me rozó el hombro con un dedo y volví a estremecerme, pero de placer, de un placer que no sabía que existía—. ¿Qué ha pasado esta noche?
En ese preciso instante me di cuenta de que no estaba tan tranquilo como quería demostrar. Su voz era suave y pausada, su rostro sereno, pero esa mirada brillante que esperaba mi respuesta estaba cargada de furia contenida. Aparté los ojos de él y me concentré en el hilo suelto de una costura de la camiseta. Volvieron las ganas de llorar y las mejillas se me colorearon con un molesto rubor que me delataba. No quería que JC supiera de mi mojigatería, no quería darle más motivos para pensar que era una niña.
—Ha sido una tontería sin importancia.
—Margot…
—Es verdad, no ha pasado nada —insistí, y disfracé mis emociones con una amplia sonrisa que no lo convenció—. Yo quería ir a la feria, ellas querían bañarse en el lago y me fui sola. Fin del problema.
—Te olvidas de que te he encontrado llorando por la carretera. ¿Por qué?
—Porque… porque… ¡porque soy una niña y las niñas lloran! —estallé—. ¿Contento?
—No, no estoy nada contento. Y no creo que seas una niña.
Seguía mirándome con los ojos encendidos, pero ya no había furia en ellos. Era un brillo diferente.
—Pero tú siempre dices que soy… —JC puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua—. ¿Ya no lo crees?
—No.
—¿Y qué crees que soy?
Emitió un bufido que podría haber sido una risa. No contestó de inmediato. Se tomó su tiempo y me llevó al límite de la desesperación.
—Eres una chica preciosa.
Levantó una mano lentamente y me rozó la mejilla con los nudillos. Cerré los ojos para disfrutar de la caricia, pero fue tan efímera que bien podría haber sido producto de mi imaginación.
No lo era, no era un sueño. Estaba sucediendo. La yema de su dedo me perfiló los labios muy despacio y deseé abrirlos, y gemir.
«Dios mío. Dios mío».
Se deslizó por el mentón hasta el cuello y repasó el hueso de la clavícula con una delicadeza exquisita.
El palpitar que sentía entre las piernas se hizo insoportable. No quería moverme, no quería ni respirar. Si dejaba de tocarme, me moriría.
—Eres la chica más bonita que he visto en mi vida.
Una sensación líquida, espesa y muy caliente me recorrió por dentro y me empujó a mover las caderas contra el asiento para encontrar alivio. Era como la cadencia exasperante del chocolate derretido al brotar de un bollo relleno. Ni siquiera notaba ya la caricia que bajaba por el brazo. Lo único que deseaba era satisfacer la necesidad de algo indeterminado que no me permitía abrir los ojos.
Estaba a punto de desfallecer, busqué aire con una bocanada repentina y arqueé la espalda de manera involuntaria. Incluso jadeé. ¡Jadeé delante de JC!
¿Qué me estaba pasando?