Читать книгу Deja que entre el sol - Patricia A. Miller - Страница 7

2. JC

Оглавление

«Novato, novato, novato», estaba harto de esa palabra. Y también estaba harto de que el nombre de mi padre saliera en todas las conversaciones. No hacía falta que nadie me recordara que James Curtis Gallagher era un héroe. ¡Yo vivía con él!

Quise ser como él desde la primera vez que lo vi con uniforme. Pero nunca imaginé que ser hijo del bombero más cualificado de Springfield pudiera ser tan duro. No me medían con el mismo rasero que a los demás; a mí se me exigía el doble, porque era un Gallagher. Tampoco ayudaba que mi padrino fuera el jefe de distrito Traveller. John me apretaba demasiado, me había puesto bajo las órdenes de uno de los capitanes más tiranos del cuerpo porque, según él, se me tenía que curtir la piel. ¡Y un cuerno! Lo único que estaba consiguiendo era que regresara cabreado a casa después de cada servicio.

Di un portazo al llegar y subí las escaleras hasta mi cuarto. No tenía ganas de ver a nadie, no estaba de humor para sentarme a cenar. Mi padre me preguntaría cómo había ido el día y yo no podría ocultarle que había sido uno de los peores de mi vida.

Me habían humillado, se habían reído de mí porque era el maldito novato de la compañía, me habían gastado una broma que no tuvo gracia y terminé sentado delante del capitán balbuceando como un niño. ¡Si hasta había sentido el nudo en la garganta que precede a las lágrimas!

Apreté la cara contra la almohada y ahogué un grito de frustración. Descargar puñetazos contra el colchón no me alivió en absoluto, pero era mejor que hacerlo contra la pared o contra el rostro de Charlie Flint, el capullo que me había endosado aquellos maniquíes como si fueran víctimas. Creí que había hecho una heroicidad, pero solo fue una pérdida de tiempo y el motivo de las burlas de todos mis compañeros.

Mi madre llamó a la puerta de la habitación y puso fin a mi momento de autocompasión.

—Te he traído algo de cenar —musitó, insegura—. ¿Estás bien?

Encendí la luz de la mesilla y me conmovió su aspecto: había estado llorando. Los ojos hinchados y la nariz enrojecida la delataron.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está papá?

Un encogimiento de hombros fue la única respuesta que recibí. Se entretuvo unos segundos en ordenar la ropa que yo había dejado tirada de cualquier forma y le di el espacio que necesitaba. Era una mujer fuerte, decidida, valiente, salvo cuando tenía que enfrentarse al miedo de perdernos a papá o a mí.

No obstante, no podía haber pasado nada grave, o yo lo sabría.

—Tu padre ha ido a ver a un compañero de otra unidad. Nada importante.

—Y, entonces, ¿por qué estás así?

Volvió a encogerse de hombros y no la presioné. Formaba parte de su manera de protegerse, por si algún día era el teléfono de nuestra casa el que sonaba en el silencio de la noche. Por si los siguientes éramos nosotros.

Me levanté de la cama y la abracé con cariño. Ojalá hubiera podido prometerle que todo iba a ir bien, que no tenía que preocuparse. Pero no podía hacer eso, no podía mentirle. La nuestra era una profesión de riesgo, donde cualquier imprevisto podía alterar el curso normal de nuestras vidas para siempre. Mi padre y yo lo sabíamos y ella también, lo había aprendido a la fuerza.

La estreché más fuerte cuando la oí suspirar. Me dolía su congoja. Me sentía responsable de buena parte de su preocupación. Ella eligió amar a un bombero, fue su decisión, pero seguir los pasos de mi padre fue la mía, y le había causado una herida que no tenía alivio ni cura, que era para siempre.

—Creo que cenaré abajo contigo y después podemos ver el nuevo episodio de la familia esa que tanto te gusta. ¿Cómo se llaman?

La tribu de los Brady —respondió más animada—. Me encanta la criada.

Y a mí me encantaba verla sonreír de nuevo.

Deja que entre el sol

Подняться наверх