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2. NO TODO ES LO MISMO: GRAFITI Y ARTE URBANO

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El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el grafiti en los siguientes términos: “Firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente”. Se trata, sin embargo, de una definición acaso demasiado general y omnicomprensiva. Convendría distinguir. En efecto ¿son las normas aplicables, y la propia percepción social, las mismas para todo el abanico de intervenciones, o por el contrario difieren según el valor artístico, temática, existencia o no de autorización y otros factores? Es relativamente normal referirse al grafiti de manera genérica, y los términos “grafiti” y “arte urbano” –traducción más utilizada del término “Street Art”– son hasta cierto punto intercambiables. Pero hay algunas características que nos permiten distinguirlos. El “grafiti” suele asociarse con la ilegalidad y las posiciones “antisistema” y a menudo tiene el objetivo de “marcar” el territorio entre los propios grafiteros. Su ejecución suele ser muy rápida y en superficies no autorizadas (muros, trenes, persianas…), su forma consiste mayoritariamente en letras o palabras y su técnica pictórica se basa en el uso del espray o aerosol aplicado directamente sobre la superficie. El “Street Art” o “arte urbano”, en cambio, consiste principalmente en imágenes y su pretensión no es “marcar” para los colegas sino realizar una obra dirigida al público en general. Su ejecución es más lenta y a menudo necesita técnicas más sofisticadas, como la preparación del muro. También es común el uso de medios importantes, como andamios o grúas, cuando se trata de pinturas de gran envergadura. Ello hace que con frecuencia se trabaje con la autorización o incluso por encargo del propietario del edificio o soporte. Como quiera que sea, bajo la categorización de grafiti o arte urbano, las pintadas en la calle tienen algo en común: son arte público, solicitado o no, pero disponible en los muros y superficies exteriores para todo el mundo que lo quiera ver o no pueda evitarlo aun queriendo. Se trata de pintar las paredes para ser vistas, respondiendo acaso al mismo impulso que llevó a los hombres y mujeres del paleolítico a pintar las cuevas de Altamira.

El término “grafiti”, de claras raíces italianas y en última instancia griegas, se acuñó en los años 70 en los ambientes alternativos de Nueva york y de ahí pasó a Europa, concretamente a Gran Bretaña, acompañando al movimiento “Punk” en la década de los 80. El “grafiti”, como se viene diciendo, está asociado a una actividad ilegal y normalmente sugiere poco atractivo estético, o por lo menos no conforme la estética mayoritaria…hasta que se convierte en tendencia y empieza a ser reproducido en carpetas, carteras escolares y sudaderas de los más famosos cantantes de “hip-hop” y crea a su alrededor una gran industria química de “sprays” o aerosoles elaborados específicamente con el fin de pintar paredes22. De hecho, el grafiti y el arte urbano se retroalimentan y algunos de los grafiteros que empiezan su actividad de manera ilegal se convierten más tarde en “artistas urbanos” cuyas obras alcanzan cifras extraordinarias en galerías y subastas de arte. En algunos casos llegan a alcanzar el estatus de celebridad. Las obras de Banksy, el misterioso artista urbano cuya identidad todavía es objeto de especulación, alcanzan valoraciones espectaculares y han llegado a venderse en subastas públicas, a veces con gran revuelo mediático como sucedió cuando una de ellas se autodestruyó en directo justo en el momento de adjudicarse a la puja más alta. Banksy, además de crear obras con un claro mensaje de justicia y crítica social, impulsa y sufraga proyectos como el barco Louis Michel dedicado al rescate de refugiados en el Mediterráneo y decorado con el famoso stencil o estarcido (imagen realizada con una plantilla) de la niña con el salvavidas en forma de corazón.

En realidad, nos movemos entre el vandalismo y el arte, sin descartar su posible y no infrecuente acumulación23. Bajo el término grafiti, usado en su sentido más amplio e impreciso, han ido apareciendo términos que se importan directamente en inglés en la jerga de los grafiteros como los “tags”, “throwups” y “pieces”. De alguna manera, pueden verse como diferentes estadios de una misma manifestación creativa caracterizada por la ejecución rápida y el uso, aunque no siempre, del espray24. El objetivo primario de los grafiteros, en activa competencia entre ellos, sería popularizar su firma, marcar zonas y lanzar mensajes. También cabría incluir en el “grafiti” los “stencils” o estarcidos, ejecutados con plantillas hechas con una lámina de plástico o metal fino que permiten dibujar rápidamente sobre la pared una imagen o palabras disparando el espray sobre ellos. Con este sistema se puede realizar con tranquilidad el trabajo artístico en casa o en el estudio para luego crear la pieza en la calle a gran velocidad y poco riesgo, ya lo haga el propio artista o un operario a sus órdenes.

A diferencia del “grafiti”, el término “arte urbano” (“street art”) es una categoría muy amplia que se asocia a las imágenes, ilustraciones o símbolos dirigidos, como ya se explicado, no tanto a los colegas como al público en general. Cualquier persona puede entender las obras de Banksy. Los destinatarios de sus incisivos mensajes no son los grafiteros sino la sociedad en su conjunto, a la que brinda hermosos y estimulantes motivos de reflexión. Mucho “arte urbano”, además, se hace con autorización del propietario del soporte e incluso con el patrocinio de empresas o autoridades. Obras monumentales como por ejemplo las de Aryz no pueden ejecutarse sin grúas, permisos, seguros y recursos económicos25. Pero este elemento, que reconduce al mundo de la legalidad, no es imprescindible. “Arte urbano” puede incluir también paredes pintadas en fábricas abandonadas o muros en zonas poco concurridas en las que, aun no habiendo permisos, parece haber alguna tolerancia o, al menos, una propiedad menos celosa de sus prerrogativas. Generalmente, aunque no siempre, el contenido del arte urbano es figurativo. En cuanto a las técnicas, no está asociado necesariamente con el espray, sino que se puede ejecutar con pintura plástica, rodillo y otros medios más sofisticados y requiere más planificación que el grafiti26. Cabe observar que, si bien el arte urbano suele materializarse en creaciones bidimensionales, no hay que excluir que, dentro de la categoría, se incluyan también creaciones tridimensionales, como por ejemplo, piezas escultóricas u objetos que el autor crea en su estudio y luego abandona en la calle o bien piezas creadas in situ. Es interesante observar cómo los grafiteros y artistas urbanos han llevado al espacio público las tradicionales obras bidimensionales que sólo raramente se exhibían en él. Para las esculturas, en cambio, ese era ya un espacio natural desde la antigüedad. La novedad sería la aparición de objetos tridimensionales no encargados y ubicados en la vía pública sin autorización, junto con el hecho –también notable– de que la escultura tradicional haya bajado de su pedestal y se haya colocado al nivel de los ciudadanos a los que se abren posibilidades más allá de la simple contemplación distante. Finalmente, el arte urbano ha sido también una herramienta utilizada por las administraciones como un espacio de articulación social. Valgan como ejemplo el ya consolidado “Lunetta a Colori”, un festival en un barrio periférico de Mantua que ha contribuido a la integración de jóvenes de más de diecisiete etnias27, así como otras iniciativas que, apoyándose en la comunidad de artistas urbanos, llenan de color espacios grises, como la decoración de los pilares del viaducto de la carretera C-33 en el municipio barcelonés de Montcada i Reixac28.

Anuario Iberoamericano de Derecho del Arte 2020

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