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6. La castración de Urano

a. Urano engendró a los Titanes en la Madre Tierra después de haber arrojado a sus hijos rebeldes, los Cíclopes, al Tártaro, un lugar tenebroso en el mundo subterráneo que está tan lejos de la tierra como ésta del cielo. Un yunque que cayera en él tardaría nueve días en tocar fondo. En venganza, la Madre Tierra convenció a los Titanes para que atacaran a su padre, y así lo hicieron, encabezados por Crono, el más joven de los siete, al que ella armó con una hoz de pedernal. Sorprendieron a Urano mientras dormía, y con la hoz de pedernal, el despiadado Crono lo castró sujetando sus genitales con la mano izquierda (que desde entonces se ha considerado la mano de mal agüero) para arrojarlos después al mar, junto con la hoz, en el cabo Drépano. Pero algunas gotas de sangre que salieron de la herida fueron a caer en la Madre Tierra, que parió a las tres Erinias, furias que vengan los crímenes de parricidio y perjurio, llamadas Alecto, Tisífone y Mégera. De esta sangre nacieron también las ninfas del fresno, llamadas Melíades.

b. Los Titanes entonces liberaron a los Cíclopes del Tártaro y pusieron la soberanía de la tierra en manos de Crono.

Sin embargo, en cuanto Crono se sintió amo absoluto de todo, desterró nuevamente a los Cíclopes al Tártaro junto con los hombres de cien manos, y, tomando a su hermana Rea como esposa, gobernó en Élide.1

1. Hesíodo, que recoge este mito, era cadmeo, y los cadmeos llegaron de Asia Menor (véase 59.5), seguramente por la caída del imperio hitita, llevando con ellos la historia de la castración de Urano. Se sabe, no obstante, que el mito no era de creación hitita, ya que se ha descubierto una versión anterior hurrita (horita). La versión de Hesíodo puede que refleje una alianza entre varios pobladores prehelénicos de la Grecia central y meridional, cuyas tribus dominantes fomentaron el culto de los Titanes frente a los primitivos invasores helénicos del norte. Salieron vencedores en la guerra, e inmediatamente establecieron un protectorado sobre los pueblos nativos del norte a los que habían liberado. La castración de Urano no es necesariamente metafórica si algunos de los vencedores procedían de África Oriental, donde, hasta el día de hoy, los guerreros gallas llevan al combate una hoz en miniatura para castrar a sus enemigos. Existen estrechas afinidades entre los ritos religiosos africanos y los de la primitiva Grecia.

2. Los griegos posteriores leían «Crono» como Chronos, «Padre Tiempo», con su implacable hoz. Pero se le representa en compañía de un cuervo, como a Apolo, Asclepio, Saturno y al primitivo dios británico Bran; y probablemente cronos significa «cuervo», como el latín comix y el griego corone. El cuervo era un ave oracular que supuestamente albergaba el alma de un rey sagrado después de haber sido sacrificado (véanse 25.5 y 50.7).

3. Aquí las tres Erinias, o Furias, que nacieron de las gotas de sangre de Urano, son la triple manifestación de la diosa misma; es decir, durante el sacrificio del rey, destinado a hacer fértiles los campos y los huertos, las sacerdotisas seguramente llevaban amenazadoras máscaras de Gorgona para ahuyentar a los visitantes profanos. Los genitales parecen haber sido arrojados al mar para estimular la procreación de los peces. El mitógrafo entiende que las vengativas Erinias advirtieron a Zeus que no castrara a Crono con la misma hoz, pero su función original era vengar las injurias infligidas solamente a una madre, o a quien suplicaba la protección de la diosa del Hogar (véanse 105k, 107.d y 113.a), pero nada relacionado con el padre.

4. Las ninfas del fresno son las tres Furias con un humor más festivo. El rey sagrado era ofrecido al fresno, utilizado originalmente en las ceremonias de invocación de la lluvia (véase 57.7). En Escandinavia se convirtió en el árbol de la magia universal: las tres Nomas, o Parcas, dispensaban justicia bajo un fresno al que Odín, proclamándose padre de la humanidad, convirtió en su corcel mágico. Las mujeres debieron de ser las primeras invocadoras de la lluvia en Grecia, lo mismo que en Libia.

5. Las hoces dentadas neolíticas de hueso, pedernal u obsidiana parecen haber seguido teniendo un uso ritual mucho después de ser sustituidas como instrumentos agrícolas por hoces de bronce y de hierro.

6. Los hititas hacen que Kumarbi (Crono) arranque de un mordisco los genitales del dios del cielo Anu (Urano), tragando parte del semen y escupiendo el resto en el monte Kansura, donde se transforma en una diosa. El dios del Amor concebido así por él es cortado de su costado por Ea, hermano de Anu. Los griegos combinaron estos dos nacimientos en un cuento sobre cómo Afrodita surgió de un mar impregnado por los genitales amputados de Urano (véase 10.b). Kumarbi tiene posteriormente un hijo nacido de su muslo —tal como Dioniso renació de Zeus (véase 21 .b)—, que monta en un carro de tempestad tirado por un toro y acude en ayuda de Anu. El «cuchillo que separó la tierra del cielo» aparece en la misma historia como el arma con la que es destruido el hijo de Kumarbi, el gigante nacido de la tierra Ullikummi (véase 35.4).

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