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3. El mito olímpico de la creación

a. Al principio de todas las cosas la Madre Tierra surgió del Caos y, mientras dormía, parió a su hijo Urano. Mirándola tiernamente desde lo alto de las montañas, derramó lluvia fértil sobre sus grietas ocultas y ella concibió la hierba, las flores y los árboles, con los animales y las aves que podían vivir en ese entorno. Esta misma lluvia produjo las corrientes fluviales y llenó las cavidades con agua, y fue así como aparecieron los lagos y mares.

b. Los primeros hijos de la Madre Tierra, de forma semihumana, fueron los Gigantes de Cien Manos llamados Briareo, Giges y Coto. Luego aparecieron el viento salvaje, los tres brutales Cíclopes de un solo ojo, maestros herreros y constructores de gigantescas murallas, originariamente procedentes de Tracia, luego de Creta y Licia,1 cuyos hijos encontró Odiseo en Sicilia.2 Sus nombres eran Brontes, Estéropes y Ar ges, y sus fantasmas habitan las cavernas del volcán Etna desde que Apolo los mató en venganza por la muerte de Asclepio.

c. Sin embargo, los libios aseguran que Garamante nació antes que los de las cien manos y que, cuando emergió de la planicie, ofreció a la Madre Tierra un sacrificio de bellotas dulces.3

1. Este mito patriarcal de Urano fue aceptado oficialmente en el sistema religioso olímpico. Urano, cuyo nombre vino a significar el «cielo», parece haber ganado su posición como Padre Original al ser identificado con el dios pastoral Varuna, uno de los integrantes de la trinidad masculina aria. Pero su nombre griego es una forma masculina de Ur-ana («reina de las montañas», «reina del verano», «reina de los vientos» o «reina de los bueyes salvajes»), es decir, la diosa en su aspecto orgiástico estival. El matrimonio de Urano con la Madre Tierra recoge una primitiva invasión helénica del norte de Grecia que permitió al pueblo de Varuna afirmar que él había sido el padre de las tribus nativas que encontró allí, aunque reconocían que era el hijo de la Madre Tierra. Una enmienda al mito recogida por Apolodoro dice que la Tierra y el Cielo se separaron en una batalla mortal y posteriormente volvieron a unirse por amor. Esto también lo mencionan Eurípides (Melanipo el sabio, fragmento 484, ed. Nauck) y Apolonio de Rodas (Argonáutica, i.494). La mortal lucha debe de referirse al choque que provocó la invasión helénica entre los principios matriarcales y patriarcales. Giges («nacido de la tierra») tiene otra forma, gigas (gigante), y en el mito los gigantes se asocian con las montañas del norte de Grecia. Briareo («fuerte») también era llamado Egeón (Ilíada, i.403) y por tanto es posible que su pueblo fueran los libio-tracios, cuya diosa-cabra Egis (véase 8./) dio nombre al mar Egeo. Coto fue el antepasado epónimo (dador de nombre) de los cotianos que adoraban a la orgiástica Cotito, y difundieron su culto desde Tracia por todo el noroeste de Europa. Estas tribus se encuentran descritas como «las cien manos», tal vez porque sus sacerdotisas estaban organizadas en colegios de cincuenta, como las Danaides y las Nereidas, o quizás porque los hombres estaban organizados militarmente en grupos de cien, como los primeros romanos.

2. Parece que los cíclopes fueron un gremio de forjadores de bronce de la primitiva Hélade. Cíclope significa «el de ojo en forma de anillo», y es muy probable que tuvieran tatuados anillos concéntricos en la frente en honor al sol, fuente de energía de sus hornos de forja. Los tracios continuaron la tradición de tatuarse hasta la época clásica (véase 28.2). Los círculos concéntricos son parte del misterio de la herrería: con el fin de forjar vasijas, yelmos o máscaras rituales, el herrero se guiaba por los círculos trazados por un compás alrededor del eje del disco plano sobre el cual trabajaba. Los cíclopes también se representan con un solo ojo en el sentido de que los herreros se tapan un ojo con un parche para protegerse de las chispas. Más tarde, su identidad cayó en el olvido y los mitógrafos situaron caprichosamente sus espíritus en las cavernas del Etna para dar una explicación al humo y el fuego que salía de su cráter (véase 35.7). Entre Tracia, Creta y Licia existía una estrecha conexión cultural. Los cíclopes debieron de sentirse en su elemento en todas estas tierras. La primitiva cultura del Hélade se extendió asimismo a Sicilia, pero también puede ser (como sugirió por primera vez Samuel Butler) que la composición siciliana de la Odisea explique la presencia de los cíclopes allí (véase 170.¿>). Los nombres de Brontes, Estéropes y Arges («trueno», «rayo» y «resplandor») son invenciones posteriores.

3. Garamante es el antepasado epónimo de los garamantas libios que ocuparon el oasis de Djado, al sur de Fezán, y que fueron conquistados por el general romano Balbo en el año 19 a.C. Se dice que eran de raza cusita-bereber, y en el siglo II d.C. fueron sometidos por los lemta, bereberes matrilineales. Posteriormente se mezclaron con los aborígenes negros de la margen meridional del Alto Níger y adoptaron su lengua. Hoy en día sobreviven en una única aldea bajo el nombre de koromantses. Garamante proviene de los vocablos gara, man y te, que juntos significan «pueblo del estado de Gara». Parece ser que Gara era la diosa Ker, o Q’re, o Car (véanse 82.6 y 86.2), que estaba asociada con la apicultura y dio su nombre, entre otros, a los carios. Las bellotas dulces, alimento básico en el mundo antiguo antes de la introducción de los cereales, se daban en Libia, y la colonia garamanta de Ammon se unió con la de Dodona, del norte de Grecia, formando una liga religiosa que, según sir Flinders Petrie, pudo haberse originado ya en el tercer milenio a.C. Ambos enclaves tenían un antiguo oráculo-roble (véase 51.a). Herodoto describe a los garamantas como un pueblo pacífico pero poderoso, que cultivaba la palmera datilera, sembraba grano y criaba ganado (iv. 174 y 183).

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