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13. Zeus y Hera

a. Sólo Zeus, Padre del Cielo, era capaz de blandir el rayo; y sólo con la amenaza de su descarga fatal podía controlar a su rebelde y pendenciera familia del monte Olimpo. También gobernaba los cuerpos celestiales, dictaba leyes, hacía cumplir los juramentos y pronunciaba oráculos. Cuando su madre Rea, previendo los problemas que acarrearía su lujuria, le prohibió casarse, la amenazó furiosamente con violarla. Aunque ella se transformó al instante en una amenazadora serpiente, esto no amedrentó a Zeus, que se convirtió en una serpiente macho y, enroscándose alrededor de ella en un lazo indisoluble, cumplió su amenaza.1 Así fue como inició su larga serie de aventuras amorosas. En Te mis engendró a las Cuatro Estaciones y las Tres Parcas; en Eurínome a las Cárites; en Mnemósine a las Tres Musas, yaciendo con ella durante nueve noches; e incluso hay quien dice que también engendró en la ninfa Éstige a Perséfone, reina del mundo subterráneo, con quien se casó obligado su hermano Hades.2 Así pues, era poderoso tanto en el cielo como en la tierra, y su esposa Hera era igual a él sólo en una cosa: que podía otorgar el don de la profecía a cualquier hombre o bestia que le apeteciese.3

b. Zeus y Hera discutían constantemente. Enojada por sus infidelidades, ella le vejaba frecuentemente con sus maquinaciones. Aunque él le confiaba sus secretos, y en ocasiones aceptaba su consejo, nunca confiaba plenamente en Hera, y ella sabía que si se le ofendía más allá de cierto límite, era capaz de azotarla e incluso descargar su rayo sobre ella. De ahí que Hera recurriera a sus despiadadas intrigas, como en el asunto del nacimiento de Heracles; en otras ocasiones tomaba prestado el ceñidor de Afrodita para atizar su pasión y debilitar así su voluntad. Él aseguraba ser el primer hijo nacido de Crono.4

c. Llegó un momento en que el orgullo y la petulancia de Zeus resultaban tan insoportables que Hera, Posidón, Apolo y todas las demás deidades olímpicas, a excepción de Hestia, le rodearon por sorpresa mientras dormía en su lecho y le ataron con correas de cuero crudo, haciendo cien nudos para que no pudiera moverse. Él les amenazó con matarlos al instante, pero ellos habían puesto el rayo fuera de su alcance y se burlaron descaradamente de él. Mientras celebraban su victoria y discutían celosamente quién iba a ser el sucesor, la nereida Tetis, previendo una guerra civil en el Olimpo, corrió en busca del gigante de cien manos Briareo, quien rápidamente desató las correas utilizando todas sus manos al mismo tiempo y liberando así a su señor. Puesto que había sido Hera quien había tramado la conspiración, Zeus la colgó del cielo con un brazalete de oro en cada muñeca y un yunque atado a cada tobillo. Los otros dioses estaban irritados al máximo, pero no se atrevieron a liberarla a pesar de sus llantos lastimeros. Al final Zeus accedió a soltarla si ellos juraban no volver a rebelarse contra él, cosa que fueron haciendo todos aunque de mala gana. Zeus castigó a Posidón y Apolo enviándoles como lacayos del rey Laomedonte, para el cual construyeron la ciudad de Troya, pero perdonó a los demás por haber actuado bajo coacción.5

1. Las relaciones matrimoniales de Zeus y Hera son un reflejo de las existentes en la época doria bárbara, cuando las mujeres habían sido privadas de todos sus poderes mágicos excepto el de la profecía, y eran consideradas simples posesiones. Es posible que el suceso en el cual el poder de Zeus fue salvado solamente por Tetis y Briareo después de haber conspirado contra él los otros dioses olímpicos fuera una revolución palaciega de los príncipes vasallos del Supremo Rey heleno, que estuvieron a punto de destronarle; y curiosamente la ayuda vino de una compañía de tropas domésticas no helénicas reclutadas en Macedonia, patria de Briareo, y de un destacamento de magnesios, compatriotas de Tetis. De ser así, la conspiración habría sido instigada por la suma sacerdotisa de Hera, a quien el rey supremo humilló posteriormente, según describe el mito.

2. La violación de Zeus a la diosa de la tierra, Rea, implica que los helenos adoradores de Zeus se hicieron cargo de todas las ceremonias agrícolas y funerarias. Ella le había prohibido contraer matrimonio, en el sentido de que hasta entonces la monogamia era algo desconocido y las mujeres tomaban cuantos amantes se les antojaban. Su paternidad de las Cuatro Estaciones con Temis significa que los helenos asumieron también el control del calendario: Temis («orden») era la Gran Diosa que regía el año de trece meses, dividido en dos estaciones por los solsticios de verano e invierno. En Atenas estas estaciones estaban personificadas como Talo y Carpo (originalmente «Carpho»), que significan, respectivamente, «brote» y «marchitación», y en su templo había un altar dedicado al dios fálico Dioniso (véase 27.5). Aparecen en una talla hecha en una roca en Hatusa, o Pteria, donde representan el doble aspecto de la diosa-leona Hepta, llevada en las alas de un águila-sol de dos cabezas.

3. Caris («gracia») había sido la diosa en el aspecto cautivador que presentaba cuando la suma sacerdotisa elegía al rey sagrado como amante. Homero menciona dos Cárites: Pasítea y Cale, lo que parece ser una separación forzada de tres palabras: Pasi, thea, cale, o «diosa que aparece bella a todos los hombres». Las dos Cárites, Auxo («crecimiento») y Hegémone («maestría»), a quienes honraban los atenienses, se correspondían con las dos Estaciones. Posteriormente las Cárites fueron adoradas como una tríada, correspondiendo a las Tres Parcas —la triple diosa en su aspecto más inflexible (véase 106.3). El hecho de que fueran hijas de Zeus, nacidas de Eurínome la Creadora, implica que el todopoderoso señor heleno podía disponer de todas las jóvenes en edad casadera.

4. Las Musas («diosas de las montañas»), que originalmente fueron una tríada (Pausanias: ix. 19.2), son la triple diosa en su aspecto orgiástico. La proclamación de su paternidad por parte de Zeus es tardía. Hesíodo las llama hijas de la Madre Tierra y el Aire.

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