Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 26

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Enloda usted el buen nombre de Nuestra Señora de los Charcos

No era necesario ser amigo de doña Bibiana para que ella te permitiera visitar su finca de tierra caliente. Bastaba con que uno le cayera bien. “Usted me cae bien, puede ir a bañarse a los charcos de mi finca, pero necesitará un mapa y una carta de autorización. Hable con mi secretaria”. ¡Un mapa y una carta de autorización! Supuse que se me iban a abrir las puertas de una casona de la época de la colonia en perfecto estado. Tras un viaje de una hora y media por caminos destapados, me encontré ante unas ruinas parcialmente cubiertas con tejas de Eternit. Hice lo que había que hacer: eché chispas. El mayordomo me dijo que a todos los invitados de la señora les pasaba lo mismo y que en los charcos se les arreglaba el carácter. Como yo no quería que el mío se arreglara, cogí el camino de regreso con la intención de increpar a doña Bibiana y a su secretaria. No estaba la primera. A la segunda no la afectó en lo más mínimo mi pataleta y remató su indolencia con unas palabras de templo. “Despreció usted una piscina probática, sus demonios se lo agradecerán”. Al otro día, esos demonios me llevaron de vuelta a la hacienda con una casa fantasma, donde escuché, de labios de un mayordomo embriagado, cosas terribles acerca de su patrona. Un mayordomo que llevaba ahí diez años. Supuse que la piscina probática nunca se vería manchada de sangre.

A esa fea no se le abre la puerta

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