Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 40

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No todo olía a Christian Dior

(Un cuento de navidad)

Un 23 de diciembre, a eso de las diez de la mañana, me entró una llamada de Miami. Era el doctor Ocampo, para decirme que los Londoño, los propietarios de Cafarnaúm, la inmensa finca de al lado, querían que me sumara a su fiesta de navidad. Yo no conocía a esa gente. El exitoso abogado la calificó de “muy bien”. En Miami, alguien más bien descreído que a veces me prestaba una de sus fincas, se preocupaba por la salud de mi espíritu navideño. Nos conocimos en la facultad de derecho de la Universidad de Antioquia. Él se dedicó a asesorar a la mafia local, y yo, a impartir justicia en juzgados de pueblos caribeños del departamento, como Turbo y Apartadó. Durante muchos años preferí el mar a las montañas. Me intrigó lo de “muy bien”. Yo había tratado a gente bien, más o menos bien y maluca, pero jamás a la muy. Para hacerlo, es necesario ser socio de los clubs más exclusivos de Medellín. El doctor Ocampo no salía de esas estratosferas. Sin duda, fue en El Campestre o en El Unión donde conoció a los Londoño. El mayordomo de la finca donde me hospedaba (solo, como siempre), me confirmó la apreciación de su patrono. “Gente muy bien, pero también muy amarrada”. El espíritu navideño me infundió una idea ruinosa. Me fui para mi centro comercial favorito, a comprar regalos de categoría. Los centros comerciales son nuestra segunda casa. En El Tesoro, uno no se siente en Medellín, sino en Miami. Hasta los precios son miamenses. Me decidí por diez perfumes de la casa Dior, que estaban en realización. Cinco para hombres y cinco para mujeres. Como mi informante de turno me dijo que los mayordomos de Cafarnaúm tenían una niña y un niño, también compré una Barbie y un superhéroe. Muñecos de primera. Cuando uno se mete a rey mago (detesto a Papá Noel), hay que renunciar al espíritu del ahorro, como hacen los mafiosos. Me recibió la dueña de casa. Muy peripuesta y muy analítica. Me sentí escaneado. A ella le sorprendió que me supiera los nombres de sus criados. Esto para don Arnulfo, esto para doña Luz Dary, esto para la pequeña Yesica, esto para el pequeño Yeison… El cuarto rey mago se apareció con doce regalos que hicieron la felicidad de doce personas que no pertenecían al estrato muy. A los anfitriones no les gustó mi performance de personaje de pesebre. El señor dijo que mi insólita generosidad era un tarjeta navideña que había que leer entre líneas, y la señora, que prefería las tarjetas de un solo sentido, así fueran de mal gusto. Doña Luz Dary, ahora despidiendo el mismo aroma de su ama, medio arregló la situación. Quédese, quédese, que la natilla está muy buena. No solo la natilla. También los buñuelos, las hojuelas, el chicharrón y las empanaditas de papa y de carne. Very, very. El feliz propietario del Hombre Araña no se apartó en ningún momento del forastero que había viajado desde Oriente.

A esa fea no se le abre la puerta

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