Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 38

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¿Capilla o piscina?

Un 24 de diciembre de fines de los años cincuenta o principios de los sesenta, el primo bohemio de mi papá se apareció manivacío en Arabia, la finca de clima templado donde entonces vivíamos. El hombre que siempre andaba con libros (se decía que la mayoría de ellos caían en su poder gracias a un vuelo de manos inconfesable), dijo que le pusieran una canción lacrimógena que el anfitrión detestaba (por lacrimógena) y que habría horrorizado a Borges. “Para qué los libros, para qué Dios mío”. Mi papá le advirtió que si pedía esa canción en San Marcial, la finca de al lado, no le darían aguardiente, sino aguarrás. No era una advertencia gratuita. Los dueños de esa finca, los Naranjo Villegas, se alimentaban de libros. Hablar con ellos era como hablar con una enciclopedia. San Marcial proponía un programa no apto para muchachos. Además de una gran biblioteca, tenía una capilla. Y no una cualquiera, pues se le había confiado una custodia. Era el escenario ideal para que San Marcial se apareciera, pero ese santo no existió. No puede hacer milagros. Los Naranjo Villegas, tan leídos ellos, tan sabidos, vivían en un error. En más de un error vivimos todos. Nos vamos con uno o ambos ojos vendados, autoengañados o engañados por los otros. Esto va para arenga del Siglo de las Luces. No más. Hasta aquí la arrogancia intelectual. Volvamos a la finca que no tenía capilla, pero sí el bien que bastaba para convertirla en un buen patio de recreo. Señor descreído, señor bohemio, usted, que se las sabe todas, ¿qué es más conveniente para la educación de una familia, una finca con capilla o una con piscina? Ese dilema tiene fácil solución. En la primera, los niños aprenden a ser sumisos. En la segunda, a defenderse por su propia cuenta. ¿Qué coge un niño en una capilla? Miedos. ¿Y qué coge en una piscina? Agallas. Si yo hubiese tenido hijos, no los habría animado a sumergirse en una biblioteca ni una capilla, sino en una piscina con mucho fondo. El primo bohemio de mi papá chapoteó en la primera, para nada. No escribió ni un solo libro. Pensándolo bien, para qué. La canción que él pidió un 24 de diciembre ya me llega más que la cantaleta de la secta que preside la viuda de Borges.

A esa fea no se le abre la puerta

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