Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 28

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No mirarás hacia atrás

Navegando por aquí y navegando por allá, el señor Sánchez ha vuelto a verse con algunos de sus compañeros del colegio y la universidad. Otra razón para elogiar la tecnología. Uno se sumerge en el inmenso mar de míster Zuckerberg, la otra casa de medio mundo (casa con poderes que no han sido bien estudiados), y de pronto tropieza con un nombre que lo transporta al tiempo de las amistades desinteresadas. En la vejez no es fácil hacer amistades. A los cincuenta, don Quijote entabla una buena amistad con Sancho. Se nos ha asegurado una y otra vez que el segundo es un modelo de cordura. Uno se pregunta si una persona en sano juicio puede hacer buenas migas con un trastornado. Los locos no se entienden con nadie, ni siquiera consigo mismo. Los pragmáticos no secundan las causas fantasiosas. ¿Por qué también a Sancho le da por emprender una vida tan distinta de la que ha llevado?, ¿qué le pasa a la cabeza que no se levantó entre libros? El lector se estará diciendo que ahora el autor desvaría, que su quijotesca digresión denota un desorden. Para callarlo, reanudemos la historia del reencuentro del señor Sánchez con un tal Amílcar Araujo. En la Universidad de Antioquia, el segundo tenía claro lo esencial (lo esencial, según su ideología). Quién era el amigo y quién el enemigo. A quién había que perdonar y a quién no. Un pequeño libro de pastas rojas lo había iluminado. Algunos decían que Araujo no tenía ideas, sino consignas. No había que tomarlos en serio: esos muchachos pertenecían a la abominable secta de los reaccionarios. Eran consignas sublimes, dignas de un evangelio. Una de ellas, “La tierra es para quien la trabaja”, no la habría suscrito el poeta de Nazaret. A Jesús no le sonaba eso de ganarse el pan con el sudor de la frente. Mirad los pájaros del cielo y los lirios del campo. Jesús nos aconsejó que prefiriéramos el reino de allá a los reinitos de aquí. Como no le hicimos caso, la humanidad evolucionó y por doquier se impuso la religión sin un libro sagrado del consumismo. Se ha pronosticado que el camino inevitable nos llevará al abismo. “El fin se acerca”. Araujo pronosticaba que se acercaba el fin de la era de la explotación del hombre por el hombre. A su compañero de apellido Sánchez, le parecía que la futurología no reunía los requisitos para ser considerada como una ciencia. En el encuentro real del creyente y el escéptico, en la tierra del primero (el hombre tenía algo más que un metro cuadrado en donde caerse muerto), no se habló del pasado, solo del presente. El rico propietario habló de lo único que hay que hablar: el éxito. El tema del fracaso se lo dejamos a los poetas. Tantas hectáreas, tantos nacimientos de agua, tantos árboles frutales, tantas reses, tantos caballos. Algunos de esos elementos figuran en el muro de Facebook del señor Sánchez. Las últimas imágenes del correspondiente álbum —todo sobre la choza donde viven el mayordomo y los suyos—nos remontan a los tiempos de Jesús. A uno le entran ganas de agregarle a ese pesebre de tierra caliente, por medio de una aplicación que traen casi todos los celulares, un ángel, tres reyes en camello y una docena de pastorcitos.

A esa fea no se le abre la puerta

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