Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 32

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La mejor sesión

Mientras Medellín alcanzaba un clímax de cine negro (bombas, asesinatos de policías, ajustes de cuentas), Lucía se volvía cinéfila. Su teatro favorito era el Libia, que prefería el cine europeo al entretenido. Veía dos o tres películas al día. La única sesión que le parecía imprescindible, podría decirse que sagrada, era la primera, a la que no iba nadie. Ella no soportaba los ruidos en su más allá. En una de esas sesiones sin crispetas ni cuchicheos, se fue de pronto la luz, y ella se quedó ahí, imaginando el resto de la historia. Salió más cambiada que nunca.

A esa fea no se le abre la puerta

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