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LOS SINSABORES DE LA IGUALDAD

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Es evidente, al menos desde la perspectiva del psicoanálisis, que el sujeto moderno se halla atravesado por una doliente división entre su identidad y su diferencia; que se adhiere de manera voraz a la ideología de la igualdad, pero que no por ello deja de sufrir en la carne el tormento de su exclusividad. El ejemplo de la vivencia de las mujeres actuales es elocuente: a medida que obtienen el reconocimiento de su igualdad, las posibilidades para el ejercicio y el goce de su feminidad se deterioran. La paulatina pero irreversible detumescencia de los símbolos sagrados que distribuían el lugar y la función de cada sexo ha hecho surgir una nueva realidad: el peligro de extinción del macho. A pesar de que algunas teóricas feministas celebren con trompetas y atabales el advenimiento de una era sin hombres, la mayoría de las mujeres empieza a percibir las consecuencias más bien pírricas de su victoria.

¿Cómo ser mujer en un mundo desvirilizado? Más aún ¿seguirá teniendo sentido la noción de feminidad, cuyo encanto y sensualidad residió desde siempre en su misterio, en su profunda ambigüedad, en la equivocidad de sus máscaras y sus velos?

Si afinamos un poco más el enfoque de nuestro análisis, podemos advertir una diferencia entre los países anglosajones y los que se inscriben en la tradición europea católica y latina. En estos últimos parece imponerse una feminización de la vida, como forma de reordenamiento del goce que ha quedado desprovisto de sus referentes clásicos. Ser femenino es ser limpio y educado, respetuoso de las leyes, controlado en los impulsos, tierno y sensible, diversificado en la orientación de la libido, cuidadoso con el medio y la naturaleza, atento a la estética de la propia imagen y a la salud del cuerpo, moderado en el apetito carnívoro y dispuesto a las excelencias vegetarianas. Ser hombre o, mejor dicho, persistir en querer serlo es condenarse a ser visto como una mancha en el proceso purificatorio de la civilización.

En el radio anglosajón, por el contrario, la solución al goce se presenta de un modo más radical: la asexuación de los vínculos entre hombres y mujeres. Como lo ha expresado de manera magistral y conmovedora Coetzee en una de sus novelas, la sexualidad es una desgracia que debe ser vigilada y en lo posible arrancada de raíz.

Mujeres, una por una

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