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FANTASMAS DE DOMINIO
Оглавление«La criatura humana no tiene libertad sino que es libertad». Los movimientos de liberación política incluyen ahora a las llamadas «multitudes queer», que se colocan, según expresa un conspicuo representante de ese conjunto, en el límite de lo que la ansiedad de la cultura soporta, a menudo más allá de lo que autoriza esa misma ansiedad convertida en norma jurídica. Se colocan allí como una resistencia a los llamados sociales a una cierta «normalidad» sexual y con el ideal de decidir respecto de su sexo y de su goce: «...todo bajo el signo de una libertad absoluta constituyente de una nueva posibilidad: la del hombre soberano».
En esta promoción de lo que una teórica llamó los «little thousand tiny sexes», las teorías queer conciben al travesti como paradigma de la actuación de género, como en el caso de Judith Butler, el sadomasoquismo lesbiano como forma sexual «nueva y armónica», y se alimentan fantasmas de dominio que siguen siendo del orden de la ya mencionada ingenuidad de la perversión personal. Hay, sin embargo, cierta ganancia para este empuje que se enlaza con el empuje a decir todo, y es que, al dejarse de lado las reivindicaciones y la moral, aparecen de un modo más evidente síntomas que otrora se hubieran puesto a cuenta de la no aceptación social de la posición sexual. Sin embargo, el fantasma de dominio que recorre los llamados a la libertad absoluta ignorando el muro de lenguaje que instaura un imposible en cualquier relación sexual y, por ende, en cualquier intensificación del placer, está lejos de atisbar siquiera el sutil campo al que se refiere Lou cuando habla de la relación de una mujer con Dios. Es necesario entender que Dios es aquí el nombre de aquello que lleva a una mujer en su goce más allá del que obtiene en su relación con un hombre, pero que, para discernir ese más allá, necesita de ese hombre y que depende de con qué hombre se encuentre para que eso sea su perdición o no.
Pero aun en quienes proclaman al sujeto soberano, las comunidades «trans», se encuentra una prohibición. Eric Laurent da el siguiente ejemplo: «Los transexuales odian ser nombrados travestis [...] Y lo digo por haber tenido que recibir a transexuales, travestis o a sujetos sadomasoquistas. En cada uno de ellos se puede observar lo que está prohibido para ellos detrás del velo del odio para organizar su comunidad, para organizar una formación humana».
Quizás sea el odio el que arroje la diatriba del mencionado representante del movimiento queer contra el desencadenamiento de la maldad técnico-científica y ética del sistema a una alianza con la ciencia en el punto del empuje irrefrenable, ya que termina convergiendo (a través del uso de los objetos promovidos por la ciencia y con su idea del sujeto flexible a gozar del modo que se lo proponga), con una supuesta nueva neurobiología que también se proclama no estática ni determinista, al sostener que «la plasticidad de la red neuronal permite la inscripción de la experiencia» que estaría en la base de la memoria y el aprendizaje, por lo que la plasticidad «sería ni más ni menos que el mecanismo por el cual cada sujeto es singular y cada cerebro único».16