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LOS BESOS DEL PERRO

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Los lametones son la forma que Pump tiene de establecer contacto, mientras me alarga la pata delantera. Cuando llego a casa me recibe con sus lametones en la cara al inclinarme para acariciarla; cuando me quedo dormida en el sillón, me despierta con sus lametones; me lame las piernas hasta limpiarlas por completo de sal al regresar de correr; sentada a mi lado, me golpea la mano con la pata y hace que la abra para lamerme la piel suave y cálida de la palma.

Oigo decir a menudo a los propietarios de perros que verifican el amor que éstos les tienen por los besos que de ellos reciben al llegar a casa. Estos «besos» son lametones: el baboso lametón en la cara; el que se centra de forma exhaustiva en la mano; la solemne limpieza de alguna extremidad con la lengua. Confieso que considero los lametones de Pump un signo de cariño. «Cariño» y «amor» no son simplemente inventos recientes de una sociedad que trata a sus mascotas como si fueran personas en pequeño, a las que hay que calzar convenientemente cuando hace mal tiempo, disfrazar por Halloween, mimar con masajes y caricias, y acicalar. Antes de que existiera eso de la atención de día para perros, Charles Darwin (quien, estoy convencida, nunca disfrazó a su perrito de bruja ni de duende travieso) ya hablaba de los besos o lametones que recibía de sus perros, y lo dejó por escrito. Estaba seguro de su significado: los perros, escribió, tienen una «sorprendente forma de demostrar su afecto, la de lamer la mano o la cara de sus amos». ¿Estaba Darwin en lo cierto? A mí los besos me parecen cariñosos, pero ¿son gestos de cariño para el perro?

Empecemos por la mala noticia: los estudiosos de los cánidos salvajes —lobos, coyotes, zorros y otros perros salvajes— dicen que los cachorros lamen la cara y el hocico de su madre cuando regresa de cazar a la guarida para conseguir que les regurgite la comida. Parece que los lametones alrededor de la boca son lo que da pie a la madre a vomitar voluntariamente carne a medio digerir. Cuán decepcionada ha debido de sentirse Pump al no haberle regurgitado carne de conejo a medio comer ni una sola vez.

Además, a los perros les sabe muy bien nuestra boca. Al igual que los humanos y los lobos, poseen receptores del sabor para lo salado, lo dulce, lo amargo, lo ácido y hasta lo umami, un sabor mezcla de tierra, seta y alga marina que se puede percibir en el glutamato monosódico, un potenciador del sabor. La percepción de lo dulce que tienen los perros se procesa de forma un tanto distinta de la nuestra, en el sentido de que la sal realza la experiencia de los sabores dulces. En el perro abundan especialmente los receptores de lo dulce, aunque algunos edulcorantes —como la sacarosa y la fructosa— activan los receptores más que otros, como la glucosa. Podría ser un rasgo adaptativo en un omnívoro como el perro, para quien es útil poder distinguir entre plantas y frutos maduros y verdes. Resulta interesante que ni siquiera la sal pura active de inmediato los llamados receptores de lo salado de la lengua y el paladar del perro tal como los activa en los humanos. (Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre si los perros tienen o no receptores específicos de lo salado.) Pero no he tenido que reflexionar mucho sobre la conducta de Pump para percatarme de que cuando me lame la cara suele ser después de haber sido testigo de la ingestión por mi parte de una buena cantidad de comida.

Y ahora la buena noticia: como resultado de este uso funcional del lamer la boca —lo que para el lector y para mí son «besos»— este comportamiento se ha convertido en un cumplido ritual. En otras palabras, ya no sirve únicamente para pedir comida; ahora se emplea para saludar. Los perros y los lobos simplemente lamen el hocico para dar la bienvenida a otro perro que regresa a casa

e informarse a través del olor sobre dónde ha estado o qué ha hecho quien acaba de llegar. Las madres no sólo limpian a sus cachorros con sus lametones, sino que suelen lamerlos con intensidad cuando se juntan de nuevo después de una breve separación. Un perro joven o tímido puede lamerle el hocico o las zonas de alrededor a otro perro que se muestre agresivo para apaciguarlo. Los perros que se conocen suelen intercambiarse lametones cuando se encuentran por la calle sujetos con sus respectivas correas. Puede ser una forma de confirmar, mediante el olisqueo, que ese perro que acude disparado es quien uno cree que es. Estos lametones de saludo suelen ir acompañados del meneo de la cola, la apertura de la boca con intenciones lúdicas y una excitación general, por lo que no es exagerado decir que los lametones son una forma de manifestar la alegría al vernos regresar.

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