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CÓMO LOS LOBOS SE CONVIRTIERON EN PERROS

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Aunque no solemos pensar en ello, la historia de los perros, mucho antes de poseer el nuestro, tiene mucho más que ver con cómo es nuestro perro que con los detalles de su parentesco. Su historia empieza con los lobos.

Los lobos son perros sin accesorios. El abrigo que es la domesticación convierte a los perros en criaturas bastante diferentes.7 Un perro domesticado que se extravíe y se pierda tal vez no pueda sobrevivir por sí mismo más de unos días; en cambio, en el caso del lobo, la anatomía, el impulso del instinto y la sociabilidad se unen para hacer de él un animal muy adaptable. Son cánidos que se pueden encontrar en muy diversos medios: en desiertos, en bosques y en terrenos helados. La mayoría de ellos viven en manadas, con un compañero de apareamiento y entre cuatro y cuarenta lobos más jóvenes y normalmente emparentados entre sí. Las manadas de lobos trabajan de forma cooperativa, se reparten las tareas. Los de más edad pueden ayudar a criar a los lobeznos y todo el grupo trabaja conjuntamente en la caza de presas de gran tamaño. Son muy territoriales y dedican mucho tiempo a demarcar y defender sus fronteras.

Dentro de algunas de estas fronteras, hace decenas de miles de años, empezaron a aparecer los seres humanos. El Homo sapiens, después de superar sus formas habilis y erectus, se fue haciendo menos nómada y empezó a crear asentamientos. Las interacciones entre humanos y lobos empezaron antes incluso de que se iniciara la agricultura. En qué desembocaron estas interacciones es fuente de especulaciones. Una hipótesis es que las comunidades humanas relativamente asentadas producían gran cantidad de residuos, incluidos los alimenticios. Los lobos, que además de cazadores son carroñeros, habrían descubierto pronto esta fuente de alimentación. Quizá los más atrevidos consiguieron superar cualquier temor a estos nuevos animales humanos desnudos y empezaron a montarse banquetes donde se acumulaban los montones de sus sobras. De esta forma se habría iniciado una selección natural de los lobos que tenían menos miedo a los humanos.

Con el tiempo, los humanos toleraron a los lobos, tal vez porque tomaban algunos lobeznos como mascotas o, en tiempos de mayor necesidad, para alimentarse de ellos. Generación tras generación, los lobos más apacibles consiguieron vivir en los márgenes de la sociedad humana. Al final, las personas empezaron a criar voluntariamente aquellos animales que les gustaban de forma particular. Es el primer paso de la domesticación: «rehacer» los animales a nuestro gusto. Con todas las especies, este proceso se suele producir mediante una asociación gradual con los humanos, con la que las sucesivas generaciones se van haciendo progresivamente más mansas, y al final su conducta y el aspecto de su cuerpo se distinguen de los de sus antepasados salvajes. Así pues, la domesticación va precedida de un tipo de selección inadvertida de los animales que habitan en las cercanías del ser humano y son útiles o agradables, lo que les permite vagabundear en los márgenes de la sociedad humana. El siguiente paso de la domesticación exige mayor intencionalidad. Los animales que gustan menos o son de menor utilidad se abandonan o eliminan, o se los destierra de los territorios colindantes con los que nosotros habitamos. De esta forma, seleccionamos aquellos animales a los que nos es más fácil criar por nuestra cuenta. Por último, en la fase que nos es más familiar, la domesticación implica criar a los animales para que tengan unas características específicas.

Las primeras pruebas arqueológicas de perros lobo datan de hace entre diez mil y catorce mil años. Se han encontrado restos de perro entre montones de basura (lo que indica que se utilizaban como alimento o como un bien de propiedad) y en enterramientos, con el esqueleto enroscado junto a esqueletos humanos. La mayoría de los investigadores piensa que los perros empezaron a asociarse con nosotros incluso antes, tal vez hace muchas decenas de miles de años. Existen pruebas genéticas, unas muestras de ADN mitocondrial,8 de una sutil escisión de hace nada menos que ciento cuarenta y cinco mil años entre los lobos puros y los que se iban a convertir en perros. Podríamos llamar a estos últimos lobos protodomesticables, ya que habían cambiado ellos mismos su conducta en un sentido que posteriormente atraería el interés de los humanos (o que simplemente haría que éstos los toleraran). Cuando aparecieron los humanos, aquellos lobos quizás estaban ya preparados para su domesticación. Los lobos que los humanos tomaron para sí probablemente eran menos cazadores y más carroñeros, menos dominantes y más pequeños que los lobos alfa, y más dóciles. En resumen, menos lobos. De manera que, en los inicios del desarrollo de las antiguas civilizaciones, miles de años antes de domesticar a cualquier otro animal, los humanos tomaron consigo a éste y se lo llevaron a sus primeras aldeas.

Estos primeros perros no podrían confundirse con miembros de una de las cientos de razas de perro hoy reconocidas. La baja estatura del teckel (perro salchicha) o el hocico aplastado del carlino son resultado de la cría selectiva que mucho después practicaron los humanos. La mayor parte de las razas caninas que hoy reconocemos se han desarrollado hace sólo unos cientos de años. Pero esos primeros perros habrían heredado las habilidades sociales y la curiosidad de sus antepasados lobos, para luego aplicarlas a la cooperación con los humanos y su apaciguamiento, tanto como a las relaciones entre ellos mismos. Perdieron parte de su tendencia a reunirse en manadas: los animales carroñeros no son proclives a cazar juntos. Cuando uno puede vivir y comer de forma independiente tampoco es relevante ningún tipo de jerarquía. Eran animales sociables, pero no con una jerarquía social.

El cambio de lobo a perro se produjo a una velocidad asombrosa. Los humanos tardaron casi dos millones de años en pasar de Homo habilis a Homo sapiens, en cambio el lobo saltó a la especie canina en muy poco tiempo. La domesticación refleja lo que la naturaleza, a través de la selección natural, hace a lo largo de cientos de generaciones: una especie de selección artificial contra el reloj. Los perros fueron los primeros animales domesticados y, en algunos sentidos, los más sorprendentes. La mayoría de los animales domésticos no son depredadores. Un depredador no parece ser el animal más adecuado para llevarse a casa: no sólo sería difícil encontrar las suficientes provisiones para un carnívoro, sino que su amo correría el peligro de convertirse en tal. Y aunque, en el caso de los perros, esa circunstancia los pudo convertir (y los convirtió) en buenos compañeros de caza, su principal función en los últimos cien años ha sido la de ser un confidente afable y acrítico, no un trabajador.

Pero los lobos sí poseen unas características que los convierten en excelentes candidatos a la selección artificial. El proceso favorece a un animal social de comportamiento flexible, capaz de ajustarlo a diferentes enclaves y circunstancias. Los lobos nacen en el seno de una manada, pero sólo permanecen en ella durante sus primeros años; luego parten en busca de otro de su especie para aparearse, crear una nueva manada o unirse a otra ya formada. Este tipo de flexibilidad para cambiar de estatus y roles es muy adecuada para tratar con una nueva unidad social en la que se incluye a los humanos. En una manada o en el paso de una a otra, los lobos tenían que estar atentos a la conducta de sus compañeros —del mismo modo que los perros deberán hacerlo con quienes los mantienen y ser sensibles a su forma de comportarse—. Estos primeros perros lobo que se encontraron con los primeros pobladores humanos no debían de ser muy beneficiosos para éstos, de manera que se los debía valorar por alguna otra razón: por ejemplo, por su compañía. La naturalidad de estos cánidos les permitió adaptarse a una nueva manada: una manada que incluía a animales de una especie completamente distinta.

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