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LA DIFERENCIA DISTINTIVA ENTRE LAS RAZAS
ОглавлениеLa literatura sobre las razas caninas es abundante, pero nunca se ha hecho una comparación científica entre sus diferencias de conducta: una comparación en que se controle el entorno de cada uno de los animales, se les den a éstos los mismos objetos físicos, la misma exposición a perros y humanos, lo mismo de todo. Es difícil creer en las diferencias que se suelen atribuir a cada raza, ya que son unas osadas afirmaciones que se refieren a la forma de ser de todos los perros de cada una de ellas. Esto no significa decir que las diferencias sean mínimas o inexistentes. No hay duda de que los perros de las distintas razas se comportan de forma diferente cuando, por ejemplo, se encuentran con un conejo. Pero sería un error dar por sentado que un perro, sea de una determinada raza o no, inevitablemente se comportará de un cierto modo al ver el conejo. Es el mismo error que se comete cuando se decide que unas razas son «agresivas» y se legisla en su contra.15
Aunque no se sepan las diferencias entre la reacción del labrador retriever y la del pastor australiano ante el conejo, hay una cosa que puede explicar las variables de conducta entre las razas. Cada una tiene un distinto nivel umbral de percepción del estímulo y de reacción ante él. El mismo conejo, por ejemplo, provoca diferente grado de excitación en dos perros distintos; asimismo, una cantidad igual de la hormona que produce esta excitación causa distintos índices de respuesta, desde levantar la cabeza con escaso interés hasta toda una persecución.
Todo esto tiene una explicación genética. A pesar de que se diga que un perro es «cobrador» (retriever) o «pastor» (shepherd), no es por esta conducta de cobrar la caza o pastorear por la que se lo seleccionó. Fue escogido por la probabilidad de que reaccionara en la justa medida a los diversos sucesos y situaciones. Sin embargo, en este sentido no podemos apuntar a un gen exclusivo. Ningún gen desarrolla directamente una conducta de cobrar —ni cualquier otra conducta—. Pero es posible que un conjunto de genes afecten a la probabilidad de que un animal se comporte de una determinada manera. También en los humanos una diferencia genética entre los individuos se puede manifestar con una cierta propensión hacia unas conductas dadas. Uno puede ser más o menos susceptible a hacerse adicto a drogas estimulantes, debido en parte al estímulo que necesite el cerebro para producir un sentimiento agradable. Por eso se puede rastrear la conducta adictiva hasta los genes que diseñan el cerebro —pero no hay un gen de la adicción—. En este sentido, sin duda también es importante el entorno. Algunos genes regulan la manifestación de otros genes —cuya expresión puede depender de las características del medio—. Quien fuera criado completamente aislado, sin acceso a las drogas, nunca desarrollaría un problema de adicción, por muy propenso que fuera a ella.
De la misma manera, una raza de perro se puede distinguir de las demás por su propensión a reaccionar de una u otra forma ante determinados sucesos. Todos los perros ven levantarse aves delante de sí, pero sólo algunos son particularmente sensibles al pequeño y rápido movimiento de algo que inicia el vuelo. Su umbral de respuesta a este movimiento es mucho más bajo que el de los perros que no han sido criados para ser compañeros de caza. En comparación con los perros, nuestro umbral es aún más alto. Es evidente que los humanos podemos ver los pájaros que levantan el vuelo, pero es posible que ni siquiera los notemos cuando los tenemos justo ante nosotros. Los perros de caza no sólo notan el movimiento, sino que además esto está conectado con otra tendencia: perseguir a la presa que se mueve en esa dirección. Y, naturalmente, para que exista esta tendencia a perseguir a las aves uno debe tener a su alrededor aves o algo que se le parezca.
Del mismo modo, el perro pastor que se pasa la vida guiando las ovejas posee claramente unas tendencias específicas: observar y controlar a los individuos de un grupo, detectar el movimiento extraño de la oveja que se aleja del rebaño, y un impulso de mantener el rebaño reunido. El resultado final es un perro pastor, pero esta conducta se compone de tendencias poco sistemáticas que los perros pastores dirigen a controlar las ovejas. También es necesario que el perro esté expuesto a las ovejas desde muy joven; de lo contrario, estas tendencias terminan por ser aplicadas no a las ovejas, sino de una forma desorganizada a los niños, a los que corren por el parque o a las ardillas de nuestros jardines.
Así pues, se dice que una raza de perros es agresiva cuando puede tener un umbral más bajo para percibir y reaccionar ante un movimiento peligroso. Si este umbral es demasiado bajo, es posible que un movimiento neutral —como el de aproximarse al perro— se perciba como una amenaza. Pero si no se estimula al perro para que siga esa tendencia, es muy probable que nunca manifieste esa agresividad por la que destaca su raza.
Conocer la raza del perro nos permite dar el primer paso para llegar a comprender algo sobre él, antes incluso de verlo. Pero es un error pensar que conocer la raza asegura que el perro se comportará como se anuncia; sólo supone que tiene determinadas tendencias. El perro de raza mixta tiene atenuados los rasgos más fuertes que se observan en los de raza pura. Los temperamentos son más complejos: versiones medias de sus antepasados de raza. En cualquier caso, decir que un perro es de una determinada raza no es más que un punto de partida para comprender de verdad su Umwelt, y no un punto final: no refleja lo que la vida del perro es para el perro.