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UNOS BUENOS LADRILLOS NO SON SUFICIENTES

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Históricamente en muchas civilizaciones el orden social venía impuesto por una estricta jerarquización, a través de una clase dirigente, integrada por sacerdotes, funcionarios, o terratenientes ricos, que imponían su superioridad como algo inherente al orden tradicional. Es lo que ocurría en el Egipto faraónico, en las civilizaciones mesopotámicas, en la propia Roma, o en la Europa medieval, donde, como explica muy bien Georges Duby en su ya canónico Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, la concepción teocéntrica de la sociedad impuso la existencia de tres grupos sociales, por orden de importancia: los «oratores» que intercedían ante Dios por la salvación de las almas (lo que hoy llamaríamos el clero), los «bellatores», que iban a la guerra (es decir, la nobleza armada, especialmente los «caballeros», aquellos que tenían dinero para mantener un caballo) y los «laboratores», los que trabajaban, es decir prácticamente todos los demás, la aplastante mayoría que se ganaba el pan con el sudor de su frente, primero como campesinos y más tarde como artesanos y comerciantes. Un batiburrillo que en la Revolución francesa recibiría el nombre de Tercer Estado.


Ilustración 1. El orden social en la Edad Media europea.

Es igualmente el caso de la India donde existe un sistema de jerarquía social que a día de hoy sigue estructurando la sociedad hindú en cuatro castas principales: la superior, compuesta por los sacerdotes y maestros (brahmanes), la de los políticos y soldados (chatrias), la de los comerciantes y artesanos (vaishias) y la de los esclavos, campesinos u obreros (shudrás). Todos salieron del cuerpo de Brahma: de su boca los brahmanes, de sus hombros los chatrias, de las caderas los vaishias y de los pies los shudrás. Según la mitología hindú, tras finalizar el proceso de creación de la Tierra, Brahma se dispuso a poblarla. Para ello sopló y de su boca surgió Brahmán, el sacerdote a quien encomendó la custodia de los textos sagrados. Brahmán inició un retiro para meditar sobre el contenido de los libros sagrados, pero como las fieras interrumpían sus estudios, Brahma decidió crear a partir de su propio brazo derecho a Chatria, el guerrero que lucharía contra ellas. Como Chatria sólo sabía combatir y corría el riesgo de morir de hambre, su padre, Brahma, decidió engendrar de su muslo derecho a Vaishya, el agricultor, y como Vaishya necesitaba servidores que le ayudaran a trabajar las tierras, Brahma concibió de su pie derecho a Shudra.


Imagen 1. Altorrelieve del dios hindú Brahma. Siglo VII.

A todo ello hay que añadir un quinto grupo humano que juega en otra liga, la de los parias o «dálits» (oprimidos), también conocidos como «intocables» porque no conviene relacionarse con ellos, dado que se les considera «impuros» en el máximo grado. Si queréis adentraros en la realidad contemporánea de estos desclasados a los que no se les reconoce ningún derecho, os recomiendo la novela Intouchable: Une famille de parias dans l’Inde contemporaine escrita con espectacular brío por Narendra Jadhav. Un libro que narra en forma de ficción la vida de una familia de «intocables» en el período situado entre 1920 y 2000.


Gráfico n.º 1. Estructura de la sociedad de castas en la India.

El sistema de castas sigue actualmente determinando, en gran medida, la organización jurídica india, pues continúa siendo aceptado debido a la creencia de los hindús en la reencarnación. Dentro de cada casta, el comportamiento individual permite el paso de una casta a otra. Ascendente, si el comportamiento ha sido bueno, o descendente si ha sido malo. Hay pues una cierta permeabilidad en el más allá que contribuye a evitar la rebelión de las castas inferiores.

El sistema de castas se vio ciertamente alterado como consecuencia de la islamización de la India. Entre los siglos VIII al XVI, tras la consolidación del dominio islámico, los dos sistemas jurídicos (islámico e hindú) consiguieron convivir. El derecho civil se aplicaba, en consecuencia, según las creencias de cada comunidad. Los hindúes se regían por el ordenamiento brahmánico y los musulmanes por el islámico. En el ámbito del derecho penal fue posible, no obstante, consolidar algunos preceptos comunes generales gracias a que ambos sistemas tenían un origen religioso. A partir del siglo XV, con la llegada de Vasco de Gama se inicia una colonización occidental que llevaría sucesivamente a la India a portugueses, franceses e ingleses. La larga duración del Raj británico explica que el Common Law, sea predominante en muchas materias en el sistema jurídico de la actual República India.

La jerarquización social, a pesar del igualitarismo político impuesto por la Revolución francesa, de la idea marxista de la lucha de clases y del largo combate que se inicia en el siglo XIX por la igualdad social, sigue siendo una realidad patente y lacerante en nuestras sociedades actuales, en las que el «poder» real está en manos de quienes Owen Jones define como el establishment. Con el agravante que esta clase superior es cada vez más rica y más restringida, lo que, como veremos, pone en grave peligro la paz social en el siglo XXI.

Pero mantener el orden social no depende solo de que el grupo esté más o menos jerarquizado, también contribuye a ello que esté regentado por una autoridad con poder suficiente para ser respetada por todos. Ya se trate del hechicero, que en la sociedad trashumante de los cazadores recolectores entraba en contacto con las fuerzas sobrenaturales y preservaba las tradiciones del grupo, del guerrero más fuerte y carismático de la tribu, del monarca absoluto o del gobierno parlamentario elegido en un país democrático. En todos y cada uno de estos casos el orden social debería quedar suficientemente preservado si todos aceptan el sencillo principio de que unos mandan y otros obedecen.

En resumen, si se cuenta con una sociedad convenientemente jerarquizada o con un poder lo suficientemente autoritario, resulta lógico, en principio, pensar que la paz social debería estar garantizada. Ahora bien, la historia nos proporciona muchos ejemplos de lo contrario. Así, encontramos situaciones en las que el poder o los estratos sociales superiores tratan de resolver los conflictos sin recurrir a un protocolo objetivo de resolución de litigios, con el resultado de que la clase social inferior se rebela. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en la rebelión anti-aristocrática que tuvo que afrontar en Atenas uno de los siete sabios de la Grecia clásica, Solón (c. 638-558 a. C.), movimiento que acabaron resolviendo Pisístrato (607-527) y, sobre todo, Clístenes (570-507 a.C.) el inventor de la democracia. Lo que aconteció cincuenta años antes de que los plebeyos se sublevasen contra los patricios en Roma, y les impusieran, en el 450 a. C., la Ley de las XII Tablas; una norma promulgada para que los mecanismos destinados a resolver los conflictos sociales dejaran de ser un secreto guardado por la clase sacerdotal, controlada por los terratenientes. La revuelta solo se calmó cuando se hicieron públicas una serie de «acciones» procesales objetivas e independientes que podían ser ejercitadas por cualquier ciudadano. La puesta por escrito de estas reglas del juego aceptadas por todos, contribuyó además a independizar las reglas jurídicas de las religiosas21.

Estas «acciones procesales» se convirtieron en el «material» con el que se construyó el edificio del ius, destinado a preservar el orden tradicional (mores maiorum) de la sociedad romana.

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