Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 60
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4 Ellos establecieron reyes, pero no escogidos por mí; constituyeron príncipes, mas yo no lo supe; de su plata y de su oro hicieron ídolos para sí, para ser ellos mismos destruidos.
Estos hechos son la prueba de que Israel ha renunciado a su Dios. El establecimiento de reyes y de príncipes, pero no de parte de Yahvé, ni con su conocimiento, es decir, sin haberle preguntado, se refiere básicamente a la fundación del reino bajo Jeroboán I. Sin embargo, el pecado no se limita a eso, sino que incluye al mismo tiempo la persistencia obstinada de Israel en su actitud impía a lo largo de toda la historia posterior, siempre que hubo un cambio o usurpación del gobierno.
No va en contra de eso el hecho de que el profeta Ajías anunciara a Jeroboán I que él sería rey sobre las 10 tribus (1 Rey 11, 30), ni el hecho de que Jehú fuera ungido rey sobre Israel por mandato de Eliseo (2 Rey 9), de manera que ambos recibieran el reino por expresa voluntad de Yahvé. En esa línea, no podemos decir que haya aquí (en Oseas) una visión distinta de la que aparece en el libro de los Reyes, en el que se ponen de relieve los diversos cambios de gobierno y las anarquías que dominaron en ese reino de las diez tribus (Simson). Ni la promesa divina del trono (Jeroboán I), ni la unción de Eliseo (Jehú) por mandato de Dios son garantía de que Dios quisiera que ellos gobernaran como lo hicieron, de un modo criminal, mostrándose ambos culpables.
El camino que siguieron ambos para tomar el trono no iba en la línea de la voluntad de Dios, sino que fue extremadamente impío (cf. Comentario a 1 Rey 11, 40). Jeroboán había estado ya antes planeando una rebelión contra Salomón (1 Rey 11, 27), y dirigió la reunión de las diez tribus, cuando ellas se separaron de la casa de David (1 Rey 121, 2 ss.). Sobre Jehú se dice expresamente en 2 Rey 9, 14 que él conspiró en contra de Jorán.
Por su parte, los restantes usurpadores, en la línea de los dos que acabamos de evocar, abrieron su camino hacia el trono a través de una serie de conspiraciones, de manera que el pueblo no se rebeló simplemente contra el auténtico heredero del trono a la muerte de Salomón, haciendo rey a Jeroboán, sino que inició el camino de todas las conspiración siguientes, tan pronto como su rebelión tuvo éxito.
Todo esto no vino de Yahvé sino que fue una rebelión en contra de él, una transgresión en contra de su pacto. A esto debe añadirse el pecado siguiente, es decir, la institución del culto de los becerros de oro, de parte de Jeroboán, a la que se unieron todos los reyes de Israel. Fue en este contexto donde se dio la fabricación de ídolos de oro y plata, por lo que Israel renunció completamente a la ley de Yahvé. Ciertamente, no se utilizó la plata en la construcción de los becerros de oro, pero ella se mantuvo en el mantenimiento de su culto.
למען יכּרת: es decir, para que ellos, los ídolos de oro y plata, pudieran ser destruidos, como se dice de manera más precisa en 8, 6. למען describe las consecuencias de esta conducta que, aunque no se diga, son sin embargo inevitables, como si ellas fueran buscadas de un modo directo.