Читать книгу Sueño En El Pabellón Rojo - Cao Xueqin - Страница 5

Capítulo II

Оглавление

La dama Lin fallece en la ciudad de Yangzhou.

Leng Zixing describe la mansión Rongguo.

Dice un poema:

Si se ganará en el juego, quién lo sabe de antemano.

El incienso se consume, se acaba el té, pero aún quedan.

Para hacer augurios de fortuna o decadencia

hay que buscar quien contemple todo con ojo imparcial.

Al oír tanto barullo en el portón de su casa, Feng Su salió a atender a los mensajeros.

—Dígale rápido al señor Zhen que salga —gritaron.

—Me llamo Feng, no Zhen —respondió él con una risita aduladora—. Es mi yerno el que se llama Zhen, pero hace dos años que se fue para entrar en religión. ¿Es a él a quien buscan?

—Cómo quiere que lo sepamos. Cumplimos órdenes del gobernador. Si es usted su suegro acompáñenos para aclarar todo este embrollo ante Su Señoría; así nos ahorraremos otro viaje.

Y sin darle tiempo a protestar se lo llevaron a rastras ante la mirada temerosa de los suyos, que ignoraban tanto como él lo que significaba aquello. Hacia la segunda vigilia, Feng Su regresó de muy buen humor. Le preguntaron qué había sucedido y contestó:

—El nuevo gobernador, Jia Yucun, es de Yangzhou y un viejo amigo de mi yerno. Cuando pasó por nuestra puerta vio a Jiaoxing comprando hilo y supuso que Shiyin se había mudado aquí. Cuando le expliqué todas las desgracias que le habían sucedido, así como su partida, se mostró muy afectado. Preguntó también por mi nieta y le conté que había desaparecido durante la fiesta de los Faroles. «¡No hay problema! —dijo Su Señoría—, ordenaré una investigación exhaustiva y la encontraré.» Acabada nuestra charla, cuando ya me iba, me entregó dos taeles de plata.

El relato de Feng Su entristeció profundamente a la esposa de Zhen.

Así pasó la noche, y a primera hora de la mañana llegó un mensajero de Jia Yucun con dos bolsas de monedas y cuatro piezas de brocado para la señora Zhen, como muestra de gratitud. También había una carta confidencial para Feng Su en la que el gobernador le pedía que persuadiera a su hija con el fin de que ésta le permitiera tomar a su doncella Jiaoxing como segunda esposa. Feng Su expresó ruidosamente su júbilo a pedos. Ansioso de complacer al gobernador forzó el consentimiento de su hija, y aquella misma noche hizo subir a Jiaoxing en un pequeño palanquín y la llevó a la prefectura.

No hace falta que nos detengamos en la satisfacción de Yucun, que entregó a Feng Su cien monedas de oro y envió muchos presentes a la señora Zhen pidiéndole que cuidara su salud en tanto averiguaba el paradero de su hija. Feng Su regresó a su casa, donde ya lo podemos dejar.

Jiaoxing, la doncella que se había vuelto para mirar a Yucun en Gusu, nunca hubiera podido sospechar que una mirada lanzada al azar pudiera tener consecuencias tan extraordinarias. Y tanta fue su suerte que al año de su matrimonio tuvo un hijo, y seis meses después la esposa oficial de Yucun cayó enferma y murió. Entonces Jiaoxing la sustituyó mejorando aún más su posición:

Tanto ha mejorado su condición

una mirada lanzada al azar.

Tras recibir el dinero que Shiyin le entregara en Gusu, Yucun había emprendido viaje a la capital. Tuvo tanto éxito en los exámenes oficiales que pasó a ser graduado de Palacio [1] , y luego consiguió su nombramiento provincial. Ahora había sido ascendido a gobernador.

Administrador capaz, Yucun era sin embargo codicioso y despiadado, y su arrogancia e insolencia le habían procurado la enemistad de sus superiores. En menos de dos años éstos encontraron la oportunidad para acusarlo de falsedad constante, manipulación de los ritos y, bajo la apariencia de honradez, conspiración con sus feroces subalternos para fomentar disturbios en su distrito haciendo insoportable la vida de la población. Indignado, el emperador decretó su destitución. La llegada del edicto alegró el corazón de todos los funcionarios de la prefectura, pero Yucun siguió mostrándose tan jovial como siempre a pesar del tormento y la rabia que sentía. Después de dejar el cargo reunió todo el dinero atesorado durante su mandato y regresó a su ciudad natal, fijando allí su residencia. Cuando se hubo instalado, viajó por el imperio día y noche sin más carga que la brisa a sus espaldas y la luz de la luna en sus mangas.

Uno de esos viajes lo llevó de nuevo a Yangzhou [2] , donde descubrió que el comisionado de la Sal de aquel año era Lin Ruhai. Este Lin Ruhai, nacido en Gusu, había quedado tercero en el concurso imperial y recientemente había sido ascendido a censor. El emperador lo había nombrado comisionado para la Inspección de la Sal y llevaba en ese cargo poco más de un mes. Cinco generaciones atrás, uno de los antepasados de Lin Ruhai había sido elevado al rango de marqués. El privilegio fue concedido por tres generaciones; luego, gracias a la benevolencia de Su Majestad Imperial se extendió a una generación más. Merced a ese favor especial el padre de Lin Ruhai había llegado a disfrutar del título, pero él, en cambio, había sido destinado a hacer carrera a través del sistema de exámenes, puesto que su familia era culta además de noble. Pero lamentablemente no era prolífica, a pesar de contar con varias ramas. Lin Ruhai tenía primos, pero no hermanos o hermanas. Ahora era un cuarentón cuyo único hijo había muerto el año anterior a la edad de tres años [3] . Tenía varias concubinas, pero el destino no le había concedido un nuevo hijo, y no había manera de remediarlo. Su esposa, nacida en la familia Jia, le había ciado una hija, Daiyu, que a la sazón tenía cinco años. Sus padres la amaban con locura, puesto que era muy inteligente y bella, y decidieron procurarle una buena educación que compensara y ayudase a olvidar la pérdida del único hijo varón.

Resultó que Yucun había cogido un enfriamiento que lo mantuvo postrado en la cama de su posada más de un mes. Agotado por la enfermedad, y escaso de fondos, andaba buscando un lugar donde convalecer cuando dos viejos amigos le informaron de que el comisionado de la Sal necesitaba un preceptor. Gracias a su recomendación Yucun obtuvo el puesto, y con él la seguridad que necesitaba. Afortunadamente sólo le fue encomendada una niña a la que acompañaban dos doncellas, lo que, sumado a la mala salud de la muchacha, que hacía irregulares las lecciones, aliviaba bastante sus obligaciones.

Un año había pasado cuando inesperadamente enfermó la madre de su alumna, y murió al poco tiempo. Durante la enfermedad fue atendida por la niña, que luego adoptó un luto riguroso. Vistas las circunstancias, Yucun estuvo a punto de renunciar al empleo, pero Lin Ruhai le pidió que lo mantuviera con el objeto de no interrumpir la educación de su hija durante el período de luto. En los últimos tiempos el dolor había provocado una recaída en la delicada salud de la niña, y eso la obligaba a abandonar el estudio durante varios días consecutivos. Entonces Yucun, aburrido, adoptó la costumbre de pasear después de las comidas siempre que el tiempo lo permitiera.

Uno de esos días fue paseando hasta las afueras de la ciudad para disfrutar del campo. Llegó a unas exuberantes arboledas y unos bosquecillos de bambú situados entre colinas y enhebrados por arroyos serpenteantes. Entre el follaje, medio oculto, había un templo. La entrada estaba en ruinas y las paredes se desmoronaban. Sobre la puerta, una tabla lucía la siguiente inscripción: «Templo de la Perspicacia». Flanqueándola había otras dos tablas enmohecidas en las que alguien había escrito estos dos versos:

Aunque mucho acumuló, olvidó retener la mano;

sólo al final del camino pensó en desandar sus pasos.

«A pesar de su tópico lenguaje, estos versos contienen una verdad muy grande —pensó Yucun—. Nunca he visto nada parecido en todos los templos que he visitado. Quizá se oculte detrás la historia de alguien que ha saboreado las amarguras de la vida, algún pecador arrepentido. Entraré a preguntar.»

Dentro del templo sólo encontró a un viejo bonzo tembloroso cocinando unas gachas. Algo decepcionado, Yucun le hizo unas cuantas preguntas. Además de sordo, el bonzo demostró tener el espíritu oscurecido, ya que masculló respuestas incoherentes.

Yucun salió disgustado y decidió mejorar su estado de ánimo bebiendo unas copas en la taberna del pueblo. Al entrar, se levantó uno de los hombres que allí estaban y lo saludó con una sonora carcajada:

—¡Tú aquí! ¡Quién lo hubiera pensado!

Era Leng Zixing, un anticuario al que había conocido en la capital. Como Yucun apreciaba su capacidad de iniciativa y sus habilidades, mientras Zixing gustaba de los conocimientos literarios de Yucun, ambos habían llegado a congeniar convirtiéndose en muy buenos amigos.

—¿Cuándo has llegado, hermano? —preguntó Yucun alegremente—. No sabía que anduvieras por aquí. ¡Qué casualidad haberte encontrado!

—A finales del año pasado fui a mi casa y, de regreso a la capital, me detuve para visitar a un viejo amigo que tuvo la amabilidad de pedirme que me quedara. Como no tengo mucha prisa, he interrumpido mi viaje un tiempo. Me marcho a mediados de mes. Hoy mi amigo estaba ocupado, así que salí a dar un paseo y me senté aquí a descansar. ¡Quién me iba a decir que me encontraría contigo!

Sentó a Yucun a su mesa y pidió más comida y más vino. Bebieron lentamente mientras comentaban todo lo que habían hecho desde su separación.

—¿Hay alguna noticia de la capital? —preguntó Yucun.

—Poca cosa —respondió Zixing—, pero dicen que en la casa de uno de tus nobles parientes ha sucedido algo curioso.

—No tengo parientes en la capital, no sé a quién te refieres.

—Aunque no pertenezcas al mismo clan llevas su mismo apellido.

Yucun preguntó a quién se refería.

—A la familia Jia de la mansión Rongguo [4] . No es para que te avergüences del parentesco…

—Ah, esa familia —rió Yucun—. Sinceramente, nuestro clan es muy grande. Desde los tiempos de Jia Fu, de la dinastía Han del Este, las ramas se han multiplicado tanto que ahora uno encuentra a los Jia en cada provincia. Es imposible seguir el rastro de todos. Aunque la rama Rong y la mía se encuentran en el mismo registro ellos están tan encumbrados que nunca hemos reclamado parentesco, de modo que nos hemos ido separando paulatinamente.

—No creas, amigo mío. Tanto la rama Rong como la Ning han decaído. Ya no son lo que eran.

—¿Cómo puede ser? Antes eran muy numerosos.

—Sí, ya lo sé. Es una larga historia.

—El año pasado —dijo Yucun—, cuando fui a Jinling a visitar las ruinas de las Seis Dinastías [5] , pasé por la Ciudad de Piedra [6] y por delante de las puertas de sus antiguos pabellones. La mansión de Ningguo [7] estaba situada al este, y la mansión de Rongguo al oeste, y ambas se unían ocupando más de la mitad de la calle. Cierto que no había mucha gente ante sus puertas, pero por encima de los muros pude divisar imponentes salas y pabellones, y la opulencia de los árboles y colinas artificiales de los jardines traseros. Nada sugería una casa en decadencia.

—No eres muy listo para ser graduado de Palacio —replicó Zixing riendo—. Como dice un viejo refrán: «Un ciempiés muere pero no se cae». Aunque no son tan prósperos como antaño, siguen estando por encima del resto de las familias oficiales. El número de miembros de sus familias crece y sus compromisos se incrementan cada vez más, pero tanto los de arriba como los de abajo, los señores como los sirvientes, están tan acostumbrados a los honores y a la vida fastuosa que nadie sabe guardar para el futuro. Dilapidan el dinero día tras día y desconocen la palabra ahorro. Puede que sigan dando la misma impresión de esplendor, pero lo cierto es que sus bolsillos están a punto de agostarse. Aun así, ése no es su peor problema. Quién hubiera imaginado que cada una de las nuevas generaciones de este noble y erudito clan sería inferior a la que la precedió.

Sorprendido, Yucun objetó:

—Pero una familia tan culta y entendida en cuestiones de ritos seguro que conoce la importancia de una buena formación… No estoy seguro en cuanto a las otras ramas, pero siempre me ha parecido que en estas dos casas se preocupan mucho por la educación de sus hijos.

—Pues precisamente de esas dos casas estoy hablando —confirmó Zixing lamentándose—. Escucha. El duque de Ningguo y el de Rongguo eran hermanos de madre. El mayor, Ningguo, tuvo cuatro hijos; al morir heredó el título el mayor de ellos, Jia Daihua, que también tuvo dos hijos. El mayor de ellos, Jia Fu, murió a los ocho o nueve años dejando el título a su hermano menor, Jia Jing. Pero éste anda tan enredado con el taoísmo que no piensa sino en destilar elixires. Para poder dedicar todos sus esfuerzos a la búsqueda de la inmortalidad, cedió su título a un hijo que tuvo cuando era joven llamado Jia Zhen, de manera que, en lugar de volver a su lugar natal, se ha quedado en las afueras de la ciudad codeándose con los sacerdotes taoístas. Jia Zhen tiene un heredero llamado Rong que acaba de cumplir dieciséis años. Jia Jing se desentendió de todo asunto mundano y Jia Zhen nunca ha estudiado y sólo vive para los placeres. Está poniendo la mansión Ning patas arriba, pero nadie se atreve a pararle los pies.

Después de una pausa prosiguió:

—En cuanto a la mansión Rong, allí es donde ha tenido lugar el extraño suceso al que me refería. Cuando murió el duque de Rongguo le sucedió en el título su hijo mayor, Jia Daishan, quien se casó con una hija del marqués Shi de Jinling, que le dio dos hijos, Jia She y Jia Zheng. Jia Daishan murió hace muchos años, pero su esposa, la Anciana Dama Viuda, vive aún. Su hijo mayor, Jia She, heredó el título. Al menor, Jia Zheng, que era el favorito de su abuelo, le gustaba mucho el estudio desde niño y esperaba hacer carrera por el sistema de exámenes, pero cuando Jia Daishan murió dejando un memorial de despedida para el emperador, éste, por consideración a su antiguo ministro, no sólo confirió el título a su hijo mayor sino que además se interesó por el menor. Recibió a Jia Zheng en audiencia, y como favor adicional, le confirió el rango de secretario asistente con instrucciones para que se fuera familiarizando con los asuntos de la Junta de Obras, donde ahora es subsecretario. Su esposa, la dama Wang, dio a Jia Zheng un hijo llamado Jia Zhu, quien aprobó el examen de distrito a los catorce años y se casó antes de los veinte. Jia Zhu tuvo un hijo; después cayó enfermo y murió. El segundo vástago de Jia Zheng y la dama Wang fue una hija que nació el primer día del año. Pero más sorprendente aún fue el nacimiento de otro hijo que llegó al mundo con un pedazo de jade brillante en la boca que incluso tiene grabadas unas inscripciones. Por eso le pusieron el nombre de Jia Baoyu [8] . ¿No te parece éste un suceso extraordinario?

—Ciertamente. Ese muchacho tendrá un porvenir fuera de lo común.

—Sí, eso dice todo el mundo. —Zixing sonrió con ironía—. Por eso la abuela lo mima tanto. El día de su primer cumpleaños, Jia Zheng puso a prueba su temperamento colocándole delante todo tipo de objetos para ver cuál elegía. Aunque te parezca mentira, ¡los ignoró todos salvo el colorete, las polveras, los adornos para el pelo y unos pendientes! Su padre montó en cólera y predijo que el chico llegaría a ser un libertino disoluto. Por eso no lo quiere mucho, a pesar de que el niño sigue siendo el favorito de la abuela. Ahora debe tener siete u ocho años y dicen que es muy travieso y que posee una inteligencia extraordinaria. Tan pequeño como es, dice las cosas más extrañas. Declara que las niñas están hechas de agua y los chicos de barro. Dice que se siente tan limpio y fresco entre las muchachas que los hombres le parecen sucios y apestosos. ¿No es absurdo? Lo más probable es que luego se dedique a perseguir mujeres como un loco.

—No necesariamente. —La voz de Yucun adquirió una súbita gravedad—. Nadie sabe cómo llegó al mundo. Pienso además que el padre se equivoca si considera que el muchacho es un depravado. Para entenderlo es preciso haber leído mucho y tener una amplia experiencia, ser capaz de reconocer la naturaleza de las cosas, captar el Dao y comprender el Misterio.

Habló con tal seriedad que Zixing le pidió que explicara sus palabras.

—Salvo los muy buenos y los muy malos —prosiguió Yucun— todos los hombres se parecen bastante. Los muy buenos nacen en tiempos propicios, cuando el mundo está bien gobernado; los muy malos, en tiempos de calamidad, cuando el peligro acecha. Ejemplos del primer suceso son Yao, Shun, Yu y Tang, el rey Wen y el rey Wu, el duque de Zhou y el duque de Zhao, Confucio y Mencio, Dong Zhongshu, Han Yu, Zhou Dunyi, los hermanos Cheng, Zhang Zai y Zhu Xi [9] . En cuanto al segundo, ahí tienes a Chi You, Gong Gong, Jie, Zhou, Qin Shi Huang, Wang Mang, Cao Cao, Huan Wen, An Lushan o Qin Hui [10] . Los buenos traen orden al mundo, los malos lo precipitan a la confusión. Los buenos encarnan la inteligencia pura, la verdadera esencia del cielo y la tierra; los malos, la crueldad y todo lo perverso, la esencia del mal. El presente es un reinado próspero y duradero en el que el mundo está en paz, y tanto en la ciudad como en el campo hay mucha gente dotada de buenas esencias. El exceso de tanta buena esencia, al no tener donde ir, se transforma en dulce rocío y en brisas amables que se dispersan por los Cuatro Mares.

Tras una pausa continuó:

—Pero la esencia de la crueldad y la perversidad no tiene un lugar bajo el brillante sol y los cielos serenos, de manera que se aquieta en las cavernas y en las profundidades de los valles. Si el viento la mueve o las nubes la presionan, entonces se agita y permite que escapen algunos de sus fluidos. Si alguno de éstos se encuentra con la esencia pura, el mal siente envidia del bien y el bien se niega a ceder frente al mal. Ninguno prevalece sobre el otro. Es como el viento, la lluvia, el relámpago y el trueno, que no pueden desvanecerse sin más, sino que luchan hasta consumirse. Buscando alguna vía de escape, estas esencias penetran en algunos seres humanos, que llegan al mundo como encarnación de ambas. Esos seres no llegan a convertirse en sabios ni en hombres perfectos, pero tampoco en perfectos canallas. Están dotados de una inteligencia pura que los eleva por encima de sus semejantes, pero su perversidad y su conducta extravagante les hacen caer igualmente por debajo de los demás hombres. Cuando nacen en el seno de familias ricas y nobles, esas personas se convierten en extravagantes soñadores; si nacen en familias pobres pero cultas, se vuelven eruditos o ermitaños de alma noble; si nacen en hogares humildes y desgraciados, nunca llegan a ser correos de alguna prefectura o sirvientes de amos vulgares, sino más bien actores o cortesanas célebres. Vimos en el pasado a ese tipo de gente en Xu You, Tao Qian, Ruan Ji, Ji Kang y Liu Ling, las dos familias de Wang y Xie, Gu Hutou, Chen Shubao, el emperador Minghuang de la dinastía Tang, el emperador Huizong de la dinastía Song, Wen Feiqing, Mi Nangong, Shi Manqing, Liu Qiqing y Qin Shaoyou [11] . Ejemplos más recientes son Ni Yulin, Tang Bohu y Zhu Zhishan [12] . Hay otros casos como Li Guinian, Huang Fanchuo, Jing Xinmo, Zhuo Wenjun, Hongfu, Xue Tao, Cui Yingying y Zhaoyun [13] . Todos ellos, cada uno en su terreno y en su época, fueron esencialmente idénticos.

—¿Estás diciendo que tales personas serán príncipes o ladrones, según triunfen o fracasen en lo que emprendan?

—Exactamente. Creo que no sabes que desde mi destitución he estado viajando por diferentes provincias; pues bien, me he cruzado con uno o dos niños extraordinarios. Por eso pienso que ese Baoyu que has mencionado; pertenece a la misma categoría. Te pondré un ejemplo bastante cercano: ¿Conoces al señor Zhen, el que fuera director de la facultad provincial de Jinling?

—¿Quién no lo conoce? Las familias Zhen y Jia están relacionadas y mantienen una estrecha amistad. He tratado de negocios con los Zhen en muchas ocasiones.

—Pues bien, cuando estuve el año pasado en Jinling alguien me recomendó a los Zhen como preceptor residente. Me sorprendió encontrar una casa tan grande que además supiera combinar la riqueza con la educación. Ese tipo de trabajo no se encuentra fácilmente, y no dudé en aceptarlo. Sin embargo, a pesar de que sólo estaba iniciando su aprendizaje, era más difícil enseñar a mi discípulo que a un aspirante a los exámenes provinciales. Escucha una muestra de las absurdas cosas que decía: «Necesito que dos muchachas me acompañen mientras estudio; de lo contrario los caracteres se me confunden en el cerebro y no puedo aprenderlos». A sus sirvientes les dijo: «La palabra “muchacha” es tan pura y honorable que ni los supremos títulos budistas y taoístas se le pueden comparar. Vuestras bocas sucias y vuestras lenguas viperinas nunca deben violarla: antes de pronunciar esa palabra os enjuagaréis la boca con agua pura o té fragante. Si no lo hicierais, los dientes os crecerán torcidos y se os clavarán en las mejillas». Tenía un carácter temible y podía llegar a ser increíblemente terco y violento, pero apenas concluían las clases se iba con las muchachas y entonces se transformaba en tolerante, sensible y gentil. Su padre le zurró en más de una ocasión hasta casi matarlo, pero eso tampoco mudó su carácter ni un ápice. Cuando el dolor se le hacía insufrible empezaba a gritar: «¡Hermana! ¡Hermanita!». Una vez, en los aposentos interiores, las muchachas se burlaron de él diciéndole: «¿Por qué nos llamas cuando te están zurrando? ¿Quieres que intercedamos por ti? ¿No te da vergüenza?», y tendrías que haber oído su respuesta: «La primera vez que grité no sabía que eso me aliviaría el dolor, pero luego descubrí que funcionaba como por ensalmo. Por eso ahora grito “¡hermana!” en lo peor de la paliza». ¿Has oído alguna vez algo tan absurdo?

Y añadió:

—Por amor a su nieto, la abuela llegaba a menudo a ser descortés conmigo, e incluso a culpar a su propio hijo. Por eso renuncié al empleo. Lo más probable es que un muchacho así pierda su herencia y desperdicie los buenos consejos de maestros y amigos. La lástima es que las jóvenes de su familia son admirables…

—¡Igual que las tres muchachas de la familia Jia! —dijo Zixing—. Yuanchun [14] , la hija mayor de Jia Zheng, que nació el primer día del año, fue seleccionada en el Palacio Imperial y nombrada institutriz por su bondad, su piedad filial y sus talentos. La segunda, Yingchun [15] , es hija de una concubina de Jia She. La tercera, Tanchun [16] , es hija de una concubina de Jia Zheng. Xichun [17] , la cuarta, es hermana menor de Jia Zhen, de la mansión Ning. Las llaman «las muchachas Primavera» porque todas tienen el carácter chun en sus nombres. Tanto quiere la Anciana Dama a estas nietas que las pone a estudiar a su lado, en la mansión Rong. De todas tengo muy buenas referencias.

—Prefiero el sistema de la familia Zhen para poner nombres a las hijas —comentó Yucun con desagrado—. Las llaman como a los varones en vez de utilizar nombres floridos como Primavera, Rojo, Fragante o Jade. ¿Cómo ha podido Ja familia Jia rebajarse a prácticas tan vulgares?

—No lo entiendes —repuso Zixing—. A la mayor la llamaron Yuanchun porque nació el día de Año Nuevo [18] . Por eso las otras también llevan la primavera en sus nombres. En cambio, todas las mujeres de la generación anterior tenían nombres como los de los varones. La esposa de tu respetado amo, el señor Lin, que era hermana de Jia She y de Jia Zheng de la mansión Rong, se llamaba de soltera Jia Min. Si no me crees, pregúntalo a tu regreso.

Con una carcajada Yucun golpeó la mesa:

—Con razón mi alumna siempre pronuncia mi en vez de min [19] , y al escribirlo se come uno o dos trazos. Me tenía muy intrigado el motivo, pero ahora lo comprendo. Entiendo, además, por qué habla y se comporta de manera tan distinta a la del común de las damitas de hoy en día. Ya sospechaba yo que debía tener una madre muy especial. Si es nieta de la casa Rong, eso lo explica todo. Lástima que su madre muriera el mes pasado…

—Era la menor de las cuatro hermanas, pero ahora también ha desaparecido —dijo Zixing—. Ya no queda ninguna. Y ya veremos los esposos que encuentran para las hijas de la nueva generación…

—Ciertamente —asintió Yucun—. Hace un momento mencionabas al hijo de Jia Zheng, el que nació con un jade en la boca, y te referiste a un niño que dejó su hermano mayor. ¿Y qué hay de Jia She? ¿No tiene hijos?

—Después del nacimiento de Baoyu, Jia Zheng tuvo otro con su concubina, pero de ése no sé nada. O sea, que tiene dos hijos y un nieto. Pero vete a saber cómo son. También Jia She tiene dos hijos. El mayor, Jia Lian, ya tiene más de veinte años y hace dos se casó con una sobrina de la dama Wang, la esposa de Jia Zheng. Este Jia Lian, que se ha hecho con un cargo de subprefecto, no se interesa por los libros pero es muy hábil para las cosas del mundo; vive con su tío Jia Zheng y le ayuda en sus negocios. Desde que se casó se ha visto desplazado por su esposa, una mujer a la que todos elogian. Dicen que es muy guapa y elocuente, y tan astuta y llena de recursos que no hay hombre a su alrededor que se le pueda comparar.

—Todo eso confirma lo que te estaba diciendo. Lo más probable es que todos estos a los que hemos estado aludiendo sean una mezcla de esencias buenas y malas. Todos se parecen.

—Olvídate ya del bien y del mal —protestó Zixing—. No hemos hecho sino chismorrear como comadres. Bébete otra copa.

—Hablando y hablando, ya he bebido demasiado.

—El chismorreo acompaña bien el vino. ¿Por qué no bebes un poco más?

Yucun miró por la ventana.

—Se está haciendo tarde. Pronto cerrarán las puertas de la ciudad. Volvamos dando un paseo y continuemos nuestra charla por el camino.

Dicho lo cual pagaron la cuenta, y ya se disponían a partir cuando una voz resonó a sus espaldas.

—¡Enhorabuena, hermano Yucun! ¿Qué haces aquí, en pleno campo?

Yucun volvió bruscamente la cabeza y vio…

Sueño En El Pabellón Rojo

Подняться наверх