Читать книгу Sueño En El Pabellón Rojo - Cao Xueqin - Страница 8

Capítulo V

Оглавление

Visitando en sueños la Tierra de la Ilusión,

la diosa del Desencanto revela a Baoyu

el destino de las doce bellezas.

Bebiendo el licor de los inmortales, Baoyu escucha

las melodías tituladas Sueño en el Pabellón Rojo *.

En el capítulo cuarto dejamos a la familia Xue cómodamente instalada en la mansión Rong. Pero ahora volvamos a Daiyu.

Desde su llegada a la mansión había recibido mil muestras de cariño por parte de la Anciana Dama, que la trataba exactamente igual que a Baoyu y dejaba a Yingchun, Tanchun y Xichun, las muchachas Primavera, en un segundo plano de su afecto. La relación entre Daiyu y Baoyu se había estrechado más que las demás: durante el día paseaban o se sentaban juntos, de noche dormían en el mismo cuarto; coincidían en todos los asuntos cotidianos… Y entonces apareció Baochai.

No era mucho mayor que ellos, pero su educación y su encanto encandilaban a todos, y todos la tenían en su consideración por encima de Daiyu. Claro está que a los ojos del mundo no hay nadie que no tenga algún encanto; en este caso, una era adorable como una flor y la otra tenía la gracia de un sauce; cada una era encantadora a su manera, de acuerdo con su particular temperamento. Pero la generosidad, el tacto y la buena disposición de Baochai contrastaban con la displicente reserva que mantenía Daiyu, de manera que sus virtudes acabaron ganando el corazón de sus inferiores, y casi todas las doncellas gustaban de platicar con ella. Todo esto empezó a despertar los celos de Daiyu, aunque Baochai ni siquiera llegara a sospecharlo.

Por su parte, Baoyu era todavía un niño insensato y testarudo que trataba por igual a hermanos, hermanas y primos, y no hacía distinción entre parientes cercanos y lejanos. Pero como él y Daiyu compartían las habitaciones de la Anciana Dama, la relación con la muchacha era más estrecha que con los demás parientes; y de tan estrecha se volvió íntima, aunque precisamente por eso a veces él llegara a ofenderla con su desconsideración y sus exigencias.

Un día que habían reñido y Daiyu lloraba una vez más en la soledad de su alcoba, entró Baoyu arrepentido de su falta de tacto para intentar reconciliarse con su prima. Y tan bien lo hizo que poco a poco consiguió levantarle el ánimo.

Como la floración de los ciruelos del jardín de la mansión Ning se encontraba en todo su apogeo, la señora You, esposa de Jia Zhen, invitó a la Anciana Dama, a la dama Xing, a la dama Wang y a las demás a dar un paseo para disfrutar del espectáculo. La señora You, acompañada de Jia Rong y de su esposa, acudió personalmente a cursar la invitación. La Anciana Dama y las demás aceptaron, y después del desayuno pasearon por el jardín de la Fragancia Concentrada y bebieron primero té y después vino. No pasó de ser una reunión informal de las mujeres de ambas casas sin nada digno de ser reseñado.

El caso es que Baoyu, que las acompañaba, se fatigó pronto y quiso echarse a dormir un poco. La Anciana Dama ordenó a sus sirvientas que lo atendieran bien y lo trajeran de vuelta cuando hubiera descansado. Qin Keqing, esposa de Jia Rong, intervino entonces con una sonrisa:

—Aquí tenemos un cuarto dispuesto expresamente para el tío Baoyu. Confíemelo a mí sin ningún temor, venerable abuela.

Y, volviéndose a sus amas y doncellas, les indicó que la siguieran con su joven señor.

La adorable y esbelta Qin Keqing era, por su conducta amable y tranquila, la favorita de la Anciana Dama entre todas las esposas de los bisnietos de las ramas Ning y Rong. Por ello permitió a Baoyu ir con ella en la seguridad de que quedaba en buenas manos.

Qin Keqing condujo al grupo a un aposento interior, donde Baoyu se fijó en una hermosa pintura que figuraba «Un erudito estudiando a la luz de una antorcha». Le produjo aversión inmediatamente, sin ver siquiera quién era el autor. Entonces leyó el pareado que acompañaba el dibujo:

Quien conozca a fondo los asuntos terrenales,

obtendrá la sabiduría.

Quien capte profundamente los sentimientos humanos, dominará el arte de escribir.

Esas dos líneas le hicieron sentir tanto rechazo por el lugar, a pesar de su lujo y su refinamiento, que pidió ser llevado a otro sitio.

—Pero si éste no le gusta, ¿a qué otro aposento lo llevaremos que no sea el mío? —preguntó la anfitriona riendo—. Sea, venga entonces a mi cuarto.

Baoyu asintió con una sonrisa, pero una de sus amas protestó:

—No está bien que un tío duerma en el cuarto de la esposa de su sobrino.

—¡Vaya! —repuso sonriendo Keqing—. No ofendo a mi tío si digo que es todavía un niño. A su edad no tienen sentido tales prejuicios. ¿No vieron a mi hermano cuando vino el mes pasado? Estoy segura de que es más alto que mi tío Baoyu.

—¿Cómo no lo conocí? —preguntó Baoyu—. Tráelo que lo vea.

Las mujeres se echaron a reír:

—Está a muchos li de aquí, ¿cómo lo vamos a traer? Ya lo conocerá en otra ocasión.

Cuando llegaron a la alcoba de la joven señora fueron recibidos en el umbral por un aroma sutil que nubló los ojos de Baoyu y le derritió los huesos.

—¡Qué bien huele aquí! —exclamó.

Al entrar vio sobre el muro una pintura de Tang Bohu [1] que figuraba una dama durmiendo bajo las flores de un manzano silvestre en primavera. Dos rollos lo flanqueaban, donde el erudito Qin Guan [2] , de la dinastía Song, había escrito:

El ligero frío que envuelve el sueño es el frescor de la primavera.

El efluvio que toma los sentidos del hombre es el aroma del vino.

Sobre el tocador había un finísimo ejemplar procedente de la galería de espejos de la emperatriz Wu Zetian [3] ; a su lado, en una bandeja de oro sobre la que alguna vez danzó la favorita Zhao Feiyan [4] , descansaba el membrillo que An Lushan arrojara contra Tai Zhen [5] hiriéndola en un pecho. En un extremo de la alcoba estaba el diván en el que había dormido la princesa Shouchang [6] en el palacio de Hanzhang; sobre el diván, las cortinas de perlas que enhebrara la princesa Tongchang [7] .

—Qué bien se está aquí —repitió Baoyu extasiado.

—Puede que mi alcoba sea digna de una inmortal —respondió Keqing con una sonrisa mientras extendía con sus propias manos una mantilla de seda lavada por Xi Shi [8] . Después, acomodó la almohada nupcial que había sido utilizada por Hongniang [9] . Amas y doncellas acostaron a Baoyu y salieron del cuarto, quedándose sólo cuatro como compañía: Xiren, Meiren, Qingwen y Sheyue. Keqing les dijo que esperasen en la terraza y se entretuvieran mirando a los gatitos y a los cachorros de perro que allí había, y procuraran evitar los ruidos que jugando hacían los animales.

En cuanto cerró los ojos, Baoyu se quedó dormido. Soñó que Qin Keqing caminaba delante de él, y la siguió distraídamente por un largo sendero hasta que llegaron a una escalinata de mármol blanco con barandas de color rojo, entre verdes árboles y arroyos cristalinos. Era un lugar apenas hollado por el hombre, fuera del alcance de los polvorientos torbellinos. En su sueño pensó contento: «Éste es un lugar agradable. ¡Si pudiera pasar aquí la vida entera! Lo cambiaría gustoso por mi hogar, donde mis padres y maestros me castigan cada día». Y ya se dejaba llevar por tanto gozo cuando oyó que alguien cantaba desde la otra ladera de una colina:

El sueño primaveral se alejó ya con las nubes.

Flores Caídas se pierden flotando por la corriente.

Escuchad este consejo, oh juventudes amantes:

No sigáis cortejando el inútil sufrimiento.

Baoyu reconoció la voz de una muchacha y, antes de que acabara la canción, vio como aparecía desde detrás de la colina y se acercaba a él. Su apostura y la gracia con la que caminaba no eran las de una mortal. Lean, si no, su descripción:

Acaba de dejar la sombra de los sauces, y se acerca entre las flores. Su belleza sorprende a los pájaros en los árboles del patio, y un momento después se dibuja su silueta en la rotonda. Al moverse, las mangas de su vestido de hada despiden un aroma embriagador de almizcle y orquídea. Con cada crujido de sus prendas de loto tintinean sus zarcillos de jade.

Los hoyuelos sonrientes de sus mejillas se dirían un capullo de durazno primaveral; sus negros cabellos jaspeados de azul, un cúmulo de nubes. Sus labios son cerezas maduras, y dulce es el aliento de sus dientes de granada.

Nieve que arremolina el viento es la curva de su cintura. Deslumbrantes son sus perlas y esmeraldas; oro tierno el dibujo de su frente.

Ya disgustada o ya radiante, entra o sale entre las flores, avanza o retrocede flotando como alada sobre un lago.

Tiene fruncidas las cejas de mariposa nocturna, y a la vez en ellas acecha una sonrisa. De sus labios entreabiertos, como a punto de decir algo, no brota sonido alguno cuando rauda se desliza sobre sus pies de loto y parece, en plena pausa, a punto de emprender el vuelo.

Su tez inmaculada es pura como el hielo, lisa como el jade; magnífico su vestido de espléndidos dibujos. Dulce es su rostro, compacto de fragancia, tallado en jade. Se mueve como un fénix danzando o un dragón en pleno vuelo.

¿Su blancura? Flor de ciruelo primaveral vista a través de la nieve. ¿Su pureza? Orquídeas otoñales cubiertas por la escarcha. ¿Su serenidad? Un pino en un valle, solitario. ¿Su belleza? El crepúsculo reflejado en un límpido estanque. ¿Su gracia? Un dragón avanzando contra una comente sinuosa. ¿Su espíritu? Luz de la luna sobre un río escarchado.

Ante ella, Xi Shi sentiría vergüenza y Wang Qiang [10] se sonrojaría. ¿Dónde nació esta maravilla? ¿De dónde viene?

Nadie en la tierra de las hadas se le puede comparar. No tiene igual en las pobladas cortes celestiales.

¿Quién puede ser esta belleza?

Invadido por el júbilo ante la aparición del hada, Baoyu le hizo una reverencia y suplicó:

—Hermana hada, dime de dónde vienes y adónde vas. Ya ves, yo me he perdido… ¿Podrías tú ser mi guía?

—Mi hogar está sobre la Esfera del Dolor de la Despedida, en el Mar de la Pena Rebosante —le respondió el hada—. Soy la diosa del Desencanto; vengo de la Gruta Fragante, que está en el Monte de la Primavera que se Expande, en la Tierra de la Ilusión del Gran Vacío. Yo gobierno en la tierra sobre los romances y los amores no correspondidos, el dolor de las mujeres y la pasión de los hombres. No hace mucho que se congregaron en este lugar las reencarnaciones de algunos amantes de otros tiempos, y he venido buscando la ocasión de prodigar amor y deseo. Nuestro encuentro no es casual.

Y añadió:

—Mi reino no está lejos de aquí. Sólo te puedo ofrecer una taza de té de las hadas cosechado con mis propias manos, una jarra de licor que yo misma preparé, la presencia de cantantes y bailarinas, y doce nuevas canciones de hadas tituladas Sueño en el Pabellón Rojo. ¿Me acompañas?

En pleno deleite, Baoyu olvidó a Keqing y siguió a la diosa hasta un arco de piedra sobre el que aparecía grabada la siguiente inscripción: «Tierra de la Ilusión del Gran Vacío». Sobre ambas columnas lucía el siguiente pareado:

Cuando se toma lo falso por verdadero, lo verdadero se torna falso;

cuando de la nada surge el ser, el ser permanece nada.

Más allá del arco se divisaba una puerta palaciega en la que se leía: «Mar del Dolor y Cielo del Amor». Un pareado que flanqueaba esta inscripción decía:

La pasión, tan firme como la tierra, encumbrada como el cielo, no conoce freno desde tiempo inmemorial.

Qué difícil es para los jóvenes apasionados, para las muchachas melindrosas, saldar las deudas de brisa y de luz de luna.

«¡Vaya! —pensó Baoyu—, me pregunto qué significa “la pasión desde tiempo inmemorial” y qué serán esas “deudas de brisa y de luz de luna”. No me desagradaría experimentar alguna de esas cosas.»

Él no lo sabía, pero acababa de convocar hasta las profundidades de su corazón a un espíritu maligno.

Siguió a la diosa a través de la segunda puerta; cruzaron dos salas idénticas, una a cada lado, cada una con su tablilla y su pareado. No tuvo tiempo de leer los versos, pero fue descifrando los nombres: Aposento de la Vanidad, Aposento de los Celos, Aposento de las Lágrimas Matinales, Aposento de los Suspiros Nocturnos, Aposento de los Deseos Primaverales y Aposento del Dolor Otoñal.

—¿Por qué no me enseñas esos aposentos, diosa? —preguntó.

—Contienen archivos en los que están escritos el pasado y el futuro de muchachas de todo el mundo —le respondió—. Tus ojos humanos y tu envoltura mortal impiden que te sean mostrados.

Pero Baoyu no aceptó la negativa, y tanta fue su insistencia que finalmente ella cedió.

—De acuerdo. Puedes entrar y echar un vistazo.

Feliz, Baoyu alzó los ojos y vio sobre una tablilla el nombre «Aposento de las Infortunadas» flanqueado por dos versos:

Ellas mismas procuraron su tristeza otoñal, su dolor en primavera;

y ahora, ¿para quién su belleza de flor, su claridad de luna?

Comprendió el sentido de los versos, y extrañamente sobrecogido llegó hasta un lugar donde había más de diez grandes armarios sellados, cada uno de los cuales tenía el nombre de una localidad. No se interesó por más provincia que la suya, y buscó presuroso su lugar natal. Encontró un armario que rezaba: «Primer registro de doce bellezas de Jinling». Cuando preguntó acerca del significado de la leyenda, la diosa le respondió:

—Ése es el archivo de las muchachas más hermosas de tu provincia. Por eso se llama «Primer registro».

—Siempre oí decir que Jinling es un lugar muy grande —repuso Baoyu—. ¿Por qué entonces sólo doce muchachas? Sólo en mi familia, y contando a las sirvientas, hay más de cien bellezas.

—Hay muchas en tu provincia, es cierto, pero aquí sólo figuran las de primer grado. Los siguientes armarios contienen el registro de las de segundo y tercer grado. En cuanto a las demás, no son suficientemente hermosas como para que se lleve cuenta de su vida.

Baoyu miró en los dos armarios siguientes y vio que tenían escrito: «Segundo registro de doce bellezas de Jinling» y «Tercer registro de doce bellezas de Jinling». Abrió la puerta del tercero, extrajo el archivo de su interior y lo abrió. La primera página lucía un dibujo en tinta, no de figuras o paisajes sino de nubes oscuras y niebla espesa [11] . Al lado había unos versos:

Extraña la luna clara cuando ha pasado la lluvia

y ya se desvanecieron las tornasoladas nubes.

Su corazón es más alto que lo más alto del cielo

pero su persona es humilde, y su rango inferior.

Su encanto y su inteligencia despiertan envidia y celos;

las calumnias le traerán una muerte prematura.

¡Cuánto sufrirá en vano su enamorado dueño!

En la página siguiente, Baoyu vio pintados un ramo de flores y una esterilla raída. Una leyenda decía:

En vano es complaciente y amable,

en vano ella es orquídea y osmanto.

Todos envidian al actor que la conquiste.

Su señor no la ama; nadie sabe por qué [12] .

Incapaz de entender nada, dejó el libro. Abrió la puerta del otro armario y extrajo el segundo archivo. Vio en la primera página la imagen de un fragante osmanto sobre los lotos marchitos de un estanque agostado, y unos versos:

Sus raíces son fragantes como el loto,

pero amargo es el camino de su vida.

Cuando en dos terrenos crezca un árbol,

su alma dulce por fin descansará [13] .

Perplejo, dejó ese volumen y tomó el primer archivo. La primera página mostraba dos árboles secos de los que pendía un cinturón de jade. Al pie de un montón de nieve había una horquilla quebrada. Cuatro versos decían:

Ay, que una tiene las virtudes de la esposa de Leyang;

ay, que la otra tiene el ingenio de la sobrina de Xiean.

Aquel cinturón de jade queda colgado en el bosque,

y sepultada en la nieve aquella horquilla dorada [14] .

Tampoco este poema sugirió nada a Baoyu. Sabía que la diosa no le iba a ayudar a entenderlo, pero a la vez no se resignaba a dejar el libro. Pasó otra página y vio el dibujo de un arco del que colgaba una cidra. Aquí la leyenda era:

Durante veinte años ha aprendido a distinguir lo cierto de lo falso.

Las flores del granado ya se abren frente al portón del palacio.

¿Hay algo comparable al inicio de la primavera?

Cuando el Rinoceronte y el Tigre se encuentren, retornará al Gran Sueño [15] .

En la página siguiente había dos figuras volando una cometa mientras, mar adentro, una muchacha lloraba sobre un barco cubriéndose el rostro con las manos. Al lado había estos versos:

Tiene talento, hermosos ideales,

pero nació muy tarde para encontrar la suerte.

El día Brillante y Blanco la despedirán llorando junto a la orilla del río,

y sólo en sueños volverá a su casa [16] .

Luego venía un cuadro de nubes errabundas sobre una corriente de agua, con la leyenda:

De qué le sirve una familia noble y rica

si ya en la cuna se quedó sin padres.

Triste y sola contempla ahora el ocaso:

fluye y desaparece el río Xiang,

y las nubes de Chu se van volando [17] .

En la hoja siguiente había un dibujo de un hermoso trozo de jade caído en el fango, con la siguiente estrofa:

Es su único anhelo la pureza,

pero cómo vivir en un mundo vacío;

es fina como el jade y noble como el oro,

pero ha de acabar sepultada en el fango [18] .

Venía después la imagen de un lobo feroz persiguiendo a una hermosa doncella. Rezaba el veredicto:

Eres un lobo ingrato:

sólo al tenerla te has vuelto feroz;

ella, bella flor y sauce tierno,

antes de un año viajará al sueño del mijo amarillo [19] .

En la página siguiente, una muchacha sentada leía un sutra en la soledad de un viejo templo. Decían los versos:

Traspasó con su mirada la primavera fugaz;

dejó elegantes vestidos, tomó las prendas budistas.

¡Qué pobre es esta hija de familia noble y rica

hoy sentada, solitaria, bajo la estatua de Buda [20] !

Luego aparecía una hembra de fénix encaramada sobre una montaña de hielo, con la sentencia:

Este fénix llega al mundo mientras corren malos tiempos.

Su habilidad y su juicio son admirados por todos,

mas él obedece, ordena después, por fin la repudia.

Volverá a Jinling llorando, a la casa de su padre [21] .

Aparecía en la página siguiente una aldea solitaria con una bonita muchacha hilando en una humilde cabaña. Y estos versos:

La nobleza no resiste los reveses de la vida;

los parientes no visitan a una familia en ruinas.

A la abuela Liu la madre ayuda por un azar;

y la abuela asistirá a la hija infortunada [22] .

Al pasar la hoja vio Baoyu la siguiente lámina: una belleza en traje ceremonial junto a un tiesto de orquídeas. La leyenda rezaba:

Cuando el ciruelo y el durazno

dan frutos sus flores se marchitan;

ninguna comparable con la orquídea.

Pero no provoca envidia su pureza de agua o hielo:

sólo de burla servirá a los otros [23] .

Y luego el cuadro de una bellísima mujer tendiendo una soga para ahorcarse de las vigas de un edificio muy alto, con la sentencia:

El amor es infinito como el mar y como el cielo.

La reunión de dos lascivos en lujuria acabará.

No es que venga todo mal de la casa de los Rong,

pues el desastre en verdad empezó en la mansión Ning [24] .

Baoyu habría continuado leyendo, pero la diosa, conocedora de su rápida inteligencia, temió que se divulgaran los secretos del cielo. Por eso, cerrando el libro, le dijo con una sonrisa:

—¿Por qué no me acompañas a contemplar los extraños paisajes de este lugar en vez de andar rompiéndote la cabeza con esos tontos jeroglíficos?

Él dejó los archivos como en sueños y la siguió a través de arcos de perlas y cortinas bordadas, columnas pintadas y vigas talladas. No hay palabras que puedan describir los aposentos de brillante bermellón, los suelos adoquinados de oro, las ventanas blancas como la nieve y los palacios de jade, las flores de hada, las plantas exóticas y las hierbas fragantes. Mientras gozaba de tanta maravilla, interrumpió a Baoyu la risa de Desencanto: «¡Salid pronto a dar la bienvenida a nuestro honorable invitado!». Aparecieron entonces varias hadas adorables como capullos de primavera, cautivadoras como la luna de otoño, que llegaban meciendo sus mangas de loto y haciendo vibrar sus emplumadas prendas. Al ver a Baoyu reprocharon a la diosa:

—¿Es éste tu invitado? ¿Para esto tanta prisa? Nos dijiste que hoy vendría el espíritu de la hermana Perla Bermeja a visitar su antiguo hogar. A él esperábamos, ¿por qué traes aquí a esta sucia criatura que no hará sino contaminar este ámbito de puras doncellas?

El comentario dejó perplejo a Baoyu, que se sintió intolerablemente vulgar y sucio y deseó en aquel momento poder esfumarse. Pero Desencanto le tomó la mano.

—No comprendéis —explicó a las hadas—. Hoy fui a la mansión Rong en busca de Perla Bermeja, pero al pasar por la mansión Ning me encontré con los espíritus del duque de Ningguo y del duque de Rongguo, que me dijeron: «Desde el inicio de esta dinastía, y durante varias generaciones, nuestra familia ha disfrutado de buena reputación, rango y fortuna. Cien años más tarde vemos como nuestra riqueza se agota fatalmente. Tenemos muchos descendientes, pero el único digno de continuar nuestra obra es nuestro bisnieto Baoyu. Es excéntrico y terco, y poco inteligente, pero no deja de despertar en nosotros algunas esperanzas. Sin embargo, la fortuna abandonó a nuestra familia y no hay nadie que le pueda mostrar el camino correcto. Qué suerte que te hayamos encontrado, diosa. Te suplicamos que le adviertas de los peligros que entraña la lujuriosa asechanza de las mujeres, para que así pueda escapar de sus garras y tomar el sendero correcto. Entonces los dos hermanos seremos felices». Me pareció bien lo que me pedían y traje al muchacho. Para empezar, le permití hojear los registros de las jóvenes de su casa. Como no entendió nada, quise que probara aquí la ilusión de la delicia carnal. Quizás así pueda despertar más tarde a la verdad.

Dicho lo cual hizo entrar a Baoyu, y todos se sentaron. En el aire flotaba un aroma sutil, y él preguntó si estaban quemando incienso.

—Este aroma no existe en tu polvoriento mundo, así que no lo reconocerás —le dijo Desencanto con una sonrisa—. Procede de las esencias de diversas plantas exóticas jóvenes que crecen en los sitios umbrosos de algunas célebres montañas. Se destila de la resina de cada precioso árbol, y su nombre es Médula de Múltiple Fragancia.

Mientras Baoyu escuchaba maravillado, unas jóvenes sirvieron un té de aroma tan puro, sabor tan exquisito y calidad tan refrescante que Baoyu volvió a preguntar su nombre.

—Crece en la Gruta Fragante, que está en el Monte de la Primavera que se Expande —le contestó Desencanto—. Es una infusión de hojas espirituales y del rocío nocturno que cubre las flores de hada; su nombre es Mil Flores Rojas en una Caverna.

Agradeció Baoyu la respuesta; después miró a su alrededor. Vio laúdes de jaspe, valiosos trípodes de bronce, pinturas antiguas, libros de poemas… Pero lo que más le gustó fue el carmín y el talco derramado, y las huellas de saliva de las bordadoras bajo la ventana [25] . De la pared colgaba este pareado:

Tierra donde el paisaje es tranquilo y prodigioso,

Cielo en el que nadie puede hacer nada.

Perdido entre tanta admiración por cuanto le rodeaba, preguntó los nombres de las hadas. La diosa las presentó como Hada de los Sueños Amorosos, Gran Señora de la Pasión, Dorada Doncella Portadora del Dolor e Iluminada del Dolor Transmitido.

Al cabo de un momento unas niñas trajeron mesas y sillas, y dispusieron el licor y los manjares. Las copas de vidrio rebosaban de néctar y las tazas de ámbar estaban colmadas de ambrosía. Baoyu preguntó qué le daba al licor su extraordinario aroma.

—Este licor está hecho fermentando los estambres de cien flores y la savia de diez mil árboles, y mezclándolo luego con médula de unicornio y leche de fénix —respondió la diosa—. Lo llamamos Diez Mil Suavidades en una Misma Copa.

Mientras Baoyu sorbía el licor, doce jóvenes danzarinas se acercaron a preguntar qué debían interpretar.

—Las doce nuevas canciones llamadas Sueño en el Pabellón Rojo —ordenó Desencanto.

Las bailarinas empezaron a tocar suavemente sus crótalos de sándalo y a pulsar delicadamente las cuerdas de sus liras de plata. Y cantaron:

¿Quién plantó las semillas del amor…?

Pero la diosa las interrumpió para advertirle a Baoyu:

—Las canciones que vas a escuchar no se parecen a esas que interpretan en las obras de teatro de tu polvoriento mundo, que siempre corresponden a distintos personajes: eruditos, muchachas, guerreros, viejos o payasos; y que se distinguen según los nueve modos establecidos para el sur o el norte. Nuestras canciones son lamentos espontáneos por una persona o por un suceso, y son fáciles de acompañar con instrumentos de viento o de cuerda; pero ningún ser ajeno a este mundo puede apreciar sus calidades, y dudo por tanto que puedas llegar a calar realmente su sentido. Si no vas leyendo el texto al mismo tiempo, te parecerán insípidas como cera masticada.


Sueño en el Pabellón Rojo.

Anónimo de la dinastía Qing (edición de 1815).

Dicho lo cual, ordenó a una doncella que trajera las letras de las canciones de Sueño en el Pabellón Rojo. Entregó el manuscrito a Baoyu, que fue siguiendo el texto mientras escuchaba.

CANCIÓN PRIMERA

PRÓLOGO A UN SUEÑO EN EL PABELLÓN ROJO

¿Quién plantó las semillas del amor

en la primera hora del mundo?

Llegaron de la pasión desbordada,

desde la brisa y la luz de la luna.

Días de desconsuelo y soledad.

En esta tierra de dulces anhelos

quiero cantar secretos dolorosos,

triste elegía del jade y el oro:

quiero contar mi Sueño en el Pabellón Rojo.

CANCIÓN SEGUNDA

UNA VIDA MALGASTADA

Dicen que el oro y el jade se emparejan,

pero yo sólo quisiera cumplir

la promesa de la planta y la piedra.

Diferente me siento a la ermitaña

que vive sola en la límpida nieve,

y echo de menos al hada preciosa

que en los bosques umbrosos habitaba.

Lástima que no exista lo perfecto:

dicen que forman pareja feliz,

pero en ellos anida el desconsuelo [26] .

CANCIÓN TERCERA

VANO ANHELO

Ella es flor inmortal.

Él es jade perfecto.

¿Por qué habrán de verse en esta vida

si así no está escrito?

Mas si en verdad es ése su destino,

¿por qué ha de impedirse su amor?

En vano una suspira,

el otro anhela en vano.

Ella es reflejo de luna en el agua;

él es apenas flor en un espejo.

¡Sus ojos los anegan tantas lágrimas!

Pueden correr del otoño al invierno,

desde la primavera al verano [27] .

Baoyu no captó el valor de estos cantos quebrados y crípticos, pero la lastimera música que los acompañaba envenenó sus sentidos. Sin preguntar por su origen ni indagar acerca de su significado, siguió escuchando para pasar el tiempo.

CANCIÓN CUARTA

FUGACIDAD DE LA VIDA

A la cima del honor sube a buscarla la muerte:

ella verá con sus ojos que ya perdió cuanto tuvo.

La incertidumbre marchita su corazón perfumado.

A la casa de sus padres, más allá de las montañas,

en sueños manda un recado: que su hija ya se fue

a las Fuentes Amarillas: que se recojan temprano [28] .

CANCIÓN QUINTA

SEPARACIÓN DE LOS SERES QUERIDOS

Entre la lluvia y el viento recorrerá tres mil li

lejos de su hogar y de la sangre de su sangre.

Pero teme entristecer en la vejez a sus padres

y por eso les avisa: «No lloréis por vuestra niña.

Siempre estuvieron escritas la buena y la mala suerte;

es el sino, que gobierna los encuentros y partidas.

De este día en adelante viviremos separados;

que cada uno se cuide fiado en su propia mano.

Me despido, no lloréis por vuestra pequeña indigna» [29] .

CANCIÓN SEXTA

DOLOR EN EL JÚBILO

Todavía está en la cuna, y ya sus padres han muerto;

aunque el lujo la rodea, ¿alguien habrá que la quiera?

Por suerte nació mujer tan sincera y tan valiente

que nunca consideró los halagos de los hombres.

Ella, frescor de la brisa, parece luna brillando

sobre aposentos de jade donde ha pasado la lluvia.

Con un hombre inteligente y muy apuesto

podrá vivir largos años; podrá tomar la revancha

de su infancia desdichada.

Pero las nubes se esfuman por la torre de Gaotang,

y se va secando el lecho por donde el Xiang fluía.

No han de cambiar con sus quejas su destino los mortales [30] .

CANCIÓN SÉPTIMA

DESPRECIADA POR EL MUNDO

Orquídea hermosa nació, su talento es el de una

inmortal y, sin embargo, sus rarezas maravillan:

detesta los manjares más sabrosos, las ricas sedas.

Ignora que inspira odio su pureza, que desprecia

el mundo su perfección.

Se marchitará a la luz del candil de un viejo altar,

se acabarán los afeites y los rojos pabellones;

pasará la primavera, la belleza se ajará.

El camino polvoriento irá manchando su cara,

como cuando acoge el fango a un hermoso jade blanco.

Delfines de casas nobles por ella en vano suspiran [31] .

CANCIÓN OCTAVA

LA UNIÓN DE LOS ENEMIGOS

Bestia del monte Central,

lobo implacable y salvaje que ignoras la gratitud:

disfrutas, desenfrenado, del lujo y de los placeres;

desprecias la más primorosa flor del jardín ducal

como a un sauce silvestre en el camino;

pisoteas a la niña como a una mujer vulgar

hasta marchitar su alma,

ay,

antes de que pase un año [32] .

CANCIÓN NOVENA

PERCEPCIÓN DE LO EFÍMERO EN LAS FLORES

Fugaces, ve cruzar tres Primaveras:

ya no le importa la flor del durazno

ni el sauce verde;

apaga el fuego de su juventud

por gozar de la paz de un cielo calmo.

No digan que estalla el durazno contra el cielo,

ni que hierven las nubes de damascos floridos:

¿quién ha visto una flor que resista el otoño?

Los hombres, quejumbrosos, desfilan por la aldea

entre los álamos;

bajo los verdes arces los espíritus gimen;

cubren las hierbas secas

las tumbas hasta el horizonte.

Y es ésta la verdad:

el hombre que ayer fue pobre trabajó afanosamente

para mudar su fortuna,

y aun a las flores maltrata

la mudanza de las estaciones.

Nadie puede escapar a la amargura

del nacimiento o de la muerte,

pero dicen que en Occidente crece un Árbol de la Sal

cargado de frutos de la inmortalidad [33] .

CANCIÓN DÉCIMA

ARRUINADA POR LA PROPIA ASTUCIA

Tanta astucia y tanta intriga procurarán tu ruina.

Roto en vida el corazón,

y muerta, de qué te sirve

el talento.

Una mansión noble y rica, una familia en paz…

todo acabará en el suelo, disperso, mustio, hundido.

En vano media vida te afanaste,

pues como un mal sueño a media noche,

como una mansión que se derrumba,

triste, como el guiño triste

de una lámpara extinguiéndose,

súbitamente es dolor lo que hace un momento alegría.

Ay, en el mundo de los hombres

todo es mudable y fugaz [34] .

CANCIÓN UNDÉCIMA

UN PEQUEÑO GESTO DE AMABILIDAD

Un pequeño gesto amable, y una amiga agradecida

que se encuentra por azar:

La buena acción de su madre

le valió la recompensa.

Hay que ayudar a los hombres que viven en la miseria,

y no seguir el ejemplo de su tío desalmado

o de su primo el ingrato,

que por amor al dinero

descuidan a sus parientes.

La fortuna y la desgracia

son las sumas y las restas

que hace el Cielo, tan exactas

que no se pueden cambiar [35] .

CANCIÓN DUODÉCIMA

EL ESPLENDOR LLEGA TARDE

El amor es la imagen de un espejo;

fama y rango sólo un sueño;

belleza y juventud pasan veloces.

Deja de hablar de cortinas bordadas,

de las mantas con aves del amor:

no retrasan la cita con la muerte

la tiara de perlas, la casaca de fénix.

No ha de pasar penurias la vejez,

pero hay que pensar en los hijos y nietos.

Un tocado oficial alegra a un hombre

(¡cómo destella su sello dorado!),

y sube hasta el poder con majestad.

Pero está cerca el oscuro sendero

que conduce a las Fuentes Amarillas.

¿Dónde están los generales de antaño?,

¿dónde los orgullosos estadistas?

Hoy ya no son sino nombres vacíos

que admira la posteridad [36] .

CANCIÓN DECIMOTERCERA

TODAS LAS COSAS BUENAS SE ACABAN

La primavera se acaba; de las decoradas vigas

un polvo fragante cae.

Galante y bella como la luna,

ella es la raíz profunda

del ocaso familiar.

La antigua tradición decae con Jing,

y en la casa Ning se apresta la ruina.

Responsable es la pasión [37] .

EPÍLOGO

LOS PÁJAROS SE DISPERSAN HACIA EL BOSQUE

Los funcionarios se arruinan,

los ricos dilapidan sus tesoros;

los que hicieron el bien han escapado

a las zarpas de la muerte;

los que no practicaron la clemencia

encuentran su justo pago;

los que una vida tomaron

ahora pagan con la suya;

la que adeudaba sus lágrimas

saldó hasta la última gota.

No es casual el castigo

por pecar contra los otros:

predestinados están encuentros despedidas;

en una vida anterior hay que buscar las razones

de cualquier muerte violenta,

y será afortunado quien disfrute

en la vejez de rango y riquezas.

Quien la esencia del mundo supo ver

huyó del mundo,

mientras los obstinados y necios

calcinan su vida.

Arruinados los plantíos,

regresan los pájaros al bosque;

después de tanta mudanza,

¡qué deshabitado y limpio

queda el blanco y vasto campo!

Se disponían las hadas a entonar la segunda tanda de canciones, cuando la diosa del Desencanto percibió el aburrimiento que producían en Baoyu. «¡Muchacho tonto! —pensó—. Sigues sin entender nada.»

Con la excusa de que estaba borracho y quería dormir los efectos del licor, Baoyu pidió a las hadas que no siguieran cantando. Desencanto ordenó que retirasen la mesa y lo condujo a un perfumado aposento con cortinajes de seda, el más lujoso que Baoyu había visto en toda su vida. Cuál no sería su sorpresa cuando vio allí a una inmortal que le recordó a Baochai por su encanto, y por su gracia a Daiyu. No salía de su asombro, y Desencanto le dijo:

—En tu polvoriento mundo son muchos los aposentos de verdes ventanas y las alcobas bordadas de ricas y nobles familias que son profanados por hombres libidinosos y mujeres disolutas. Peor aún, desde tiempos inmemoriales todos los canallas libertinos han establecido diferencias entre el amor a la belleza y el deseo carnal, entre el amor y la lujuria, para esconder el horror de sus acciones. El amor a la belleza conduce a la lujuria tanto como el deseo. Ésta es la causa de los placeres de nube y lluvia.

Y la diosa concluyó:

—Lo que más me gusta de ti es que eres el hombre más lujurioso que jamás habitó el mundo.

—¡Diosa! ¡Estás equivocada! —protestó el aterrado Baoyu—. Mis padres siempre me castigan por mi aversión al estudio, ¿cómo me voy a arriesgar encima a que me consideren «lujurioso»? Todavía soy muy joven, ni siquiera conozco el significado de esa palabra.

—Mira —replicó Desencanto—, aunque parezca muy establecido en qué consiste el vicio de la lujuria, lo cierto es que no existe una sola, y que una no es igual a otra, y que cada una tiene matices diferentes. En el mundo polvoriento hay libertinos cuya única holganza es la belleza física, el canto, el baile, la farra interminable y, siempre, el placer carnal, los incesantes juegos de nube y lluvia. Quisieran poseer a todas las bellezas de la tierra para saciar sus deseos de un minuto. Son criaturas soeces avezadas en la lujuria carnal. Tú, en cambio, naciste con una naturaleza apasionada, con una locura de amor que llamamos «lujuria de la mente». Consiste en algo que puedes captar intuitivamente, pero no describir con palabras. Esto, que te convierte en grata compañía para las mujeres, te hace aparecer extraño y aberrante ante los ojos del mundo, y por tanto objeto de burla y desprecio. Hoy, tras encontrarme con tus dignos antepasados, los duques de Ningguo y de Rongguo, y escuchar su sincera súplica, para mayor gloria de las mujeres no pude aceptar que fueras condenado por el mundo. Por eso te traje aquí y te honré con licor divino y té de las hadas para intentar luego desperezar tu mente con sutiles canciones. Ahora me dispongo a entregarte a mi hermana menor Jianmei, cuyo nombre infantil es Keqing [38] . Esta noche, favorable para los encuentros amorosos, se consumará vuestra unión. Así, una vez que hayas comprobado la naturaleza ilusoria de los placeres en la tierra de las hadas, comprenderás la vanidad del amor en tu mundo polvoriento. De hoy en adelante podrás corregir tu conducta y prestar toda tu atención a las enseñanzas de Confucio y Mencio, y a la administración de la sociedad y el pueblo.

Dicho esto, siguió hablando y lo inició en los secretos del sexo. Después, empujándolo hacia el cuarto, cerró la puerta y se marchó.

Baoyu hizo todo lo que la diosa le había dicho, tal como ella le había indicado.

Podemos correr un velo sobre su primer acto amoroso.

Al día siguiente, Baoyu y Keqing se sentían tan unidos y tan cómodos intercambiando caricias, que una separación les resultaba intolerable. Cogidos de la mano salieron a dar un paseo. De pronto se encontraron en una espesura de espinos infestada de lobos y tigres. Un torrente de aguas negras les cerraba el paso, y no había puente por donde salvarlo. Empezaba a dominarles el pánico cuando apareció Desencanto.

—¡Alto! ¡Alto! —gritó—. ¡Volved antes de que sea demasiado tarde!

Petrificado, Baoyu preguntó:

—¿Qué lugar es éste?

—El Vado del Extravío —le contestó Desencanto—. Tiene cien mil pies de profundidad y mil li de ancho, y no hay barca que lo lleve a uno a la otra orilla; sólo una almadía con el Maestro Madera al timón y el Acólito Cenizas con la pértiga. No aceptan pago en oro o plata, y únicamente transportan a los que están destinados a ello. Vosotros habéis llegado aquí por casualidad, pero, si hubierais caído allí dentro, de nada hubieran servido mis consejos.

Y no había terminado de pronunciar estas palabras cuando, sobre el Vado del Extravío, sonó un estrépito como de truenos, y hordas de monstruos y demonios del río se abalanzaron sobre Baoyu para arrastrarlo hacia dentro. Empezó a sudar gotas frías y abundantes como la lluvia, y en su terror gritaba:

—¡Keqing! ¡Keqing! ¡Ayúdame!

Xiren y las otras doncellas se apresuraron a tranquilizarlo cogiéndolo entre sus brazos:

—No tenga miedo, señor Bao —le decían—. Estamos aquí.

Qin Keqing estaba en la terraza dando instrucciones a las doncellas para que los cachorros de gato y los perritos que jugaban no hicieran ruido, cuando oyó que Baoyu, desde su sueño, gritaba desesperado su nombre infantil.

«Nadie aquí lo conoce —pensó sorprendida—. ¿Cómo ha podido gritarlo en sueños?»

Por cierto:

Ocurren extraños encuentros en un sueño secreto.

Soy el amante más obstinado que vieron los tiempos.

* En algunas versiones, al principio de este capítulo aparecen los siguientes versos:

Bajo edredones bordados,

dormido de primavera,

siguiendo en trance a una diosa

deja el mundo terrenal.

¿Quién visita la Tierra de los Sueños?

El más obstinado amante

que vieron nunca los tiempos.

Sueño En El Pabellón Rojo

Подняться наверх