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La escuela de Birmingham y los estudios culturales

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¿Existen entonces mecanismos simbólicos de resistencia y apropiación? ¿Hay margen para la negociación con los dispositivos culturales o el escenario de opresión es total? ¿La cultura no es un campo de conflictos? ¿Los medios pueden ser instrumentos de control o son instituciones que disputan poder con otras instituciones, donde pueden corroborarse tensiones y hasta negociaciones entre las personas y los sentidos propuestos? ¿Qué lugar hay para la actividad de los sujetos? ¿El poder es total o relacional? ¿Pueden agenciar significados, aceptar, rechazar, apropiar u olvidar las propuestas?

Aunque se ha entablado una disputa en la genealogía de los estudios culturales, entre quienes ponderan al Centro de Estudios Culturales Contemporáneos (cccs), de la Universidad de Birmingham, y quienes consideran que hay múltiples ascendencias (Restrepo, 2012: 136); lo cierto es que, desde estos enfoques, la comunicación comenzó a inscribirse en la problemática del campo de la cultura y ya no de la mera relación entre emisor/a, mensaje y receptor/a.

Las corrientes teóricas estarán focalizadas en los conflictos que articula la cultura, las resistencias que se movilizan en la hegemonía, los modos de apropiación y réplicas, pudiendo equilibrar poderes, a partir de negociaciones de sentidos e interpretaciones.

Las posibilidades de crítica, resistencia, la apropiación de los significados dominantes ocupan la centralidad de la escena. Alta cultura y cultura popular, letrada y profana se desdibujan y resignifican. La dimensión cultural puede ser propiciatoria del surgimiento de identidades y posicionamientos (Padilla, 2009).

Los intercambios, las relaciones, las interacciones multiculturales, interculturales y transculturales entre medios y audiencias fueron exploradas sobre todo por los enfoques culturalistas en América Latina, especialmente desde México, Brasil, Colombia y Argentina.

Las categorías no se reducirán, entonces, a receptor/a y consumidor/a. Las diferencias con la teoría sobre usos y gratificaciones son profundas al erradicar el estudio de la recepción de lo que se considera un espacio acotado, la comunicación pensada en términos de mensajes que circulan, de efectos y reacciones, hacia la reubicación de la comunicación como problemática en el campo de la cultura, de la articulación de conflictos, “de los mestizajes que la tejen y las anacronías que la sostienen” (Barbero 1987: 240).

Públicos, “participación social”, “clases subalternas” y “competencias comunicativas” emanan de estas teorías, en las que se cruzan los análisis de los medios con las prácticas y experiencias para indagar las relaciones de poder, al vincular los dispositivos representacionales “desde arriba” con las construcciones de las experiencias “desde abajo”. Experiencias y representaciones y sus distancias evidencian las relaciones entre el discurso hegemónico y las “operaciones de los practicantes en posición de subalternidad” (Rodríguez, 2008: 333).

Derecho humano a la comunicación: Desconcentración, diversidad e inclusión

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