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Asimetrías de la desigualdad socio-comunicacional

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Como ya se verá con mayor profundidad, los reclamos colectivos, locales y regionales por la universalización del derecho a la comunicación son multicausales. Por un lado, se registra falta de acceso igualitario a los medios de comunicación; carencia incluso hasta de energía eléctrica en gran parte del territorio latinoamericano —lo que imposibilita casi de raíz la comunicación—.

A la vez que falta de pluralidad y diversidad en la televisión, medio con casi el 100% de penetración, se agrega un bajo desarrollo de Internet aún. Según Internet World Stats, solo tiene acceso el 32% de las personas que viven en el Caribe y el 48% de los sudamericanos (2012), incluso en algunos países como Bolivia se registra solo el 12% de acceso (Unesco, 2014).

En este marco no puede dejar de señalarse la existencia de la “brecha digital” y los desafíos para su reducción, como un aspecto de esas asimetrías (ver Capítulo xi).

Ese fue uno de los objetivos básicos de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (cmsi) (Ginebra, 2003; Túnez, 2005), evento internacional organizado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (uit) del que participaron gobiernos nacionales, el sector privado, organizaciones de la sociedad civil, Naciones Unidas y sus organismos especializados.

En la primera fase, en Ginebra, se realizó la Declaración de Principios que expresa en su inicio: 2

Nosotros, los representantes de los pueblos del mundo, reunidos en Ginebra del 10 al 12 de diciembre de 2003 con motivo de la primera fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, declaramos nuestro deseo y compromiso comunes de construir una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo, en que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida, sobre la base de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y respetando plenamente y defendiendo la Declaración Universal de Derechos Humanos.

El objetivo mayor de esta cumbre fue achicar la “brecha digital” entre los países con la visión de “igualdad soberana de todos los estados”.3 Para ello se diagramó un plan de acción con la meta de construir una Sociedad de la Información integradora, poner el potencial del conocimiento y las tic al servicio del desarrollo, fomentar la utilización de la información y del conocimiento teniendo conciencia de las desigualdades. 4

Mientras tanto, el tránsito automático, casi mágico, de la recepción a la producción y emisión (Piscitelli, 2010) parece haber quedado circunscripto a las posibilidades materiales y simbólicas, evaporándose la proclamada igualdad de condiciones para todas las personas, en los escenarios asimétricos que propone la comunicación concentrada, con homogeneizaciones discursivas, no solo locales sino trasnacionales.

En ese escenario desigual, la “educomunicación” aparece como desafío político, cultural y socioeconómico para modificar la interpretación, asumirse como interlocutoras/es reales y formar parte de la producción creativa, dejando de ser “comunicantes” para ser comunicadoras/es (Orozco 2014: 45).

Sin embargo, es necesario reconocer condiciones específicas, ya sea en un medio audiovisual analógico o digital, con múltiples dimensiones integrantes e integradoras:

1. la tecnológica, en cuanto a las características del medio;

2. la discursivo-lingüística, en cuanto a la existencia de por lo menos dos lenguajes, el auditivo y visual, junto con efectos sonoros, musicales, vocales que forman el discurso, estructurado por formatos y géneros;

3. la dimensión mediática, en términos del funcionamiento distintivo de un medio en relación con los demás;

4. la dimensión institucional, en cuanto a su anclaje en sistemas culturales, políticos, sociales, son públicos, privados, nacionales regionales, cada uno con una institucionalidad específica.

5. la dimensión estética, la “esteticidad”, en cuanto la conjunción de las dimensiones anteriores, vinculada con la cultura y el arte a la vez.

Dimensiones que construirán mediaciones distintivas, haciendo del proceso de televidencia como multimediado (Orozco, 2014: 48). Porque las pantallas (televisión, teléfonos, PC, tablets, relojes) antes que desplazar unas a las otras, convergen, así como las maneras de estar, de interactuar de las personas.

Se puede estar mirando televisión, chateando por Instagram sobre el contenido, whatsappeando a la vez sobre otro tema y leyendo fragmentariamente o viendo un video por Youtube. Pero siempre se estará ante un conjunto de mediaciones en las que intervendrá el nivel educativo, el desarrollo cognitivo específico, la madurez emocional, la inserción laboral o no, la clase, la etnia, el género, en un proceso altamente culturalizado, con diversas negociaciones posibles.

“Los sujetos-audiencia re-producen, re-negocian y re-crean al tiempo que reviven, los referentes televisuales” (Orozco 2014: 52).

Desde la segunda mitad del siglo xx, “ser y estar” como audiencia se transformó en un estatus de distinción de los sujetos sociales, pero ¿puede hablar el subalterno?, se preguntó Gayatri Chakravorty Spivak (1985).

¿No existen aún estrategias del poder colonial? ¿No hay capacidades de silenciamiento y ocultamiento? ¿Cuáles son los “itinerarios de los sujetos que han quedado escritos fuera de la historia”?

Desde la perspectiva de Spivak, no se trata de un no hablar por no poder hacerlo mecánica ni literalmente, sino porque la enunciación no lo habilita, por las ausencias, porque no forma parte de los discursos. Pero sin llegar a pensar en un escenario sin salida, sino que pueden abrirse formas nuevas, espacios de enunciación donde se puedan oír las voces subalternas.

Desde esta mirada, se trata de encontrar la opacidad del discurso (no de darlo vuelta) para habilitar críticas y negociaciones, recuperando las voces silenciadas por la historiografía hegemónica, para que el subalterno se constituya en un agente de cambio e insurgencias posibles, forzando una crisis.

En diferentes países de América Latina, como se desarrollará en los Capítulos vii y viii, la creación o fortalecimiento de Defensoría de las Audiencias, del Público u Ouvidorias, como representantes de los derechos de las audiencias, buscan no solo comprender cuáles son las relaciones de las personas con los medios de comunicación y de los medios de comunicación con las personas, en las mutuas posibilidades de intervención de unas y otras, sino también, considerar las condiciones de producción, emisión, recepción, apropiación, a la vez que “reclamo” y hasta participación en la producción de un nuevo contenido, dando una posibilidad democrática a las relaciones múltiples, variadas, heterogéneas que las personas tienen con la radio y la televisión.

Como se profundizará en los Capítulos iv y v, el reconocimiento de la comunicación como derecho humano y de los soportes como servicios y no ya como negocios, plantea nuevos roles del Estado, en cuanto “garante” de un derecho humano y de las personas, como “nuevos sujetos de derecho”.

Esa nueva instancia de intento de corrección de las asimetrías, dándole impulso a las audiencias comprendidas como sujetos de derecho, como nuevos ciudadanos comunicacionales, abrió un nuevo campo de empoderamiento de distintos grupos históricamente vulnerados, que se desarrollará en las próximas páginas.

Ante hechos de discriminación, altos niveles de violencias o falta de acceso a una comunicación plural y diversa, ante la presentación de un reclamo o una denuncia, a través de un espacio dialógico y de encuentro, se buscó reconfigurar las relaciones de poder, dando paso a la “voz del subalterno”.

El acceso a audiencias públicas de personas que nunca habían participado para promover políticas públicas; las opiniones y perspectivas que nutren debates permanentes; y las capacitaciones en ámbitos de la educación formal e informal —en escuelas y universidades, cárceles, barrios y sindicatos, en fuerzas de seguridad y ámbitos de los poderes judiciales, legislativos y ejecutivos—, promovidos por las nuevas Defensorías propuso la comprensión de que las democracias se constituyen a partir del derecho a dar y recibir información de cada persona, pero sobre todo de acceder a las de los demás, a las de la sociedad en su conjunto, con múltiples formas de ver la vida y el mundo.

Promover también nuevas investigaciones de largo alcance en el campo de la comunicación, desarrollar manuales, guías, impulsar publicaciones latinoamericanas, con plena accesibilidad para las personas con discapacidad nutrieron la perspectiva, la nueva matriz en la que se busca construir una ciudadanía comunicacional.

Estudiar la comunicación implica, entonces, retos múltiples desde varias disciplinas: la economía política de los medios, la tecnología, la semántica, la estética, la sociología, la psicología, pero también la pedagogía, la política, las relaciones de poder y la historia (Orozco 2014: 153).

En ese complejo entramado de relaciones, tal vez, pueden dejarse atrás las miradas mecanicistas, tecnodeterministas, biologicistas y totalizadoras que hundieron a las personas en meras/os receptoras/es, pasivas/os, a merced de la opresión ineludible o la digitación homogeneizante y mercantilista, hacia nuevas democracias vigorosas y participativas.

2. Ver Declaración de principios de la cmsi en: http://www.itu.int/net/wsis/docs/geneva/official/dop-es.html

3. Incluida en el apartado A: Nuestra visión común de la Sociedad de la Información en el punto 6. http://www.itu.int/net/wsis/docs/geneva/official/dop-es.html

4. Plan de Acción de la cmsi ver en: http://www.itu.int/net/wsis/docs/geneva/official/poa-es.html

Derecho humano a la comunicación: Desconcentración, diversidad e inclusión

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