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GERARDO DIEGO

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FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA


Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela —nueva— para mi uso personal e intransferible.


(Primera antología de sus versos, 1941)


Gerardo Diego Cendoya (Santander, 1896-Madrid, 1987) estudió bachillerato en el Instituto General y Técnico de Santander, donde tuvo entre sus profesores a Narciso Alonso Cortés, que muchos años más tarde contestaría su discurso de ingreso en la Real Academia Española. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto entre 1912 y 1916 y, en 1918, en su ciudad natal, publicó su primera obra, un cuento, «La caja del abuelo», en El Diario Montañés. Y ya en 1919, cuando se había trasladado a vivir a Madrid, comienza sus primeras publicaciones en las revistas de vanguardia, Grecia, Cervantes y Ultra. Participa en las tertulias madrileñas e inicia amistad con los propulsores de la literatura nueva desde los veteranos, Rafael Cansinos Assens, Isaac del Vando-Villar y Eugenio Montes, a los más jóvenes, José de Ciria y Escalante y Guillermo de Torre.

En 1920 obtiene, por oposición, ante un tribunal presidido por Emilia Pardo Bazán, la cátedra de Lengua y Literatura del Instituto de Soria. Con el primer sueldo, tal como le había aconsejado Ramón Gómez de la Serna, publica El romancero de la novia, su primer libro. Conoce a Juan Ramón Jiménez, por mediación de su amigo León Felipe. En diciembre conoce a Antonio Machado, y un año después conocen en Madrid, Juan Larrea y él, a Vicente Huidobro, con el que inician amistad. Huidobro los invita a viajar a París para conocer a los vanguardistas franceses. En 1922, publica, en Madrid, Imagen, y en agosto, viaja a París, para visitar a Vicente Huidobro, quien lo acompaña a conocer a los vanguardistas del cubismo francés, entre los que se encuentran Juan Gris, Fernand Léger, María Blanchard... En 1923 traslada su cátedra al Instituto de Gijón. Publica Soria. Galería de estampas y efusiones. Colabora en la Revista de Occidente, que acaba de fundar José Ortega y Gasset. En 1924 publica Manual de espumas. Nuevo viaje a Francia para visitar a Vicente Huidobro y a Juan Larrea, en septiembre. Reuniones con Juan Gris. Larrea le presenta a César Vallejo.

La revista Intentions lo incluye, en París, como representante de la joven literatura española. En 1925 obtiene el Premio Nacional de Literatura por Versos humanos. El libro se imprime en otoño. Comienza a escribir, en 1926, poemas taurinos para un libro que tardaría años en publicarse, La suerte o la muerte, y participa en los actos del centenario de Góngora a lo largo de 1927. Publica la Antología poética en honor de Góngora, y en diciembre aparecen dos revistas ideadas y dirigidas por el poeta: Carmen. (Revista chica de poesía española) y su suplemento Lola. El año finaliza con la excursión a Sevilla y los actos en el Ateneo conmemorativos de Góngora.

Viaja en 1928 a Argentina, donde se reunirá con Amado Alonso y Alfonso Reyes, Fernández Moreno, Molinari, Bernárdez y Borges. Entabla contacto con el grupo «Criterio» y con Arturo Rubinstein. De nuevo en España, conoce en Burgos, en los cursos de verano de 1929, a la estudiante francesa Germaine Marin, con la que entabla relaciones. En 1931 publica Viacrucis y consigue el traslado al Instituto de Santander. Publica, en 1932, Poesía española. Antología 1915-1931, que da lugar a una gran polémica. En México aparecen Fábula de Equis y Zeda y Poemas adrede. Interinamente, traslada su cátedra al Instituto Velázquez de Madrid.

La segunda edición de su Poesía española. Antología (Contemporáneos), con nueva polémica, aparece en 1934. En junio se casa en Sentaraille (boda religiosa) y en Toulouse (boda civil) con Germaine Marin. Viaje de bodas a Italia. En noviembre realiza un largo viaje, con Julio Palacios, en misión cultural a Filipinas.

De nuevo en Madrid se convierte en crítico musical del diario La Libertad. Inicia sus veraneos en Sentaraille, que serán habituales en la familia excepto los años 1941 y 1942 por estar cerrada la frontera. En enero de 1936, de nuevo catedrático del Instituto de Santander. Al terminar el curso, marcha a su veraneo en Sentaraille, donde le sorprende la rebelión militar. Al terminar el verano se traslada a vivir a Toulouse.

En septiembre regresa a Santander y tras un proceso de «depuración» se reintegra a su cátedra. En 1939 traslada su cátedra al Instituto Beatriz Galindo de Madrid. En 1940 publica su primer libro tras la guerra, Ángeles de Compostela. En 1941 aparece Alondra de verdad. En verano, en Sentaraille, escribe La sorpresa (Cancionero de Sentaraille).

Comienza, en 1946, su colaboración con Radio Nacional de España a través de un tiempo de radio titulado Panorama Poético Español que se mantendrá hasta bien entrados los años setenta. En 1947 es elegido Académico de Número de la Real Academia Española. En 1948 publica Hasta siempre, Soria y Ángeles de Compostela, en su edición ampliada. El 15 de febrero ingresa en la Real Academia con el discurso Una estrofa de Lope. Crítico musical del diario La Tarde de Madrid, en 1949 publica La luna en el desierto y otros poemas, y en 1951 Limbo.

Los libros y los viajes se suceden a partir de esta fecha con asiduidad y frecuencia, que ponen de relieve la fecundidad del poeta, que, al mismo tiempo, desarrolla una importante actividad como crítico literario, articulista de los más importantes periódicos madrileños (ABC, Arriba, El Alcázar...) y colaborador de Radio Nacional de España. Aparece su primera obra de vanguardia tras la guerra, Biografía incompleta, en 1953. Amazona en 1955. Paisaje con figuras en 1956. Amor solo en 1958, al mismo tiempo que una edición pirata de Evasión en Caracas.

En octubre de ese año viaja a México y se reencuentra con Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, León Felipe, Juan José Domenchina y Bernardo Casanueva. Conoce a Emilio Prados. Su anfitrión es Alfonso Reyes. Otros viajes a América suponen nuevos reencuentros. En noviembre, a Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba con conferencias y curso en la Universidad de Río Piedras, donde se reúne con Ricardo Gullón, Américo Castro y Federico de Onís, y en noviembre-diciembre del año siguiente, a Buenos Aires (encuentros con Molinari, María Teresa León, Rafael Alberti, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Luis Borges) y Montevideo (donde se reúne con Juana de Ibarbourou). En 1960 recibe el Premio Calderón de la Barca por su única obra para el teatro, El cerezo y la palmera, «tríptico de Navidad».

Año fecundo en libros, 1961 es la fecha de Glosa a Villamediana, La rama, Mi Santander, mi cuna, mi palabra y la edición definitiva de Ángeles de Compostela, y 1962 la de Sonetos a Violante. El cerezo y la palmera se estrena en el Teatro María Guerrero de Madrid, el 22 de diciembre. Publica La suerte o la muerte y Nocturnos de Chopin en 1963, y El Jándalo y El cerezo y la palmera, en 1964.

En noviembre-diciembre realiza un viaje de mes y medio a América Latina y en distintos lugares se encuentra con Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Alejo Carpentier. Publica, en 1965, Poesía amorosa 1918-1961. En 1966, en un mismo volumen, sus dos libros El Cordobés dilucidado y Vuelta del peregrino, además de Odas morales y Variación 2, Ofrenda a Chopin 1918-1962 en 1969, La fundación del querer y Versos divinos en 1970, Cementerio civil en 1972, y en 1975, Carmen jubilar y su libro sobre arte 28 pintores contemporáneos vistos por un poeta.

En 1976 reúne su lírica de vanguardia en un volumen titulado Poesía de creación y en 1977 todos sus poemas sorianos en Soria sucedida. En 1980 se le concede el Premio Miguel de Cervantes de 1979. Publica, en 1986, Cometa errante, en espera y anuncio de sus poesías completas cuya preparación da por terminada. Muere en su casa de Madrid el 8 de julio de 1987 y es sepultado en el Cementerio de Pozuelo de Alarcón.

La poesía de Gerardo Diego suele ser caracterizada por su fecunda variedad, y el mismo poeta señaló en más de una ocasión que a él le interesaba del mismo modo la tradición que la modernidad, que igual seguía la retórica más clásica que se fabricaba una nueva para su uso particular. Por ello una lectura de los poemas de Gerardo Diego nos transmite ese mismo tono de lo diverso, aunque si profundizamos en el sentido y contenido de estos poemas y en sus conformaciones métricas, podremos advertir que, aun siendo variados los registros, siempre hay una cohesión y una unidad, un estilo, podríamos decir, el mismo que hizo de la poesía de Gerardo Diego una experiencia singular, que se dilató a lo largo de muchos años.

Por todo ello, asistimos a la sucesión de diferentes modalidades poéticas a lo largo del tiempo, con regresos y avances, además de simultaneísmo en la práctica del arte más moderno o del más clásico. Y hallaremos en toda esta poesía las que podemos señalar como cualidades fundamentales de la lírica de Gerardo Diego: cultivo de la tradición literaria española, culta o popular, junto al arte de vanguardia, que, tras una breve experiencia ultraísta, se desarrollará en un particular creacionismo, que el poeta aprendió muy joven bajo el magisterio del poeta chileno Huidobro y de los artistas de la vanguardia francesa de los últimos años de la segunda década del siglo, entre ellos su adorado Juan Gris. Por otro lado, sus maestros áureos, empezando por Góngora, pero deteniéndose con delectación en el magisterio de Lope de Vega, aunque también San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y algunos más recónditos como el conde de Villamediana. Pero no solo ellos, la poesía española más reciente, desde Bécquer y Rubén Darío hasta el magisterio definitivo de Juan Ramón, determinaron líneas de actuación, formas de construir, actitudes ante la belleza, reacciones ante el amor, la muerte, la naturaleza, el paisaje...

No es menos variado el universo poético de Gerardo Diego, y ya hemos aludido a algunas preferencias temáticas, empezando por el amor, pero también la naturaleza, el paisaje o los paisajes de una España bien conocida, lugares que vibran en su evocación y recuerdo y que transmiten un sentimiento de elevación muy personal. Pero no quedan ahí los intereses de este poeta variado y complejo: la vida espiritual, la religión practicada y sentida con intimidad, el mundo de la música, su música y sus músicos, cuya genialidad intentó reproducir con palabras aun sabiendo que el intento era vano. O el fastuoso y particular mundo de la fiesta taurina, a la que tan aficionado era, y que intentó, y posiblemente logró como pocos, inmortalizar en el arte de su palabra poética, enriquecida por la belleza de imágenes y metáforas. Y, por encima de todas estas realidades, en la poesía de Gerardo Diego está su memoria de la vida, su manera de entender a su prójimo, con el que quiere comunicarse y con el que quiere reflexionar sobre conductas, sobre pasiones y sobre virtudes y vicios, que a veces son censurados con jocosas representaciones en el género por él inventado de la jinojepa.

Entre sus libros más representativos, destaca Manual de espumas. Mientras que Imagen es un libro de relativamente dilatada gestación, ya que se alarga en su redacción durante cuatro años, Manual de espumas se escribe tan solo en un otoño, el de 1922, fecha de composición de todos sus poemas, menos «Primavera», que es el más antiguo del poemario y se escribe en la primavera de 1921, en Santander. El resto del libro está compuesto en su integridad en Gijón, adonde había llegado Gerardo Diego destinado como catedrático del Real Instituto Jovellanos ese mismo principio de curso de 1922-1923, recién trasladado desde su primer destino en Soria y a su regreso del interesante viaje a París, donde ha conocido a los artistas de la vanguardia.

La relación del libro Manual de espumas con el arte de vanguardia, y en concreto con la pintura cubista, es algo que quedó establecido en la crítica especializada a partir de 1970, cuando el poeta reconoció esta vinculación de un libro creacionista puro, que está influido por la pintura cubista y que representa una obra maestra, por estas razones, dentro de la poesía española de vanguardia. La pintura, la de Juan Gris sobre todo, puede ayudarnos a entender este libro y a comprender el sentido de sus textos, de sus imágenes creacionistas, cuya teoría, explicada por Gerardo Diego en varios textos de aquellos años, es ya muy conocida, sobre todo su concepto de «imagen múltiple».

El mundo poético es distinto del anterior y el creacionismo según la interpretación de nuestro poeta es el que determina la asociación de imágenes tan variada y expresiva de este poema. Las imágenes entonces destacan por su plasticidad asociativa, por su capacidad pictórica. A la irregularidad del pensamiento, corresponde una irregularidad versal manifiesta. El verso quiebra el ritmo constantemente produciendo una musicalidad muy variada. Sin embargo, como ocurre tantas veces en la poesía de Gerardo Diego de este tiempo, el sentido rítmico no se pierde. Se quiere hacer un verso en todo momento musical. De ahí, por ejemplo, la presencia de algún elemento tan perceptible como es la rima consonante, sustituida en ocasiones por la asonante no menos notable.

Alondra de verdad, libro compuesto por cuarenta y dos sonetos, se nos ofrece, al igual que otros poemarios de Gerardo Diego, como una especie de diario íntimo, formado por cuarenta y dos momentos líricos que reúne el poeta ordenados con estricto respeto a su realidad cronológica y vinculados, en algunos casos, a experiencias concretas. Así ocurre con las sugerencias paisajísticas, históricas y emocionales de los diferentes lugares recorridos o avistados desde el barco en el viaje de regreso de las islas Filipinas. Todos los poemas se hallan unidos, a pesar de su variedad y de su diversidad, por una relación de temperatura, de procedimientos formales, de clasicidad, en definitiva, que el libro refleja con nitidez. Había comenzado su autor, a principios de 1918, cuando inicia Versos humanos, una interpretación de la poesía de signo clasicista, por lo menos desde el punto de vista formal, que compartía sus horas con las imaginaciones vanguardistas contemporáneas, muy intensas en este período inicial. En esta poesía tradicional irían entrando con el tiempo reflejos de los hallazgos vanguardistas que se forjarían en feliz simbiosis con los nuevos avances de la poesía tradicional. Alondra de verdad, escrito entre 1926 y 1936, aunque publicado en 1941, supone la culminación de tal etapa clasicista, y la aparición de este libro mucha influencia habrá de tener en las nuevas promociones y en el clasicismo de la «juventud creadora», aunque no lograron alcanzar a su maestro y su original combinación de tradición y vanguardia.

Los tonos renacentistas con que son tratados algunos temas, la actitud neobarroca en otros, revelan la fidelidad del poeta a nuestro Siglo de Oro, al que también corresponden como tributo actitudes más ambiciosas: la religiosidad, el tradicionalismo, la emoción ante paisajes y templos... Conviven estos motivos con otros reveladores de cierto paganismo cultural desmitificado, muy de Gerardo Diego, con recreaciones musicales sobre temas de Schubert, Schumann, Beethoven, Debussy, etc.


Bibliografía


José Luis Bernal (ed.), Gerardo Diego y la vanguardia hispánica, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1993; Jesús María Barrajón, Adolfo Muñoz y Alonso López (eds.), Gerardo Diego (1896-1996), Cuenca, Universidad de Castilla la Mancha, 1997; Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco (eds.), En círculos de lumbre. Estudios sobre Gerardo Diego, Murcia, Caja de Murcia, 1997; Gabriele Morelli, Historia y recepción de la «Antología poética» de Gerardo Diego, Valencia, Pre-Textos, 1997; Gabriele Morelli, Gerardo Diego y el III Centenario de Góngora. Correspondencia inédita, Valencia, Pre-Textos, 2001; Juan Manuel Díaz de Guereñu, Poetas creacionistas españoles, Málaga, Diputación Provincial de Málaga, 2001; Francisco Javier Díez de Revenga y José Luis Bernal Salgado (eds.), Memoria y literatura. Estudios sobre la prosa de Gerardo Diego, Cáceres, Universidad de Extremadura, 2003; Francisco Javier Díez de Revenga, Gerardo Diego en sus raíces estéticas, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2006; Antonio Gallego Morell, Vida y poesía de Gerardo Diego, Granada, Universidad de Granada, 2008.

100 escritores del siglo XX. Ámbito Hispánico

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