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VICENTE ALEIXANDRE
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FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA
Cuando yo canto, hablo de mí, pero hablo del mundo, de lo que él me dicta, porque eso es la inspiración: hervor en el reducido recinto del corazón de fuerzas innumerables, concentradas finalmente con una sola espada atravesando de dentro a fuera el pecho del inspirado.
(Epistolario, 1986)
La vida de Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-Madrid, 1984) sobresale entre las de sus compañeros de generación por su tono personal, retraimiento y carácter familiar. Tras pasar su infancia en Málaga, desde los once años reside en Madrid, donde estudió las carreras de Derecho e Intendente Mercantil. Fue profesor de Economía, durante algunos años, en la Escuela de Comercio. Su descubrimiento de la poesía, ya que él era lector juvenil de Galdós, Alarcón, Valera, le llega de la mano de un joven de su edad, Dámaso Alonso, que en la sierra madrileña, en el verano de 1918, le presta una antología del poeta nicaragüense Rubén Darío. En distintas ocasiones refirió el propio Aleixandre cómo aquella lectura le introduciría en la que habría de ser la gran pasión de su vida: la poesía. Su personalidad recoleta, siempre recluido en su nunca abandonado retiro solitario, se debió a razones de salud: en 1925, una grave enfermedad (tuberculosis nefrítica) le obligó a abandonar su trabajo. En 1926 aparecen sus primeros versos en la Revista de Occidente, y dos años más tarde publica su primer libro, Ámbito, en la colección Litoral, que dirigían en Málaga Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Sus años de la época republicana estarán marcados por la amistad con los componentes de la generación del 27, especialmente Alberti, Cernuda, Prados y Altolaguirre, por el retiro a que se ve obligado debido a una larga enfermedad, por el Premio Nacional de Literatura que recibe en 1934 por su libro La destrucción o el amor, y, finalmente, por la amistad con Pablo Neruda y con Miguel Hernández, ya en los años previos a la Guerra de España. En 1932 publicaría su primer libro surrealista, Espadas como labios, que desencadenó entusiasmo y admiración entre sus coetáneos. En 1933, tras una nueva crisis de salud y una operación en la que se le extirpa un riñón, escribe La destrucción o el amor. En 1935 publicaría Pasión de la tierra, su primer poemario surrealista escrito a finales de la década anterior.
La llegada de la Guerra Civil supuso la dispersión de sus amigos. El poeta, que permanece en el Madrid bombardeado, intenta, aconsejado por Neruda, partir hacia el exilio y viajar a París, pero es imposible. Las autoridades militares republicanas no se lo permiten. Continuas recaídas de salud y desgracias familiares van aislándolo del exterior, lo que una vez terminada la guerra se acentúa, recluyéndose en su chalet de Velintonia.
Tras la contienda, una especie de exilio interior distinguirá la actividad de Aleixandre, que da a conocer en 1944 su libro Sombra del Paraíso, con el que habría de convertirse en guía indiscutible de todas las jóvenes promociones de la poesía española, cuyos componentes asistirían a la casa madrileña del poeta como si acudiesen a una escuela de poesía española. Del mismo modo algunos de sus libros siguientes marcaron verdaderos hitos en la poesía de su tiempo: en 1954 Historia del corazón experimenta un decisivo proceso de rehumanización y revela el interés del poeta centrado ahora en el propio hombre y su carácter temporal. Finalmente, su última etapa poética tiene un marcado carácter filosófico, a través de su poesía de senectud: Poemas de la consumación, en 1969, con el que consigue el Premio de la Crítica, y Diálogos del conocimiento, en 1974. A pesar de esta intensa y continuada actividad literaria, la biografía de Aleixandre tendrá pocos momentos públicos significativos, tales como el ingreso en 1950 en la Real Academia Española, con un discutido discurso titulado En la vida del poeta: el amor y la poesía, y la concesión del Premio Nobel de Literatura en 1977. Este último hecho, acaecido ya en la vejez, habría de convertirle, curiosamente, en uno de los poetas españoles más conocidos del gran público en aquellos años, pero el ajetreo de las actividades derivadas de tal popularidad momentánea agravaría seriamente su salud. Muere en su casa de Madrid el 14 de diciembre de 1984.
Vicente Aleixandre es uno de los intelectuales españoles contemporáneos de perfiles más complejos y a la vez más sugestivos, que se incorpora a la literatura en un momento generacional caracterizado por la amistad y la confluencia en similares afanes de renovación literaria absolutamente emprendedores. Pero Aleixandre, como los restantes poetas de su generación, siguió su camino personal y su trayectoria poética se forja en originalidades que la crítica especializada no ha dudado en señalar una y otra vez. La lección de su mundo poético, como testimonio y como conciencia de un tiempo de España, pero también del universal sentir humano, permanece con vigencia total. Justamente, cuando el poeta recibió el Premio Nobel de Literatura, la Academia Sueca reconocía tales cualidades como iluminadoras de la condición del hombre en el mundo y en la hora presente. Cualidades que superan lo puramente temporal para convertirse en testimonio intemporal, universal. Y, en este sentido, su poesía es estímulo y lección de vida, expresada con una palabra poética original, forjada en la representación personal de un estilo único e inimitable.
El sentido de búsqueda, de indagación, de investigación de la presencia del hombre, como criatura viva, en el cosmos que le ha correspondido compartir, es una de las más originales posiciones de la poética aleixandrina. La indagación se torna muchas veces en interrogación que pretende ante todo conocimiento. Desde las luchas iniciales, desgarradoras, de la criatura frente al cosmos, pasando por la reflexión histórica de la convivencia hasta la aceptación final de la realidad, entre consumación y conocimiento, la poesía toda de Aleixandre es lección y es vida. Es mundo vivo de reflexión e inducción al conocimiento de nuestra propia entidad como seres vivos, limitados, pero rodeados de un mundo anhelado como posesión, como vinculación de raíz. Su poesía constituye así permanente lección y estimula nuestra propia conciencia con su intenso testimonio de vida, vigente a través del tiempo, enriquecido en una de las expresiones poéticas más nítidas de nuestro siglo, revitalizado por su verso firme y noble, original en su concepción y efectivo a la hora de alcanzar su inevitable destino.
La poesía de Vicente Aleixandre, iniciada en 1918, tiene su primer libro en Ámbito, la confirmación de la adscripción inicial de Aleixandre a la poesía de su generación, ya que en él aparecen tanto los ideales de «pureza» que distinguieron a algunos seguidores de Juan Ramón Jiménez, como la presencia de ciertos modos gongorinos muy del momento. Pero cuando este libro aparece, el poeta ya camina por derroteros muy diversos iniciando la que será su experiencia surrealista con el libro Pasión de la tierra, escrito entre 1928 y 1929, aunque se publicaría en 1935. Seguirán Espadas como labios, La destrucción o el amor y Mundo a solas, trazando el largo proceso de expresión del mundo poético aleixandrino en torno a los grandes temas del amor y de la muerte y su peculiar visión de ese mundo en relación con la identificación destrucción-amor.
Tras diez años de silencio, Sombra del Paraíso, en 1944, supone la vuelta de Aleixandre a la vida literaria activa, que conocerá innovaciones sustanciales en la nueva etapa iniciada, en 1954, con Historia del corazón, en el sentido de que todo lo humano y la conciencia de la temporalidad y de la existencia tienen entrada en el poemario, aunque en esta dimensión de rehumanización se ha visto también la continuación, y culminación, de un proceso ya iniciado en Sombra del Paraíso. Todavía, en 1969 y 1974, respectivamente, habría de publicar Aleixandre otros dos grandes libros, los que para la crítica han constituido la fase final de su poesía: Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento. Ambos poemarios, cada uno con sus peculiaridades estructurales y estilísticas, representan en la obra de Aleixandre su poesía de senectud, expresión, como ha señalado Pere Gimferrer, de «la condición de la vida desde la perspectiva de la vejez y la vecindad de la muerte en el primer caso, el enigma de la conciencia humana y el sentido del mundo en el segundo».
Entre 1939 y 1943 Vicente Aleixandre escribe Sombra del Paraíso, un conjunto de poemas que el autor quiere que sean evocación paradisíaca de las horas juveniles o de aurora, con evidente identificación de juventud-paraíso, una creación visionaria del poeta, sublimación de un profundo deseo de pureza y belleza, de vivir una vida pura, desnuda, paradisíaca. Pero estos poemas constituyen también una reacción contra la crueldad y fealdad del mundo de la Guerra de España y de los primeros meses de la posguerra. Sombra del Paraíso es así un libro de exilio interior, en el que se deja sentir la dolorosa pérdida de una edad anterior en que la libertad, la dicha de vivir, la compañía de amigos entrañables, camaradas de generación, llenaban su existencia. Palabras muchas veces repetidas del propio Vicente Aleixandre, en su «Nota sobre Sombra del Paraíso para unos estudiantes ingleses», recuerdan que la poesía contenida en esta obra es «un canto a la luz desde la conciencia de la oscuridad», «un ansia de verdad y plenitud, desde el estremecimiento doloroso del hombre de hoy».
Cuando Vicente Aleixandre escribe Sombra del Paraíso está, como ya se ha señalado, entrando en la madurez de sus cuarenta años cumplidos. Su realidad vital personal es decisiva en la redacción del libro. Aleixandre nunca tuvo buena salud, y cuando escribe el libro habla de sí mismo, aunque hable también del mundo. Y lo que rodea a su propia persona es un país destruido, una sierra en la que se halla confinado, por razones de salud especialmente, y que le aleja del mundo habitual y de los amigos. Aislamiento que odia y que le deprime. Y entonces el poeta se refugia en su propia poesía y en lo que es capaz de expresar con ella: el anhelo de un paraíso, que fue la juventud, que puede ser el amor, que es la plenitud de una naturaleza que le rodea con todo su esplendor.
Así se desprende del poema más antiguo del libro, «Primavera en la tierra», escrito en septiembre de 1939, en las proximidades de Madrid. Es decir, un poema escrito cerca de una ciudad desolada, destruida en gran parte por la recién terminada guerra —la propia casa del poeta (Velintonia, 3) había sido seriamente afectada por los bombardeos, al estar situada en el Parque Metropolitano, muy cerca del frente de la Ciudad Universitaria—, un poema compuesto en otoño que termina titulándose «Primavera en la tierra» con dos términos, «primavera» y «tierra», etapa cósmica y referencia telúrica, que tanta importancia tienen en la mítica poética de Aleixandre. Bástenos recordar que un libro fundamental en su obra y en su evolución hacia el surrealismo se tituló Pasión de la tierra.
En el propio título, Sombra del Paraíso, hallamos la clave del sentido del libro escrito desde un destierro espiritual, desde un presente real que trata de descubrir el paraíso, que no es el paraíso perdido de la juventud como pareció entenderse en un principio el libro, a partir de otras palabras del poeta y de algunos de los poemas más importantes de la obra como «Ciudad del paraíso». Aunque tal nota existe en el poemario y hay que tenerla en cuenta, no lo constituye todo en el mismo, ya que su contenido, su visión y su objetivo son harto más complejos.
Paraíso en sombra, primavera en tierra. Ese es el comienzo. Porque un pasado perdido se distingue enseguida en los primeros versos de tan interesante poema. El poeta escribe desde un presente sombrío, de eso no cabe duda, y evoca un pasado dichoso, una Primavera, en la que la luz y el color, la naturaleza, los árboles, los animales, las rocas, todo estaba poseído por la belleza natural fastuosa y deslumbrante. Los elementos positivos, coincidentes con un pasado feliz, paradisíaco se agolpan en los versos aleixandrinos y dominan en el contexto total de la evocación nostálgica, para concluir: «Todo abría su cáliz bajo la luz caliente». La naturaleza, sus criaturas y sus componentes mostraban un esplendor extraordinario, y a la evocación de aquel paraíso dedica el poeta toda la primera parte, hasta que comparece él mismo en el poema.
La conciencia del presente, entrevista en Sombra del Paraíso, anuncia un deseo del poeta de efectuar en su poesía un cambio que llegará con Historia del corazón, en 1954, publicado en una España muy diferente, pero una España aún sometida a dictadura y opresión. Años después de su publicación, Aleixandre reconocía que «Historia del corazón, escrita entre 1945 y 1953, creo que supone una nueva mirada y una nueva concepción en el espíritu del poeta». Nueva mirada, nuevo espíritu, es decir, nueva visión del mundo exterior —el poeta se fija en otros seres, en otros objetos, en otras zonas del mundo, diferentes de las que hasta entonces habían sido habituales en él—, y nuevo espíritu, es decir que el poeta, simultáneamente, está adoptando una nueva conformación mental personal, una nueva actitud. Un poeta de cincuenta años más o menos, medio siglo de vida ya transcurrido, quien se plantea o, por mejor decirlo, anhela novedades en su poesía, innovaciones que vemos sugeridas en la reiteración introspectiva y extravertida de esa nueva mirada y nueva concepción que anuncia.
Y para la nueva mirada y la nueva concepción un tema nuevo. Él mismo lo reconocía en 1956, dos años después de la aparición del libro: «El vivir humano, tema central, se canta aquí desde una doble vertiente. Visión del hombre vivido, desde la conciencia de la temporalidad (por eso poemas de la edad humana: de niñez, de juventud, de madurez, de ancianidad). Y visión del amor como símbolo trascendido de solidaridad de los hombres ante los “términos” de su vivir». Nos hallamos ante una nueva dupliciad. Ahora, el poeta revela que tiempo y amor serán los temas centrales del libro. Temporalidad y reflejo de esa temporalidad en el hombre como vivo ser que vive y atraviesa edades, edades que el poeta enumera cuidadosamente y que, a partir de este momento, van a ser básicas y fundamentales en su obra, por no decir que reiteradas y obsesivas.
El compromiso de Aleixandre entonces es con el tiempo, en tanto que afecta al hombre. Estamos, pues, evidentemente, ante un tiempo de historia que exigen las circunstancias personales y vitales. Pero está claro que el término «historia» va en el título del libro. Historia sí, pero Historia del corazón.
La rehumanización que culmina en Historia del corazón podemos, sin reservas, considerarla por añadidura la culminación de un proceso que se inicia, como venimos advirtiendo, en Sombra del Paraíso. Leopoldo de Luis señaló, como hemos adelantado, elementos muy claros de la realidad circundante en Sombra del Paraíso y, por lo tanto, no es muy partidario, y con razón, de separar etapas. Más bien se trataría entonces de un proceso de humanización previo a la integración de esa poesía en un ámbito social, que se inicia antes de la publicación de Historia del corazón, pero que logra su más clara expresión, como coronación de ese proceso, en el libro de 1954.
Bibliografía
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