Читать книгу 100 escritores del siglo XX. Ámbito Hispánico - Domingo Ródenas de Moya - Страница 7
RAFAEL ALBERTI
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FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA
Desde mis días iniciales, pretendí que cada una de mis obras fuese enfocada como una unidad, casi un cerrado círculo en el que los poemas, sueltos y libres en apariencia, completaran un todo armónico, definido.
(La arboleda perdida, 1959)
Rafael Alberti Merello (El Puerto de Santa María, 1902-1999) fue el quinto de los seis hijos que tuvo el matrimonio de Agustín y María, nieto de bodegueros proveedores de las cortes europeas. En 1917 se trasladó a Madrid con su familia y se dedicó a la pintura, que abandonaría enseguida en favor de la poesía. Se dio a conocer en el mundo de las letras al obtener en 1925 el Premio Nacional de Literatura, por su libro Marinero en tierra, e integrarse en la «Joven Literatura». A Marinero en tierra sigue en el mismo 1925 La amante y en 1927 El alba del alhelí. En 1929 Cal y canto recoge su interpretación poética del gongorismo y en ese mismo año Sobre los ángeles inicia su etapa surrealista, que se completa con Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, dado a conocer en 1929, y Sermones y moradas, en 1930. Se casó ese mismo año con la escritora María Teresa León y, a partir de entonces, cultiva una poesía revolucionaria comprometida políticamente. Funda El Mono Azul. En 1931 estrenó su primera obra de teatro, El hombre deshabitado, y comienza a relacionarse en Francia con Picasso y escritores sudamericanos como César Vallejo, Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier. Becado por la Junta para la Ampliación de Estudios de la Segunda República Española, viajó en 1932 a la Unión Soviética y trató con los escritores soviéticos de la época. El año siguiente conoce a Pablo Neruda y, según cuenta en sus memorias, empieza a convertirse en «poeta en la calle». En 1935 publica De un momento a otro. A partir de 1936 interviene en la campaña por el Frente Popular. En el transcurso del asedio a Madrid participó en la evacuación de las obras del Museo del Prado, para evitar su destrucción bajo el bombardeo de la artillería nacional.
Aparece en las colecciones de libros de la revista Cruz y Raya, en 1935, el volumen Poesía 1924-1930, recopilación de todos sus libros publicados junto a algunos inéditos (como es el caso de Sermones y moradas o de Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos), mientras que sigue trabajando en nuevas colecciones de poemas, como 13 bandas y 48 estrellas. Poema del mar Caribe (1936), El poeta en la calle (1931-1936) o De un momento a otro. Poesía e historia (1925-1937), además de una elegía a Ignacio Sánchez Mejías, con el título de Verte y no verte (1935). La editorial Signo recogería toda esta producción en una nueva edición del último libro de Alberti que parece en España antes de la Guerra Civil: Poesía 1924-1937, aparecido en Madrid en plena contienda.
En los últimos días de la guerra marcha a Francia, donde inicia un largo exilio que tendrá una etapa inicial en Buenos Aires. La editorial de Gonzalo Losada publica su colección Poesía (1924-1939), aparece Entre el clavel y la espada (1941) y compone una trilogía dramática, de corte neopopular, compuesta por El trébol florido (1940), El adefesio (1944) y La Gallarda (1944-1945). En 1941 nace su hija Aitana y a partir de 1949 elabora los poemas que compondrán el volumen Coplas de Juan Panadero, en cuya primera edición aparece el autor como colector y amigo de Juan Panadero, un poeta del pueblo, refugiado tras la Guerra Civil y vagabundo por Iberoamérica. Su libro A la pintura, que tendrá varias ediciones, se publica por primera vez en 1945.
En 1946 aparece, en Montevideo, el primer libro de sus Coplas de Juan Panadero, a las que seguirán las ediciones de Buenos Aires en tinta china, de 1951, Retornos de lo vivo lejano, de 1952, Ora marítima, de 1952, y Baladas y canciones del Paraná, de 1954. En 1956 aparece una nueva obra dramática. Noche de guerra en el Museo del Prado. Sonríe China, de 1958, cierra una etapa que culmina en la edición de Poesías completas, que aparece en Buenos Aires en 1961. Viajes a la Unión Soviética y a China en 1957 enriquecen con nuevas experiencias el mundo poético de Alberti. El 28 de mayo de 1963, el poeta y su familia se trasladarían a Roma, dando por finalizada la etapa suramericana de su exilio. En la Ciudad Eterna iniciaría un nuevo período creativo, en el que el arte de la pintura y la poesía compartirán las horas del poeta. Se instala en el populoso Trastevere, continúa su obra literaria y se introduce en nuevas artes plásticas que aprende de los maestros romanos del momento. Estudia nuevas técnicas de grabado, litografía y aguafuerte, y produce una nutrida obra gráfica. De estos años es su libro Roma, peligro para caminantes que aparece en 1968.
Regresa a España el 27 de abril de 1977. En junio de ese mismo año fue elegido diputado a Cortes del PCE por la provincia de Cádiz, pero poco después, en octubre, renuncia al escaño. Desde su vuelta a España residió en Madrid y desarrolla una gran actividad literaria y cultural, con la aparición de nuevos libros: Fustigada luz en 1980, Versos sueltos de cada día en 1982, Los hijos del drago y otros poemas y Golfo de sombras en 1986 y Canciones para Altair en 1989. En 1983 recibió el Premio Cervantes y en 1989 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras la muerte de María Teresa León, en 1988, se casa, en 1990, con María Asunción Mateo. Muere en Puerto de Santa María el 28 de octubre de 1999.
La trayectoria poética de Rafael Alberti se inicia con un libro de notable madurez estética, Marinero en tierra, que supone su consagración como poeta dentro de una de las modalidades estéticas generacionales (el neopopularismo), aunque ya en sus inicios había participado en las revistas de vanguardia con poemas influido por los ultraístas y los creacionistas. Su primera afirmación como poeta ha surgido, sin embargo, tras la lectura de los cancioneros de los siglos XV y XVI y de Gil Vicente, influido por los trabajos de investigación que se llevan a cabo, dirigidos por Menéndez Pidal, en el Centro de Estudios Históricos, y que determinaron la forma tanto de Marinero en tierra como de La amante o El alba del alhelí.
Su segundo libro, La amante, vinculado a paisajes castellanos conocidos en viajes de negocios familiares, aparece en Litoral, en Málaga, en 1926, con lo que Alberti, ya relacionado en Madrid con Salinas, Diego, Guillén o Lorca, se integra plenamente en los medios de difusión de los poetas de su generación, al publicar en la editorial de Prados y Altolaguirre. El alba del alhelí (1927) lo publicaría José María de Cossío en su colección de «Libros para Amigos» en Santander. Las revistas juveniles serían también medio habitual de expresión para Rafael Alberti y en ellas coincidiría con todos sus compañeros de generación: Verso y Prosa, Litoral, Carmen, Meseta, Mediodía...
Participa el poeta directamente en las conmemoraciones gongorinas, firma la convocatoria del centenario (con Guillén, Salinas, Alonso, Diego y Lorca) y su fervor hacia el poeta cordobés determinará las características de su cuarto libro, Cal y canto (aparecido en la editorial de la Revista de Occidente en 1928), que desarrollará uno de los más interesantes procesos de actualización del lenguaje poético culterano en la poesía de su generación. Tales experiencias culminarán en la escritura de una insólita «Soledad tercera», que corona un extenso y decisivo proceso de recuperación de formas clásicas (sonetos, tercetos) con un lenguaje metafórico neobarroco de gran originalidad.
Cuando en el año 1929 Rafael Alberti publica Sobre los ángeles, sin proponérselo o proponiéndoselo, daba a conocer el libro más complicado y más difícil de todos los suyos, cuya clave puede hallarse en la cuestión amorosa, con desengaño incluido; en la insatisfacción con la obra anterior —muy típico de los poetas de su tiempo y especialmente de Federico García Lorca, que experimenta también en esa misma fecha similar reacción—; o en la pérdida de la fe religiosa, en la que coincide también con el Federico que abraza el surrealismo en 1929 y produce Poeta en Nueva York. Una temporada en la Casona de Tudanca, con José María de Cossío, entre tormentas y lecturas de Quevedo y de Bécquer, determinó su nueva estética vital e inquietante, reveladora no ya de una crisis personal sino de la crisis de todo un tiempo de España, acorde con lo que otros poetas de su generación (Aleixandre, Cernuda, Lorca, Prados) están llevando a cabo en su poesía en estos mismos años.
Alberti, intérprete seguro como en ningún otro momento de un clima angustiado, el suyo personal, fue capaz de crear una estética peculiar para un momento difícil y de formular un lenguaje complejo para expresar, con acentos de indudable autenticidad, la verdad de un sentimiento, que continuaría en Sermones y moradas, que no se publicó como libro exento y apareció por primera vez en la edición de Poesía 1924-1930 (aparecida en 1935), y en Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, formado por una serie de poemas inspirados en los héroes del cine mudo cómico, desde Charlot a Harold Lloyd, desde Harry Langdon a Buster Keaton, con el que se cierra su etapa surrealista, entre el entusiasmo ante las novedades del cinematógrafo y la modernidad absurda de los héroes de celuloide.
Cuando Rafael Alberti escribe en 1930 su poema «Con los zapatos puestos tengo que morir», que subtitula «Elegía cívica», inicia su etapa más personal, y única en el panorama poético de su generación, la que el propio autor denomina poesía civil o de «poeta en la calle», que coincidirá y se corresponderá con las actividades políticas del poeta, unido a partir de entonces a María Teresa León. Sus viajes a la Unión Soviética y su participación en congresos y actividades literarias de signo revolucionario, culminarán en esta etapa en la fundación de la revista Octubre, en 1934.
Alberti caminaba ya por senderos personales, pero no alejado del todo de los poetas de su generación, con los que sigue conviviendo hasta el estallido de la Guerra Civil: figuraría en las dos Antologías de Gerardo Diego (1932 y 1934), aunque en su «poética» de la segunda ya marca distancias abogando por la «razón revolucionaria» para justificar su poesía. También formaría parte del comité de redacción del que se considera último encuentro generacional, Los Cuatro Vientos (1933), pero solo del primer número, sin llegar nunca a colaborar en la revista. La muerte de Sánchez Mejías le inspiró su elegía «Verte y no verte» (1935), último punto de coincidencia con sus amigos, en esta oportunidad con la desolación que produjo en todos ellos la desaparición del admirado torero y dramaturgo.
Pero es en Marinero en tierra donde Alberti realiza la gran recuperación de la poesía de tipo tradicional a través de numerosas canciones, que tienen como motivos literarios el mar, y que recuperan con un ritmo interno muy popular los aires de la canción antigua perfectamente asumida y renovada con singular originalidad. La presencia de los cancioneros del siglo XVI contribuye poderosamente a forjar una estética muy sólida, vinculada a la tradición y basada en la recuperación de locuciones, ritmos, estribillos, formas repetidas, que revelan ante todo espontaneidad, sencillez y cohesión vinculada a un ritmo determinado, propio de la canción.
Los sonetos que forman parte de Marinero en tierra representan en Rafael Alberti una de las primeras contribuciones, y de las más sólidas, a la recuperación de la lírica culta del Siglo de Oro, previa a las reivindicaciones gongorinas. No solo por los aspectos estrictamente formales, sino también por el lenguaje neobarroco ya iniciado, basado en un cultivo muy original de la metáfora renacentista y barroca, poseen estos sonetos un valor y una importancia de gran trascendencia. En Marinero en tierra Alberti establece la que será su impecable técnica metafórica que se constituirá en una expresión permanente más allá de su primer libro, en el que revela excepcional maestría y complejidad significativa que no impiden la emoción ante la naturaleza, vivida con ternura infantil como reflejo de la inocencia perdida.
Otros sentimientos se unen a este, especialmente la nostalgia del mar, de la libertad y el sentimiento del amor imposible, que se expresa por medio de este tipo de canciones, cuya misión, conseguida con toda clase de aciertos formales, revela su implicación personal, su emoción ante el mar, la nostalgia de su presencia cuando el poeta se encuentra tierra adentro. De esta forma el mar se convierte, al mismo tiempo, en un gran símbolo como paraíso temporal y espacial perdido o cuando menos lejano, lo que dota a los poemarios de sentimientos dramáticos dulcificados por el aire positivo de la musicalidad de las canciones. La realidad vital del joven Alberti se advierte del mismo modo en las notas de paisaje: mar, viento, luz, pinos, barca, etc. adquieren configuración simbólica y representación de sentimientos de tristeza y de búsqueda de sí mismo y de su razón de existir en el mundo, aspectos estos que serán permanentes en toda la obra albertiana que ahora se inicia con esta trilogía de canciones de tipo tradicional y sonetos de factura clasicista.
La etapa surrealista de Alberti se inicia con Sobre los ángeles, libro en el que el poeta vuelca los efectos de una tremenda crisis espiritual, que va desde la pérdida de la fe en relación con las vivencias infantiles en el colegio de los jesuitas del Puerto de Santa María a la expresión de cuatro temas fundamentales: amor, ira, fracaso, desconcierto. El poeta desciende bajo la superficie y produce una poesía que surge de los temibles misterios de la vida y la muerte, una poesía de lucha y angustia y de aspiraciones hacia la luz.
Es muy interesante observar la evolución del lenguaje y de los medios expresivos en Sobre los ángeles, que va desde una sencillez relativa inicial, vinculada aún al neogongorismo y más remotamente a la lírica de tipo tradicional de los primeros libros, a una complejidad muy acusada, con imágenes y procedimientos surrealistas bastante notorios. Se produce un ensanchamiento o un engrandecimiento de ese lenguaje que se revela en la realidad física del verso, pero más aún en la extensión de los campos del contenido. Es decir, la reflexión poética se hace si no más arbitraria, por lo menos más amplia, más abierta a mundos diversos.
Alberti comienza Sobre los ángeles cuidando con exquisitez la forma y utilizando imágenes con cierta cautela. Los versos son breves y todavía mantienen el espíritu característico, por lo menos en lo formal, de los libros anteriores. En los poemas finales se libera en una escritura distendida. Los versos sobrepasan la línea habitual y continúan en la siguiente. Las imágenes adquieren una cierta descomposición y producen rupturas en los sistemas lógicos provocando situaciones de aparente incomprensión, que revelan, como hemos adelantado, acentuación de la crisis.
Sobre los ángeles permanece con su lección de poesía vital e inquietante, reveladora no ya de una crisis personal sino de la crisis de todo un tiempo de España. Alberti, intérprete seguro como en ningún otro momento de un clima angustiado, el suyo personal, fue capaz de crear una estética peculiar para un momento difícil, fue capaz de formular un lenguaje complejo para expresar, con acentos de indudable autenticidad, la verdad de un sentimiento.
Bibliografía
Manuel Durán, Rafael Alberti, Madrid, Taurus, 1975; Solita Salinas de Marichal, El mundo poético de Rafael Alberti, Madrid, Gredos, 1975; José Luis Tejada, Rafael Alberti entre la tradición y la vanguardia (poesía primera: 1920-1926), Madrid, Gredos, 1976; Ricardo Senabre, La poesía de Rafael Alberti, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1977; Gregorio Torres Nebrera, El teatro de Rafael Alberti, Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1982; Concha Argente del Castillo, Rafael Alberti. Poesía del destierro, Granada, Universidad de Granada, 1986; Catherine G. Bellver, Rafael Alberti en sus horas de destierro, Salamanca, Publicaciones del Colegio de España, 1984; Manuel J. Ramos Ortega y José Jurado Morales, Rafael Alberti libro a libro. El poeta en su centenario, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2003; Manuel Ángel Vázquez Medel, Rafael Alberti y Andalucía, Sevilla, Alfar, 2005.