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JOHN BARTH

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por

CRISTINA GARRIGÓS

Mi novela posmodernista ideal estaría, de algún modo, por encima de la confrontación entre realismo e irrealismo, forma y contenido, literatura pura y comprometida, novela literaria y popular.

(«La literatura del agotamiento», 1967)

John Barth (Cambridge, Maryland, 1930) es uno de los nombres claves del posmodernismo estadounidense. Su obra, hasta la fecha, se compone de doce novelas, dos libros de relatos y dos libros de ensayos. Nacido en Cambridge, en el estado de Maryland, la mayor parte de su vida y obra se han desarrollado en este entorno de la Costa Este, de manera que algún crítico ha calificado su escritura de regionalista. Cierto es que el mar y la navegación cobran pronto un gran protagonismo en su obra, en la que podemos encontrar varios temas recurrentes, como son la metaficción, la sexualidad, la navegación y la reescritura de mitos, cuestiones que desde el principio de su carrera han preocupado al escritor. Nacido el 27 de mayo de 1930 en una familia de origen alemán de clase media, Jack y su hermana gemela, Jill, se educaron en el sistema semirrural, semisureño de su ciudad natal. Tras completar la educación secundaria, Jill se inclinó por los estudios de comercio, mientras que Jack, siguiendo su vocación musical, se desplazó a Nueva York para estudiar en la prestigiosa Academia Juilliard de música, donde estudiarían músicos como Miles Davis. Sin embargo, a pesar de la afición de Barth por el jazz y la batería, su vocación musical no era tan fuerte como para continuar en esta dirección y decidió seguir el camino de las letras aceptando una beca para asistir a la Universidad de Johns Hopkins, donde se graduó en 1951 con una licenciatura en escritura creativa. En esta universidad completó también sus estudios de máster, que finalizó en 1952 con la escritura de una novela aún sin publicar, Shirt of Nessus (‘La túnica de Neso’) en la que ya muestra signos de su interés por la mitología. Por aquella época, y a pesar de su juventud, Barth ya se había casado con Harriete Anne Strickland en 1950, con quien tendría tres hijos, Christine y John, nacidos en 1951 y 1952 respectivamente, y Daniel, nacido en 1954, mientras Barth daba clase como profesor de composición inglesa en la Universidad estatal de Pensilvania, donde trabajaría desde 1953 hasta 1965, año en que la familia se mudó a Búfalo. Fue en este espacio de tiempo en el que publicó sus primeras novelas, La ópera flotante (1956), El final del camino (1958) y El plantador de tabaco (1960), que pronto le confirmaron como uno de los escritores jóvenes más interesantes del panorama literario norteamericano. Barth y su esposa se separaron en 1969 y un año después contrajo matrimonio con Shelley Rosenberg, una antigua estudiante, cuyo romance relata en «Teacher» (‘Profesora’), un ensayo incluido en Further Fridays (‘Más viernes’).

Su primera novela, La ópera flotante, es, según el propio autor, una comedia nihilista, en la cual el protagonista, Todd Andrews, relata en primera persona, desde 1954, los acontecimientos que se desarrollaron a partir del día que tomó la decisión de suicidarse, en 1937. El final de la novela, influida por el existencialismo francés de Camus y Sartre, no gustó a los editores, que obligaron a Barth a cambiarlo si quería publicarla y Barth, que había sido rechazado por otras seis editoriales, aceptó. Sin embargo, en 1967, consolidada ya su carrera, pudo publicarla con el final que él había escrito. La novela fue nominada para el Premio Nacional de Literatura, premio que obtendría, sin embargo, con su obra Quimera en 1973.

Su segunda novela, El fin del camino, se debe leer en relación con la anterior, pues continúa en la misma línea, y si la primera se consideró, según el propio autor, una comedia nihilista, esta sería una tragedia o catástrofe nihilista, cuyo título original, que de nuevo tuvo que cambiar por exigencias editoriales, era «Qué hacer hasta que llegue el médico». Los narradores de estas dos primeras novelas, Todd Andrews y Jacob Horner, se ven envueltos en unos triángulos amorosos y sufren una «alienación radical» que les hace extraños ante sí mismos y ante los demás. Tras estas dos obras, aún en una línea realista, Barth comienza a experimentar con el posmodernismo narrativo en sus siguientes novelas, El plantador de tabaco y Giles Goat-Boy (‘Giles, el chico cabra’, 1966). El plantador de tabaco es un ejercicio de virtuosismo literario en el que Barth crea una sátira de la historia colonial estadounidense haciendo una crítica feroz al mito fundacional, desde John Smith y Pocahontas, a las plantaciones de tabaco y la piratería. En esta novela, el protagonista, Ebenezer Cooke, basado en un referente real, es un poeta quijotesco embarcado en la tarea imposible de escribir un poema épico sobre el estado de Maryland, la «Marylandiada». Esta novela, como indica Enrique García Díez en su introducción a la edición española, «desarrolla básicamente la visión y espíritu de las dos anteriores: un universo minado por la falta de valores y la crisis de identidad». En esta ocasión, sin embargo, Barth va más allá para escribir sobre mitos tan americanos como el de la inocencia y el de la reconciliación, a partir de los cuales crea su novela. A través de la relación de Ebenezer con su tutor, Burlingame, mitad indio, mitad europeo, veremos cómo Barth desmitifica la identidad del hombre norteamericano y sus valores. El camino satírico iniciado por esta novela continúa con la siguiente, Giles Goat-Boy, para trasladarse a los campus universitarios haciendo uso también de la parodia literaria en referencia a obras básicas de la literatura occidental, como son la Biblia o Edipo rey. Dado que la crítica consideró que la novela anterior, El plantador de tabaco, estaba basada en la obra de Joseph Campbell, El héroe de las mil caras, Barth, que desconocía este texto, decidió en esta ocasión seguirlo y diseñó la novela para que Giles, el héroe, siguiera paso a paso el círculo que, según Campbell, debe completar todo héroe para cumplir su destino. Giles Goat-Boy narra la historia de Georges Giles y de su proceso de aprendizaje, desde su infancia «caprina» hasta la universidad, donde descubrirá que su verdadero padre es un ordenador, Wescac. Podemos considerar Giles como la primera obra en la que Barth lleva al lenguaje a un primer plano, advirtiendo al lector del artificio de la creación literaria. En este sentido, es posible ver en ella el principio de la metaficción que más adelante dominaría la obra de Barth y que ha hecho que se le considere un escritor posmodernista.

John Barth nunca ha renegado de esta etiqueta. De hecho, en sus propias palabras: «Nunca me he resistido al término posmodernista; de hecho [...] si no lo he abrazado, al menos lo he aceptado y he tratado de comprender cómo se aplica a lo que he hecho y hago en mi práctica diaria. Nunca he escrito nada porque fuera posmodernista; he escrito lo que he escrito porque me parecía que era lo que debía hacer, mientras que a otros (a mí también, más o menos) les ha parecido que lo que debían hacer era clasificar el producto como posmodernista» (Further Fridays, pág. 310). No es sencillo definir el posmodernismo como género literario. Brenda K. Marshall lo ha definido como un «momento» de decisiva importancia en la cultura estadounidense, sobre todo entre las décadas de 1960 y 1980, en el que se une la tradición norteamericana con la experimentación que se desarrolló en Latinoamérica y Europa occidental. Escritores como Donald Barthelme, Robert Coover, John Hawkes, William Gass o Grace Paley cuestionan en su obra la noción de la literatura como mímesis de la realidad y optan por experimentar con el lenguaje literario para exponer el artificio que supone la escritura. En este sentido, emplean la parodia, la sátira, la ironía o el pastiche como técnicas narrativas que propician el «extrañamiento» del lector en el texto, exigiendo de este una mayor colaboración y participación activa en el desarrollo de la lectura. De hecho, son frecuentes las intrusiones del autor en el texto, así como las llamadas de atención a los lectores. Emplean estos autores en gran medida la metaficción, de manera que autores como Fogel y Slethaugh señalan esta doble escritura (experimentación narrativa y las teorías sobre cómo escribir) como característica de la ficción posmodernista.

La publicación en 1967 del artículo «The Literature of Exhaustion» (‘La literatura del agotamiento’) en la revista The Atlantic Monthy significó, de hecho, su incursión en el terreno crítico, pues además de hacer posmodernismo, teorizaba sobre ello. Este artículo fue muy mal interpretado por la crítica en general, que vio en él un ataque a la narrativa modernista. Es cierto que este artículo proclamaba la necesidad de crear un nuevo tipo de literatura que superara a la modernista de Joyce, Faulkner o Eliot, pero eso no quería decir que esta no fuera válida, sino que era inútil seguir imitándola en la segunda mitad del siglo XX y que había que buscar otros patrones. Como explicaba en otro artículo, que se puede considerar como continuación de este, «The Literature of Replenishment» (‘La literatura de la regeneración’), la literatura posmodernista vendría a cubrir este hueco, y uno de sus mayores representantes sería Jorge Luis Borges.

El interés por el autor argentino es ya manifiesto en Perdido en la casa encantada (1968), colección de relatos inspirada, como él mismo aclara en el prólogo, por la lectura de la obra Ficciones de Borges y en la que se reflexiona sobre el papel del autor, su relación con los lectores y el artificio que supone toda creación literaria. De hecho, el escritor norteamericano utiliza recursos narrativos habituales en la obra del argentino, como la mise en abîme, la imagen del laberinto y la de los espejos como metáfora de la literatura. También incluye Barth en este volumen cuentos como «Echo» (‘Eco’) o «Menelaiad» (‘Menelaiada’) que anticipan el interés por la reescritura de mitos que desarrollará en su siguiente obra, Quimera (1972), una colección de tres novelas breves, que tratan sobre los mitos de Sherezade («Dunyazadiada» [‘Dunyazadiada’]), Perseo («Perseid»[‘Perseida’]) y Belerofonte («Bellerophoniad»[‘Belerofoniada’]). Barth reescribe los mitos griegos y el de la narradora oriental desde un punto de vista diferente al habitual; en el caso de Sherezade, por ejemplo, desde el de su hermana Dunyazade, proporcionándole a los lectores una visión contemporánea de los mitos.

De las obras publicadas con posterioridad, quizá sea LETTERS (‘LETRAS’, 1979) la que ha merecido mayor atención por parte de la crítica especializada. Calificada por Enrique García Díez como «autofagia literaria», esta obra es una parodia de las novelas modernistas. De nuevo utiliza recursos considerados posmodernistas, como la intrusión del autor en el texto o la interactuación entre autor y personajes, pues aparecen personajes suyos de obras anteriores que se cartean con él. De las novelas publicadas a partir de ahí, podemos afirmar que la respuesta de la crítica ha sido desigual, pues el autor tiende a repetir sus temas favoritos constantemente. Así, Sabático (1982), The Tidewater Tales. A Novel (‘Los cuentos de la marea: una novela’, 1987) formarían un tándem sobre la relación entre la navegación y el relato. The Last Voyage of Somebody the Sailor (‘El último viaje de Alguien, el marino’, 1991) retomaría personajes de Las mil y una noches como Simbad el marino o la propia Sherezade, para volver a embarcarlos en la narración de una historia, como hace también en On With The Story (‘Que siga la historia’, 1996).

Los últimos libros publicados por Barth son Coming Soon!!! (‘¡¡¡Ya llega!!! ’, 2001), The Book of Ten Nights and a Night. Eleven Stories (‘El libro de las diez noches y una noche. Once historias’, 2004) —sobre los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington—, Where Three Roads Meet (‘En el cruce de los tres caminos’, 2005), The Developement (‘El desarrollo’, 2008) y Every Third Thought: A Novel in Five Seasons (‘Cada tercer pensamiento: una novela en cinco temporadas’, 2011). Si bien el interés de Barth por la experimentación con el lenguaje literario ha ido en aumento a medida que avanzaba su producción literaria, también ha crecido su interés por las relaciones humanas, de forma que no son pocos los críticos que han señalado que sus últimas obras son una celebración del compañerismo entre el hombre y la mujer. Los críticos han señalado también la existencia de dos fases en la obra de Barth: la primera, desde La ópera flotante hasta Quimera, en la que los protagonistas se debaten por la necesidad de encontrar sentido a las cosas y la imposibilidad de encontrarlo; y una segunda, derivada de la primera, más metafictiva, en la que, convencidos de que es imposible encontrar sentido al mundo, la narración se convierte en centro de la narración.

Es posible que la obra de cada escritor se deba entender como un todo, según dijo Roland Barthes en «De la obra al texto», pero en el caso de Barth más que nunca, porque todos sus libros están conectados, de manera que parece que, desde su primera novela, estuviera escribiendo siempre un mismo volumen, alrededor de cuestiones como la mitología, las relaciones entre parejas, la sexualidad, la narración literaria o la duplicidad. En su autobiografía novelada, Once Upon a Time. A Floating Opera (‘Érase una vez. Una ópera flotante’, 1994), Barth retoma estos temas para escribir lo que él califica de «memorias embotelladas en una novela». El protagonista de la misma, Jack Barth, se reúne con personajes de novelas anteriores y se convierte así en autor, narrador y protagonista de su propia historia. Estructurada como una ópera que se desarrolla en un barco, los actores de la misma rinden homenaje a la primera novela de Barth y así, al propio autor, quien de forma irónica señala sobre sí mismo: «En una palabra, aunque no soy egoísta, sí soy decididamente egocéntrico». Es posible que una metáfora adecuada para definir la obra de John Barth sea la cinta de Moebius que proponía en Perdido en la casa encantada y que representa su concepto de literatura posmodernista caracterizado por la repetición de viejos patrones que adoptan una nueva forma y que le dan vitalidad a la narración. Es por ello que la narrativa de John Barth simboliza ese encuentro entre el pasado y el futuro que encuentra en el lenguaje posmodernista la forma ideal de repetición infinita sin llegar nunca al agotamiento.

Bibliografía

Charles B. Harris, Passionate Virtuosity. The Fiction of John Barth, Chicago, University of Illinois Press, 1983; Stan Fogel y Gordon Slethaug, Understanding John Barth, Columbia, University of South Carolina Press, 1990; Max F. Schulz, The Muses of John Barth, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1990; Enrique García Díez, «Introducción» a El plantador de tabaco, Madrid, Cátedra, 1991; Cristina Garrigós, John Barth: un autor en busca de cuatro personajes, León, Universidad de León, 2000.

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