Читать книгу 100 escritores del siglo XX. Ámbito Internacional - Domingo Ródenas de Moya - Страница 18
MIJAÍL BULGÁKOV
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NATALIA ARSENTIEVA
Los manuscritos no arden.
(El maestro y Margarita, 1966)
Mijaíl Bulgákov (Kiev, 1891-Moscú, 1940), gran escritor ruso del siglo XX, fue el mayor de los siete hijos del profesor de Historia en la Academia de Teología, Afanasi Bulgákov. Su infancia transcurrió en una casa grande en el mismo centro de Kiev. En el seno de su familia cristiana ortodoxa reinaba un espíritu de amor y alegría. De su padre, aficionado a las ciencias exactas y la filosofía, Mijaíl recibió en herencia la lógica y la habilidad de expresarse con precisión; su madre, en cambio, le inculcó el amor por la música y la lectura. Era un gran lector. Le gustaba Chéjov, Dickens, pero sobre todo Gógol. Soñador y observador, escribía cuentos humorísticos, tocaba el piano, cantaba, organizaba espectáculos. El teatro le apasionaba desde niño. Sus padres, no obstante, no se dieron cuenta de que su primogénito vino al mundo como escritor y dramaturgo por antonomasia, y que su obra trascendería su época —(1920-1940)— y traspasaría las fronteras de Rusia. Llegará el momento en que se ganará no pocos enemigos por su carácter burlesco e independiente, sufrirá la inconstancia de los líderes del mundo literario y se convertirá en un escritor muerto en vida cuando se prohíban la publicación y el estreno de todas sus obras; pero en el futuro, cuando ya no esté en este mundo, llegará a ser considerado uno de los grandes autores a los que tocó vivir y trabajar bajo el poder autocrático de Stalin. Se reconocerá su habilidad narrativa y su extraordinario dominio del lenguaje, se editarán todas sus obras silenciadas y confiscadas, se escribirá una Enciclopedia dedicada a su vida y a los orígenes de sus personajes. Correrán ríos de tinta en debates críticos en torno a la lectura exegética de su novela cómica y místico-filosófica El maestro y Margarita, traducida a todas las lenguas europeas. Nada de esto sabía el joven Bulgákov cuando elegía para su futuro la carrera de médico casi obligado por su familia, siguiendo el ejemplo de algunos de sus parientes. Pero el destino se interpuso entre su trayectoria vital y su vocación literaria en forma de tormentosos acontecimientos históricos en su país, sacudido por la revolución y la guerra civil.
«¿Quién no tuvo aventuras increíbles en tiempos de la guerra civil?», pregunta uno de los personajes del autor. En aquellos turbulentos años, cuando cayó sobre Rusia la noche de la miseria y terror, Bulgákov, ya licenciado en la Facultad de Medicina, tiene veintiocho años. Después de trabajar un tiempo en la Rusia de provincias, experiencia reflejada más tarde en las colecciones de cuentos Morfina (1927) y Zapiski molodogo vracha (‘Recuerdos de un joven médico’), vuelve a Kiev, recientemente abandonada por las tropas del general Denikin. En 1919 tiene que alistarse en el Ejército Blanco como médico militar justo en el momento de su retirada hacia el sur. En su memoria quedaron grabados para siempre la lámpara verde, los libros de la biblioteca y el laboratorio con la estufa encendida. Destinado al Cáucaso, viajando en un frío y sucio tren, siente el impulso de escribir las impresiones de los últimos meses de su vida, que pronto aparecerán impresas en un periódico local. A partir de ese momento su decisión de ser escritor es irrevocable. Sus nuevos amigos de Vladikavkaz, cuando se instaura el poder soviético, le ayudan a buscar trabajo en la prensa. Pero ¿qué podría esperar un inexperto y joven periodista? Gana poco con sus folletines y, para sobrevivir, da conferencias públicas sobre la literatura clásica rusa hablando de Chéjov y Pushkin, aportando al pueblo «liberado» el conocimiento de su herencia cultural, hasta que una pandilla de escritores proletarios le denuncia por haber hecho propaganda del «legado burgués» en la Rusia de la Revolución. Solo el apoyo de su joven mujer, Tatiana Lappa, con la que se casó en 1913, le salva de caer en una profunda depresión. Muerto de hambre, atormentado por el miedo a ser perseguido por su breve estancia en la Guardia Blanca, Bulgákov, aprovechando el cobro de unos humildes honorarios, se dirige a Batumi, la ciudad más próxima a la frontera con Turquía, para beber, al igual que sus hermanos, el amargo cáliz del exilio. No obstante, la idea de emigrar le hace temblar ante lo incierto de su futuro en un país extranjero: «No soy Mayne Reid ni Boussenard. Estoy harto de aventuras y devorado por las pulgas». El tifus le impide salir del país. En otoño de 1921, ya recuperado, Bulgákov manda a su mujer a Moscú y luego marcha tras ella, a pie desde Voronezh, hasta llegar a la capital sin dinero ni equipaje. En vano busca allí refugio y sosiego: para sobrevivir y pagar el alquiler hay que despabilarse, y Bulgákov no se niega a hacer ningún trabajo hasta que logra una plaza en la redacción del periódico Gudok y más tarde, colabora con Nakanune. Para este periódico escribe textos que son una mezcla de ensayo, reportaje y folletín, un género donde el detalle conciso, la seriedad y el carácter informativo de un reportaje se combinan con el humor y la subjetividad que aportan las observaciones personales. No obstante, el Bulgákov periodista, sumergido en la rutina diaria, no tarda en empezar a vivir una serie de acontecimientos extraordinarios que fueron reflejados por él mismo muchos años más tarde en Novela teatral. En esta obra autobiográfica, Bulgákov describe su encuentro con la bohemia literaria, cuenta la historia de la creación de su primera novela La Guardia Blanca (1923-1924), y ridiculiza a unos cuantos renombrados personajes, pertenecientes a la flor y nata del mundillo artístico capitalino.
Después de meses de espera, de cavilaciones en torno a su vocación literaria y de resistir los intentos de la censura de cercenar su obra, Bulgákov logra una victoria: la publicación de una novela recortada y el estreno de su adaptación a la escena con el título de Los días de los Turbín en el Teatro de Arte de Moscú. En ella, a través de sus paisajes idílicos vislumbra su juventud, iluminada por el reflejo del sol en las aguas del Dniéper, un mundo desaparecido como símbolo de la felicidad perdida para siempre, en contraste con la tormenta de nieve, imagen simbólica de la Revolución, que enterró todo lo que quería y apreciaba Bulgákov, dejando en su alma cicatrices que no desaparecerían nunca. Inmediatamente después, bajo la evidente influencia de autores clásicos, Bulgákov escribe otro drama histórico de tipo humano y social, Beg (‘La carrera’, 1926), que quizás está mejor acabado. Con esta obra demuestra que en la desdichada época de la Revolución no hay héroes épicos, sino víctimas y verdugos en ambos bandos, como Jludov, general blanco, frío asesino, y los comisarios de la GPU, responsables del terror rojo. Un alud de críticas negativas sobre estas dos obras cae sobre él: «Lanza escupitajos emponzoñados pero impotentes sobre la clase trabajadora y sus ideales comunistas», escribe el periódico Komsomolskaia Pravda el 14 de octubre de 1926. Bulgákov hace caso omiso a los insultos y prosigue escribiendo. Ahora ya le ilusiona escribir una crítica demoledora sobre los cambios sociales, políticos y estéticos en la Rusia soviética. En ese momento de su vida es alegre, encantador, artístico: «Su ironía formaba parte de un sentimiento mayor. Su agudeza siempre estaba presente, a veces sarcástica, pero nunca chocante o vulgar. No despreciaba a la gente, pero odiaba la monotonía, la falta de sinceridad y el engaño» (P. S. Popov, 1940). Tras el divorcio de su primera esposa, Bulgákov se vuelve a casar con Liubov Belozerskaia. Así, entre el trabajo literario, sus quehaceres y sus amores, va transcurriendo su vida, salpicada por éxitos y amarguras sin saber qué le espera en un futuro próximo.
En Corazón de perro Bulgákov anuncia una nueva y amenazante especie humana, el homunculus soviético, generada, de acuerdo con las leyes de transmutación social, por la nueva realidad histórica. A través de la sátira fantástica y de la parábola, el escritor pone al descubierto la mezquindad e idiotez intelectual y moral de la clase burocrática soviética. El protagonista del relato, el catedrático Filip Preobrazhenski (apellido derivado de preobrazhenie, «transfiguración»), científico y médico, consigue llevar a cabo en su laboratorio la transmutación de la materia mediante el trasplante de la hipófisis y las glándulas sexuales de un delincuente en el cerebro de un perro callejero. Los huevos fatales, otra farsa atrevida y fantástica de Bulgákov, trata el tema de la naturaleza y las paradojas del poder soviético adoptando la innovadora forma de la novela de terror. El científico Pérsikov descubre un rayo prodigioso que acelera la actividad vital de los organismos inferiores, pero cae víctima de la furiosa multitud tras haber prestado su invento a un miembro rural del Partido, a quien se le ocurrió utilizar su descubrimiento para regenerar la agricultura nacional afectada por la epidemia avícola. La imprudencia y el descuido en la ejecución del plan desembocan en una terrible catástrofe. Debido a un error, unos huevos de cocodrilo destinados a un zoo son llevados a una granja colectiva. En lugar de pollos, empiezan a salir seres, que bajo los efectos del «rayo de la vida», se han convertido en terribles monstruos que invaden parte del territorio soviético y amenazan con arruinar la población de las grandes urbes hasta llegar a Moscú. La guerra de reptiles contra la especie humana es una alegoría fantástica de la desastrosa situación política en la Rusia soviética de la década de 1920, cuando paradójicamente la máquina represiva del poder soviético se vuelve contra los mismos autores y héroes de la Revolución. Quizás el objetivo de Stalin era evitar que se repitiera la trágica historia de Julio César, por lo que empezó a eliminar a sus antiguos aliados, y con ellos, todo lo que podría amenazar su poder, hasta llegar a tal extremo en que cada opinión independiente y distinta a la suya era castigada.
Bulgákov no es asesinado ni obligado a exiliarse ni condenado a trabajos forzados, como miles de represaliados, por la sencilla razón de que ha sido elegido por el régimen, que no puede negar su talento, para que sacrifique su libertad creativa en favor de la alabanza al tirano y su obra. Para empezar, le presionan con furiosos y casi mortales ataques de la crítica, pero todavía no le ahogan. Hacia el año 1928 en la prensa se publican 298 denuncias que denigran su obra y su personalidad. El dramaturgo se defiende con una risa inteligente y amarga, pegando tales denuncias en las paredes de su habitación y haciendo un desigual uso de los folletines con insultos. Pero cuando dejan de publicar y escenificar todas sus obras, además de quitarle la posibilidad de encontrar trabajo, es víctima de una depresión nerviosa que le obliga a lanzar un SOS a Stalin y al gobierno, en el que Bulgákov les pide la libertad de escribir o que lo expulsen del país. Como respuesta recibe una llamada telefónica del líder soviético. Le conceden la plaza de asistente del director de escena en el Teatro de Arte de Moscú y también vuelven a representar algunas de sus obras. Pero sería un gran error interpretar estos favores del dictador como una muestra especial de cariño hacia Bulgákov, como si se rindiera atraído por el poderoso magnetismo de su creatividad literaria. Con estos «generosos» gestos, Stalin solo prolonga la agonía de Bulgákov, porque su dignidad personal y creativa le hace imposible convertirse en escritor al servicio del poder. No se rinde y sigue escribiendo sobre lo que cree que debe tratar un escritor en los tiempos de la dictadura: el problema del artista y el poder; así que aprovecha para tal objetivo el género hagiográfico. Los protagonistas de sus novelas y dramas Vida del señor Molière, Don Quijote, Kabala sviatosh (‘El yugo de los beatos’) y Poslednie dni Pushkina (‘Los últimos días de Pushkin’) son escritores que tuvieron, como él, que enfrentarse al poder y a un entorno hostil. Con firmes y expresivas pinceladas, Bulgákov presenta en Vida del señor Molière un retrato del comediógrafo francés desde su nacimiento hasta su muerte. A través de la trayectoria biográfica de su héroe, Bulgákov pretende explorar el oscuro laberinto de su propio destino. Al igual que su homólogo francés, Bulgákov toma el material para sus sátiras de la vida cotidiana y se enfrenta al poder político e ideológico. A pesar de la prohibición de sus obras, sigue con su denuncia de los miserables y los mentirosos, de los delatores, los hipócritas y los espías. Cuando llega el momento crítico, al igual que Molière, le pide justicia al tirano sin convertirse en su lacayo y de cara a nuevas presiones no deja de trabajar hasta que le sobreviene la muerte a causa de problemas físicos y psíquicos agravados por una enfermedad renal.
En El maestro y Margarita —la última y más importante novela de Bulgákov, escrita en la década de 1930—, al igual que sus biografías históricas, trata los mismos problemas del hombre y el universo, pero desde una nueva perspectiva metafísica. En este sentido, su autor es discípulo de Gógol y Dostoievski, escritores que en su momento se opusieron al pensamiento imperante en su época, que cultivaba la razón como principio absoluto de todo lo que hay que entender y hacer. Bulgákov, que vive ya en un país convertido en baluarte del ateísmo y el materialismo, pretende restaurar la tradición gnóstica no solo frente a la ideología dominante, sino también frente a la cristología dogmática. Consiste en la dialéctica de dos principios: el Bien absoluto, encarnado en Ieshua Ga Notsri, y el Mal, personificado en el diablo Voland, ambos sometidos a un Principio Creador del Universo. El argumento de la novela gira en torno a la aparición del diablo con su séquito por las calles de Moscú con la misión de denunciar la dictadura y proclamar la existencia de un poder superior, divino, frente al poder del dictador, impostor. Mediante un humor situacional, a veces macabro y barroco, desarrollado en una serie de acciones simbólicas, relacionadas con las actividades del diablo y de su séquito en el Moscú de la década de 1930, Bulgákov denuncia la dictadura. Stalin no solo había concentrado en sus manos la autoridad política, militar y judicial y el control supremo sobre todos los aspectos de la vida humana, sino que también había pretendido apoderarse de la libertad de conciencia, haciendo que las masas populares, fascinadas por su personalidad, lo miraran con una especie de temor religioso, y que los escritores se convirtiesen en sumos sacerdotes de su culto al sacrificar su identidad a cambio de ciertos favores. Bulgákov hace patente esta paranoia colectiva en una escena alegórica en la que los funcionarios de una oficina, hipnotizados por el destacado especialista en la organización de masas, cantan sin parar «Glorioso es el mar sagrado del Baikal» hasta que les llevan al manicomio. A este coro se suman cada vez más cantantes: «Se unieron a la del ordenanza varias voces lejanas y el coro empezó a crecer hasta que la canción sonó en todos los rincones de la sucursal». Cuando en circunstancias misteriosas muere en un accidente de tráfico el jefe de los literatos moscovitas corruptos, fiel siervo de la ideología comunista y atea, su cabeza cortada, aunque todavía viva y parlante, se convierte para siempre en calavera, con lo que se muestra quién es el verdadero diseñador de las vidas humanas. La sesión de magia negra protagonizada por Voland en el Teatro Varieté (otra imagen carnavalesca del régimen) ridiculiza los valores primitivos que sostienen el poder del impostor. Cada uno de los individuos que viven al servicio del régimen revela su vileza y miseria espiritual. No obstante, como autor satírico, Bulgákov no solo se limitó a la denuncia del mal triunfante.
En El maestro y Margarita, Bulgákov presentó lo que no había conseguido en su momento el segundo tomo de Las almas muertas de Gógol, quemado por su autor, que pretendía ser una especie de guía espiritual para las generaciones venideras en su búsqueda del camino de la verdad. A diferencia de Gógol, que no encontró una forma estéticamente válida para su finalidad literaria, Bulgákov supo hallar la clave para que casaran la risa con la seriedad patética. El mensaje que dejó a sus coetáneos era duro y sencillo: tener la suficiente valentía para sacrificar el beneficio personal o incluso la vida misma por valores muy distintos de la ideología reinante. Mediante la técnica de narraciones paralelas, una de las cuales está ambientada en el Moscú de la década de 1930 y la otra en la Judea del Imperio romano, Bulgákov presenta un nuevo tratamiento del tema de las relaciones entre el poder y el individuo. El protagonista de la obra, el maestro, escribe la novela histórica en forma de un drama sacro alegórico sobre Jesucristo y Poncio Pilatos, algo nada habitual en la literatura de aquel período, donde demuestra que además del poder terrenal hay otro poder que no es de este mundo. Su personaje Poncio Pilatos conoce esta verdad cuando ya es demasiado tarde y en sus visiones oníricas sube por una escalera hasta la esfera de la Luna donde le espera el divino ejecutado para concederle el eterno perdón y llevarlo a la Luz. La novela, publicada en fragmentos, le cuesta al maestro penosas humillaciones, que le llevan, a consecuencia de un ataque depresivo, a quemar su manuscrito. Dato autobiográfico: en los días de más amarga tristeza, Bulgákov con sus propias manos arroja al fuego el borrador de la novela sobre el diablo, el borrador de una comedia y el comienzo de Novela teatral, pero encuentra el valor y la fortaleza de espíritu para reescribirlas. Quizá, porque a su lado tiene a su Margarita, Helena Shilovskaya, la mujer con quien se casó en 1932 y que tuvo que abandonar a su marido y sus comodidades para estar con una persona enferma y condenada al ostracismo. En la novela, Margarita sacrifica su reputación: cambia su naturaleza humana en demoníaca, haciéndose bruja, para recurrir a las fuerzas infernales y así salvar a su amante. Consigue que le saquen de las tinieblas y le devuelven su manuscrito quemado y recuperado de las cenizas por efecto de la magia, porque manuscritos como su obra, debido a la verdad que revela gracias a la intuición creativa y la ausencia de cualquier coyuntura en el autor, no arden. Al final de esta novela fantástica y mística, los dos personajes caminan hacia su eterna casa con ventanas venecianas de hiedra a disfrutar de la merecida paz en una de las infinitas casas de Dios perdidas en los espacios cósmicos. Y con ello su autor, también difunto, se encamina también hacia la gloria.
Bibliografía
Nadine Natov, Mikhail Bulgakov, Boston, Twayne, 1985; Lesley Milne, Mikhail Bulgakov: A Critical Biography, Cambridge, Cambridge University Press, 1990; J. A. E. Curtis, Manuscripts don’t burn: Mikhail Bulgakov. A life in Letters and Diaries, Londres, Bloomsbury, 1991; Lesley Milne (ed.), Bulgakov, the Novelist-Playwright, Luxemburgo, Harwood Academic Publishers, 1995; Edythe C. Haber, Mikhail Bulgakov. The Early Years, Cambridge, Harvard University Press, 1998.