Читать книгу 100 escritores del siglo XX. Ámbito Internacional - Domingo Ródenas de Moya - Страница 17

HERMANN BROCH

Оглавление

por

MARISA SIGUÁN

Oh Virgilio, en el canto de tu soledad están todas las voces, están todos los mundos, están a tu lado resonando, y han roto tu soledad para siempre, entrelazados para siempre con todo lo futuro.

(La muerte de Virgilio, 1945)

En un programa de trabajo redactado por Hermann Broch (Viena, 1886-New Haven, Connecticut, 1951) en 1941 y titulado irónicamente «Autobiografía», el escritor resumía como sigue los temas de su escritura: «Esto solamente es una autobiografía en cuanto que en ella se narra la historia de un problema que casualmente tiene mi misma edad, de forma que —como por otra parte cualquier miembro de mi generación que estuviese dispuesto a observarlo—, lo he tenido siempre ante los ojos: es... el problema de la pérdida de lo absoluto, el problema del relativismo, para el que no existe ninguna verdad absoluta, ningún valor absoluto y con ello tampoco ninguna ética absoluta... cuyas consecuencias apocalípticas vivimos hoy en la realidad».

El proceso de pérdida de valores ha alcanzado un punto álgido con la Primera Guerra Mundial, pero no su conclusión; el desarrollo hacia la Segunda Guerra Mundial lo ha incrementado. La historia del desarrollo que ha llegado a esta constelación es el tema de la primera gran obra de Broch, Los sonámbulos (1930-1932), una obra de lectura apasionante y fundamental para entender la época del cambio de siglo XIX al XX y los cambios en la historia del pensamiento que implica este.

Broch se podría catalogar, como Musil, entre los «poetas doctos» del siglo XX. Es decir, los autores que utilizan la escritura como medio de reflexión sobre la realidad y sobre las capacidades de la propia escritura para describir el mundo, algo que está muy entroncado en la literatura austríaca de 1900. Comparte con los escritores de su generación la experiencia de la génesis de los movimientos de vanguardia y también el hundimiento del orden social y político que supone la Primera Guerra Mundial y que otros escritores como Stefan Zweig narran también. Pero Broch va más lejos que Zweig: intenta interpretar su época, teorizarla, en una forma novelística propia y muy reflexiva que reúne todos los registros del lenguaje literario, desde el tono más lírico hasta la escritura ensayística y filosófica, pasando por el registro estrictamente narrativo. En los años veinte las facultades de filosofía de las universidades empiezan a disgregarse en un conjunto de especialidades humanísticas. Dado que ya no se podía esperar una interpretación global de la existencia humana desde las diferentes especialidades, tampoco desde la filosofía neopositivista del momento, la literatura podía reivindicar para sí esta tarea interpretativa. Se trataba de una literatura que se había liberado del patetismo neorromántico de la vanguardia expresionista y que pretendía realizar el análisis de su época mediante experimentos narrativos y mediante una conciencia extremadamente crítica del lenguaje, de la frágil relación entre el lenguaje y el mundo que pretende describir. Broch colabora con su obra espléndidamente a esta literatura experimental y reflexiva.

Es Broch un personaje de amplios conocimientos e intereses. De entrada, no es un hombre de letras. Nace en el seno de una familia judía de fabricantes textiles y sigue los deseos de su padre en el sentido de que, en vez de dedicarse a seguir sus intereses artísticos y científicos, adquiere una formación técnica de ingeniero textil y colabora en el desarrollo de una máquina para mezclar algodón. Tras un servicio militar interrumpido por motivos de salud pasa a ocupar un cargo directivo en las fábricas de su padre. Desde 1908 publica trabajos literarios y ensayos aislados en las revistas Summa y Brenner, inicia estudios autodidactas de filosofía neokantiana. Desde 1912 se introduce en la vida literaria de Viena, conoce a Franz Blei, Robert Musil, Georg Lukács. Admira a Karl Kraus, editor unipersonal de la revista Die Fackel, artífice de un lenguaje afilado y certero para analizar los síntomas de su época, realizar parodias, radiografiarla en diversísimos aspectos de la vida cotidiana, cultural y política. Durante la Primera Guerra Mundial, Broch dirige un hospital militar. Una vez finalizada la guerra se dedica a modernizar las fábricas de su padre, pero tiene que enfrentarse a dificultades económicas cada vez mayores. En 1927 decide definitivamente la venta de todas ellas y se apresta a vivir como escritor independiente entre Viena y Tirol. Entre 1925 y 1929 estudia Matemáticas, Psicología y Filosofía en la Universidad de Viena, y tiene como maestros a los representantes del círculo de Viena, a los filósofos neopositivistas Moritz Schlick y Rudolf Carnap.

Tras la anexión nacionalsocialista de Austria en 1938 es detenido y encarcelado por motivos políticos en Alt-Aussee. El cartero le había denunciado por comunista, puesto que era suscriptor de la revista Das Wort, editada por los emigrantes en Moscú. Poco tiempo después de ser liberado con la orden de dirigirse a Viena huye a Inglaterra y en octubre de 1938 emigra a Estados Unidos. Apoyado por diversas becas americanas, pasó los últimos años de su vida fundamentalmente en New Haven (Connecticut), colaborando a veces con la Universidad de Yale y realizando estudios de psicología de masas.

Desde el inicio de su actividad literaria, Broch compaginó el trabajo literario y el trabajo filosófico. En 1913 escribió el poema «Cantos 1913», que anticipa la temática de Los sonámbulos. En 1918 apareció en la revista Summa la narración «Eine methodologische Novelle» (‘Una novela corta metodológica’), que satirizaba el expresionismo. Entre tanto habían aparecido otros escritos importantes suyos como el ensayo poetológico «Philistrosität, Realismus und Idealismus in der Kunst» (‘Filisteísmo, realismo e idealismo en el arte’). Todo este trabajo revierte en la primera gran obra de Broch, escrita entre 1928 y 1931 después de renunciar a su carrera industrial: Los sonámbulos. La novela (de hecho una trilogía de novelas) traza un espléndido retrato de la época del cambio de siglo hasta los años veinte, es decir desde los años de la fundación del Imperio alemán, de su crecimiento y expansión, hasta el final de la Primera Guerra Mundial y con ella el final del Imperio austrohúngaro, el hundimiento de la monarquía «del Danubio», la monarquía austrohúngara. El texto de Los sonámbulos está dividido en tres partes, centradas en tres personajes y ambientadas en tres hitos temporales: 1888, 1903, 1918. Los subtítulos de las tres partes marcan el valor histórico y filosófico de la evolución que traza el conjunto de la obra. La primera parte se titula Pasenow o el romanticismo, la segunda se centra en Esch o la anarquía, la tercera en Huguenau o el objetivismo. Pasenow es un pequeño aristócrata terrateniente prusiano, Esch un empleado, de hecho pequeñoburgués, de las tierras del Rin, Huguenau un negociante alsaciano. Con su trilogía, Broch quería intervenir en el debate histórico y filosófico de los años veinte en cuyo centro estaba el problema de la modernización, la puesta en cuestión de los sistemas de normas transmitidos por la tradición y la posibilidad de una interpretación de la historia basada en valores éticos. Con la gradación de personajes de la trilogía y la narración de sus peripecias vitales, Broch muestra la disolución de una imagen del mundo asegurada por la tradición y por unos valores aparentemente inamovibles, el mundo que aparece como El mundo del ayer en las memorias que publica Stefan Zweig precisamente con este título. Está representado por Pasenow, heredero de un mundo tradicional y de un concepto de patria y tierra transmitido desde el romanticismo que ya en su época están en crisis. El personaje muestra la degeneración de la nobleza terrateniente prusiana. Esch, el personaje que da título a la segunda parte, alterna la grandilocuencia con la exaltación de los instintos, conformando un proyecto banal y peligroso de superhombre. El final de la evolución lo representa Huguenau, que supera a los dos personajes anteriores en su falta de escrúpulos: un oportunista representante de la disolución generalizada de valores. El pragmatismo radical de Huguenau, que no está limitado ni determinado por ningún tipo de referentes morales, representa la actitud de la nueva época, carente de cualquier sistema de referencias éticas. Es el «verdugo de un mundo que se ha juzgado a sí mismo».

Las dos primeras partes de la trilogía están narradas desde la tradición del realismo del siglo XIX, en la tercera Broch abandona esta forma tradicional y cerrada. El texto recurre al montaje de narraciones individuales insertadas unas en otras, relaciona a modo de contrapunto musical textos líricos como la Geschichte des Heilsarmeemädchens (‘Historia de la chica del Ejército de Salvación’) con fragmentos del excurso filosófico Der Zerfall der Werte (‘La descomposición de los valores’). Con esta realización formal Broch amplía las posibilidades de la ficción épica para dotarla de un ámbito de conocimiento y reflexión que alcanza desde la presencia de lo inconsciente representado en la lírica hasta la conciencia máxima y autorreflexiva representada en la teoría. Así, Broch presentaba el primer ejemplo de su poética de la «novela polihistórica», que desarrolló en su confrontación con el Ulises de Joyce en el escrito James Joyce und die Gegenwart (‘James Joyce y el presente’).

En 1937 escribió Die Heimkehr des Vergil (‘El regreso de Virgilio’), que resultará ser una versión primigenia de La muerte de Virgilio (Der Tod des Vergil). Durante su detención en Alt-Ausee retomaría el tema. La primera de las dos obras narra la decisión del poeta Virgilio, moribundo, de destruir su obra más importante, la Eneida, convencido al final de su vida de la inutilidad social de la poesía. Con la detención de Broch, y en el marco de la nueva situación política, del ascenso al poder del nazismo, el tema adquirió de pronto un peso existencial del que carecía cuando fue redactada la primera versión. Broch inicia en la cárcel una segunda versión, y el texto le acompaña al exilio, donde sigue trabajando en él. Se convertirá en su novela más importante, y se publica finalmente, tras varias versiones intermedias, en 1945 en dos ediciones simultáneas, una alemana y otra inglesa. Broch era perfectamente consciente del carácter de parábola que tenía el tema de su novela, y remite la decisión de Virgilio de destruir su obra no solo a sí mismo, al propio Broch, sino también a Kafka. La novela, una de las más impresionantes de la modernidad clásica del siglo XX, está narrada en la forma de un extensísimo monólogo interior en tercera persona que en los momentos más trágicos pasa a la lírica rimada insertando poesía elegíaca. Todo el lenguaje de la novela de Broch tiene de hecho un tono marcadamente lírico, su prosa suena en ritmos métricos, abundan las imágenes de gran belleza. Broch narra los últimos momentos de la vida de Virgilio: la última noche del poeta que regresa, enfermo de fiebres, de Atenas a Roma, y el día siguiente hasta su muerte en Brindisium, un total de dieciocho horas. En los sueños y las visiones de Virgilio agonizante refleja Broch la confrontación del poeta con su entorno, sus dudas sobre el efecto salvador del arte, que ve reducido a puro juego de apariencias. Virgilio duda de su existencia, contemplativa y observadora, de poeta; se plantea si no hubiese tenido que intervenir activamente en los acontecimientos de su época. El texto está dividido en cuatro partes, que simbolizan los cuatro elementos. En la última parte de la novela, que aporta lo más parecido a una acción exterior al consistir en una larga conversación entre Virgilio y el emperador Augusto, el poeta renuncia por su amor al emperador a destruir su manuscrito y acaba entregándoselo a Augusto. Ante la muerte, ante la expectativa de la inmersión en la gran armonía del ser (la tercera y cuarta parte de la novela se titulan «Tierra-la expectación» y «Éter-el retorno»), se disuelven los antagonismos y las contradicciones, las dudas. Durante la larga conversación los dos personajes discuten sobre el valor y la función del arte, su posible función social, su capacidad de nombrar y describir la realidad. El último pensamiento de Virgilio se dirige a sus esclavos: pide al emperador que los libere después de su muerte. Desde los años treinta, la reflexión sobre la renuncia del arte a reconocer la realidad en una época de crisis, sobre la inutilidad y la falta de sentido del arte se había convertido en el tema esencial en la obra de Broch.

En 1949 el autor reúne, siguiendo una propuesta de su editor, sus narraciones de los años treinta y una serie de narraciones nuevas para convertir el conjunto en un Roman in elf Erzählungen (‘Novela en once narraciones’) que tituló Los inocentes. El título denota la intención política de la obra. Todos los personajes de las narraciones están libres de culpa en el sentido de que no están directamente implicados en crímenes, pero son culpables moralmente del crimen de indiferencia que Broch considera como uno de los determinantes básicos del ascenso al poder del nacionalsocialismo. En el centro de las narraciones está un negociante holandés en piedras preciosas que con cada crisis ha ganado más dinero. Cada una de las tres partes en las que se divide el conjunto de narraciones está introducida por «voces» líricas. El conjunto está introducido por la «parábola de las voces».

También tiene contenido político la última obra de Broch, Bergroman (‘Novela de montaña’), cuya tercera versión empezó a elaborar en 1950, poco antes de su muerte. Se trata de una narración épica de factura tradicional. La historia es narrada desde la perspectiva de un médico rural, y describe los acontecimientos en un pueblo de montaña donde un charlatán y curandero despierta a los habitantes de la tranquilidad algo soñolienta de su vida cotidiana y los arrastra a una serie de acontecimientos desaforados que culminan en un sacrificio humano ritual. Con esta historia, Broch describe por medio de un modelo la ofuscación política de la Alemania de los años treinta. Es interesante que la reflexión sobre la realidad política y social de Alemania, sobre el delirante camino que ha tomado su historia, utilice en estos años modelos tradicionales de narración recurriendo a elementos parabólicos y mitológicos: Thomas Mann vertirá su reflexión sobre la historia contemporánea de Alemania, y su desesperación sobre ella, en la historia del «Doktor Faustus»; Brecht utiliza sistemáticamente la parábola para sus grandes obras de teatro épico del momento.

Bibliografía

Manfred Durzak (1985), Hermann Broch: una biografía, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 1989; Hans Gerd Roetzer y Marisa Siguán, Historia de la literatura alemana. 2. El siglo XX: de 1890 a 1990, Barcelona, Ariel, 1992; Paul Michael Lützeler (ed.), Hermann Broch: Visionary in Exile: the 2001 Yale Symposium, Nueva York, Camden House, 2003; Isabel Hernández y Manuel Maldonado, Literatura alemana, Madrid, Alianza, 2003; Pedro Medina, La Muerte de Virgilio: el final de una institución estética, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2006.

100 escritores del siglo XX. Ámbito Internacional

Подняться наверх