Читать книгу La certificación forestal: un instrumento económico de mercado al servicio de la gestión forestal sostenible - Fernando García-Moreno Rodríguez - Страница 15

I.2.1. Las funciones productivas de los bosques y consiguientes beneficios económicos derivados de su explotación como motivo primero y último de su preservación histórica

Оглавление

Ya he tenido oportunidad de referirme a ello, pero resulta oportuno en estos momentos volver a insistir sobre el hecho de que ha sido fundamentalmente, por no decir, exclusivamente, el aspecto productivo de los bosques, que es tanto como decir que los múltiples aprovechamientos forestales derivados de los mismos, en definitiva, su innegable valor económico, tanto presente como futuro, el que frente a determinadas pulsiones irracionales de algunos colectivos (agrupaciones o asociaciones de personas, determinados municipios propietarios de montes, etc…), acontecidas no de manera sistemática, pero sí en más de un concreto momento histórico, fruto, principalmente, de la codicia humana por obtener el mayor beneficio posible y sobre todo de manera inmediata, ha evitado que los mismos se viesen literalmente esquilmados y con ello, echados a perder, muy posiblemente, para siempre, al pasar de ser un referente de vida y pujanza a un terreno yermo e inerte.

Efectivamente, la importancia de conservar los bosques, y aun sin saberlo por aquel entonces, de llevar a cabo una explotación racional de los mismos garantizadora de su aprovechamiento venidero, que en definitiva, no es en última instancia sino lo que en el presente persigue tanto la Certificación Forestal como la moderna gestión forestal sostenible, tuvo y aun hoy en día tiene, aunque en mucha menor medida que entonces, al tener cabida recientemente nuevos valores y planteamientos justificativos de su pervivencia28, su máxima razón de ser, tal y como en este sentido reza el título del presente subapartado, en las funciones productivas de los bosques y consiguientes beneficios económicos derivados de su explotación, en definitiva, en la capacidad de estos últimos de propiciar ininterrumpidamente, de estar bien gestionados, riqueza tanto para los propietarios de los mismos (riqueza directa), como indirecta para otras personas como consecuencia de la derivada inicialmente de aquellos y que, precisamente por ello, bien puede ser definida o considerada como propia o estructural.

Esta realidad anteriormente descrita y que al fin y a la postre ha posibilitado la subsistencia de los montes en España, no es algo propio o característico de dicha nación, sino algo que acontece en prácticamente todos los países de su órbita, por no decir que en todos y cada uno de ellos, pues ni que decir tiene que los mismos, al igual que ha acontecido en España, han considerado prioritario asegurar la pervivencia de los bosques, incluso incrementar éstos, habida cuenta de los múltiples beneficios económicos de todo tipo y clase que aquellos les reportaban. En dichos países, al igual que en España, ha sido esa la razón y no otra u otras diferentes de la misma, la que igualmente ha posibilitado la conservación y el mantenimiento de estos hasta el presente. De hecho, aun hoy en día, también en ellos, como en España, sigue desempeñando un papel determinante la función productiva de los bosques, así como los consiguientes beneficios económicos derivados de los mismos como factor determinante para vencer y convencer a cualquier posición contraria o crítica. Lógicamente y del mismo modo que ha sucedido en España, no es en el presente y desde hace tiempo, la razón o el argumento económico el único que justifica la protección y salvaguarda de los bosques, pero sí el que más peso, cuantitativa y cualitativamente, viene teniendo.

En el párrafo precedente me he referido en relación con las funciones productivas de los bosques y consiguientes beneficios económicos derivados de su explotación como motivo primero y último de su preservación histórica, al ámbito internacional, con una más que clara y evidente alusión al referirme a España a los “…países de su órbita…”, si bien debo matizar al respecto que, éstos, como puede observarse, que no son otros que los países europeos de su más inmediato entorno (Alemania, Francia, Italia, Portugal, Reino Unido, etc…), y con los cuales, por cierto, la une un más que innegable parecido cultural, intelectual, e incluso idiosincrasia –con la salvedad quizá del último al que he aludido, siempre un tanto particular–, son todos europeos, por cuanto que las referencias que de los tiempos más lejanos se dispone, por un motivo de pura cercanía y proximidad, así como por la antigüedad de su constitución como tales Estados, es básica y fundamentalmente de ellos y casi me atrevería a decir que exclusivamente de ellos.

Con independencia de lo apuntado con anterioridad, que no responde sino a una cuestión meramente geográfica e histórica, no pretendo decir, ni mucho menos, que dicha tendencia sea sólo europea, por cuanto que avanzando en el tiempo y acortándose a través de los nuevos medios de transporte y de comunicación la distancia entre los diversos continentes, se constata cómo tal propensión o predisposición a preservar y salvaguardar los bosques, fundamentalmente, por el valor económico que los mismos generan a resultas de su correspondiente explotación, se encuentra en el substrato más profundo de prácticamente la totalidad de los bosques de los países del Continente Americano. En este mismo sentido supongo que ocurrirá otro tanto de lo mismo con los bosques localizados en cualquiera de los países de África, Asia u Oceanía, pero que bien por motivos culturales, idiomáticos o sencillamente de lejanía desconozco.

En definitiva, considero que es algo común y generalizado, incluso universal, podría decirse, el que inicialmente el valor económico de los bosques y solo éste, fue el que consiguió evitar la total devastación de estos últimos, y en el presente, junto a otros nuevos valores que indudablemente se han unido a aquel, como el valor ambiental, el valor social o el valor cultural, entre otros a los que podría referirme, el que sigue siendo determinante a la hora de garantizar la pervivencia y continuidad de los bosques, aunque ahora no quiera reconocerse abiertamente y menos aún, de manera formal, tal justificación conservacionista por lo prosaica y excesivamente pedestre que resulta la misma, motivo por el cual se antepone a esta última, con machacona insistencia, como razón verdaderamente justificativa de la salvaguarda y protección de los bosques el valor ambiental que se otorga y reconoce a los mismos, aunque de facto y se quiera reconocer o no, sigue teniendo en el presente un peso decisivo en la conservación de aquellos, por no decir que determinante, el factor económico propio y característico de los mismos.

La certificación forestal: un instrumento económico de mercado al servicio de la gestión forestal sostenible

Подняться наверх