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5.1. Cuestiones léxicas
ОглавлениеEn cuanto al léxico, aunque es muy limitado y utiliza un reducido número de palabras 41 , repitiéndolas incluso dentro de una misma fábula varias veces, ofreciendo así un estilo pesado y algo tedioso 42 , incluye sin embargo a lo largo de su obra gran número de hápax, palabras nuevas e insólitas de origen latino, como abiurgare («denegar» CVII 2); apiacius («perteneciente al apio» LXXIV 3); aprineus («propio del jabalí» LXIX 3); clipeolum («pequeño escudo» CXXXIX 3); cogitabunda 43 («meditabunda» CCXX 1); compastor («compañero de pastoreo» CLXXXVII 2); congeminare («juntar dos cosas iguales» XXIX 2); deoptare («escoger» CXCI 4); donificare («conceder» CXII 2); expavefacti («encabritados» XLVII 2); Fulgitrua («Los Rayos» CLXXXIII 2); mordici («a mordiscos» CCLXXIII 11); stramentari 44 («recoge heno» XIV 26; XVIII y CCXLVIII); velificium («velamen» CCLXXVII, 5); venerantes («que copulaban» LXXV, 1).
Helenismos . Enriquece la lengua latina introduciendo numerosos helenismos, asimismo hápax semánticos, que son calcos del griego. Así, acropodium («pedestal de estatua» LXXXVIII 4); aega («cabra» LXXXVII 1); aethon («refulgente» XXXI 5); amphistomus («de doble boca» XXX 2); athlon («certamen» XCI 4); atrotus («invulnerable» XXVIII 3 y XXX, 2); Bomonicae («que triunfan sobre los altares 45 » CCLXI); chrysomallus («que tiene vellones de oro» CLXXXVIII 4); commeletare («ejercitar» CLXV 3); diaulos («doble estadio» CCLXXIII 10); epiphron («sensato» Prefacio 1); hedymeles («el de dulces miembros» Prefacio 1); longodes («lanceolada» CXCII 6); lychnicus («de mármol de Paros» CCXXIII 2); lysimeles («el que afloja los miembros» Prefacio 1); mantis («adivino» XIV 1 y CXC 1); mnester («pretendiente» CXXVI 6 y 7); monocrepis («de una sola sandalia» XII 1); pammachium («pancracio» CCLXXIII 5); pitulus («remo grande» XIV 32); sybotes («porquerizo» CXXVI 1 y 5); styx con el significado de «Odio» (Prefacio 1) y de «autillo» (XXVIII 4) 46 ; tutarchi («jefes de los remeros» XIV 32); xiphias («espada» CXCII 6). A todos estos términos habría que añadir todavía aquellos que escribe directamente bien en griego bien con caracteres latinos, pero para proporcionar una etimología procedente del griego (pueden verse bastantes ejemplos en la fab . CCLXXIV).
Capítulo aparte lo constituyen los múltiples nombres propios, que no aparecen en ningún otro autor griego ni latino, como Anatole (una de las Horas CLXXXIII 5); Bromie (CLXXXII 2); Fascelis (CCLXI 1); Gymnastica (CLXXXIII 5); Monuste (una Danaide, CLXX 5); Nysus (CXXXI); Ocyale (una de las Amazonas, CLXIII 1); Sirenides («islas de las Sirenas» CXLI 3); Tartara (CLII 1); etc. y casi todos los perros de Acteón desde el trigésimo octavo hasta el octogésimo cuarto como Obrimus, Ocydrome, Ocydromus, Ocythous, Oxyboe, etc. (CLXXXI). Más de un centenar de nombres, en definitiva, concernientes a la mitología clásica, que nos son conocidos exclusivamente por la obra de Higino.
El propio Higino debió de ser consciente de que el lector latino podría no comprender alguna de estas palabras, por pertenecer al universo grecoparlante, y a renglón seguido las tradujo al latín. Así, por ejemplo, monocrepis, id est uno pede calciatus (XII 1), o bien Eumaeus sybotes, hoc est subulcus pecoris (CXXVI 1). Del mismo modo cita en griego el nombre de aves que eran el resultado de la metamorfosis de un personaje, y su correspondiente equivalencia al latín: haliaeton 47 , id est aquilam marinam (CXCVIII 4); daedalionem 48 , id est accipitrem (CC 2). Hay casos más interesantes como aquellos en los que traduce una palabra griega por medio de otra palabra griega, pero sin duda más familiar al mundo cultural latino: contendit pammachium, quod nos pancratium vocamus (CCLXXIII 5).
Otro bloque importante en este sentido es el de los juegos de palabras y el de las etimologías, que parecen indicar que el autor de las Fabulae estaba pensando en griego, si bien escribió la palabra en latín. Un caso claro sería el descubrimiento del paradero de Glauco por parte de Poliido (CXXXVI), al ver una lechuza. En efecto, noctua en latín no sugiere nada y hace el desciframiento del enigma incomprensible para un lector que no tenga claro el término en griego. Sólo si Higino pensaba en griego (glaúx) puede entenderse la fábula, y el medio como descubre a Glauco. Algo parecido, como vimos, ocurre al escribir que Minerva fundó Atenas a partir de su propio nombre (CLIV 3 y CCLXXV 2).
Daría así la impresión de que se trata de un hombre bilingüe, que se siente más cómodo con el griego, como si fuera ésta su lengua materna, que en aras de la fidelidad a los modelos de los que toma las fábulas, escribe la palabra en griego, pero que en atención al público al que van dirigidas las fábulas, lo traduce luego al latín. Ahora bien, esta idea no está nada clara a juzgar por los deslices en los que incurre al emplear la lengua griega. Ya hemos visto el de Desmontes al inicio, pero no es el único. Así, epiphron (Prefacio 1), que lo ha colocado como epíteto de Amor a partir de un verso de la Teogonía de Hesíodo (v. 122), parece no haberlo entendido bien, ya que le ha dado el sentido contrario. En efecto, si Eros en Hesíodo es «el que cautiva la mente sensata», es decir, quien está bajo el dominio del Amor hace cosas insensatas, por eso el Amor siempre va acompañado de la locura, Higino coloca este epíteto como propio del Amor, y lo hace equivalente a sensato, prudente.
Dentro del apartado del léxico podemos destacar todavía:
1) Uso de perífrasis para indicar la idea de la muerte: debitum naturae persolvit («pagó lo debido a la naturaleza» XXVI 3 y LII 2), eufemismo tomado del lenguaje epigráfico funerario (CIL VI 3580); vita privarunt (XLVII 2).
2) Uso de un mismo término con varios significados dentro de una misma frase, como stella con el valor de estrella y de constelación (CXCV 3).
3) Juegos de palabras. Recurre a este procedimiento en varias ocasiones: occiso Thoante simulacrum sustulit, absconditum fasce lignorum (unde et fascelis dicitur, non tantum a face cum qua pingitur, propter quod et lucifera dicitur) (CCLXI).