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INTRODUCCIÓN 1. EL AUTOR DE LAS FÁBULAS

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Todo lo relacionado con el autor de las Fabulae ha sido debatido desde hace ya mucho tiempo. Y conviene resaltar que no hay gran unanimidad entre los investigadores en cuanto a su autoría. Por ello todas esas preguntas de cuándo vivió, qué pensamiento anima su obra, de qué fuentes bebió, en qué autores posteriores ha influido, etc., quedan necesariamente en el aire.

La obra ha sido atribuida tradicionalmente a Gayo Julio Higino, a quien se le suele ubicar entre el 64 a. C. y el 17 d. C., pero los resultados de la información obtenida acerca de la vida de este personaje son realmente decepcionantes, ya que si los autores antiguos nos han legado muy poca información, y ésta además de forma un tanto confusa (cf . TOLKIEHN , 1962, col. 628), la investigación moderna no ha sido mucho más generosa. Los artículos de investigación sobre la vida y la obra de Higino son muy escasos 1 , y casi todos se centran en la Astronomía, obra que ha captado el interés mucho más que las Fábulas, especialmente a lo largo del siglo xx.

Así, los pocos datos que conocemos de la vida del supuesto autor de las Fabulae nos han sido transmitidos por Suetonio: «Gayo Julio Higino, liberto de Augusto, hispano de nacimiento (si bien algunos lo consideran alejandrino y creen que fue llevado a Roma por César como esclavo con ocasión de la toma de Alejandría), escuchó con interés e imitó a Cornelio Alejandro, gramático griego, a quien muchos llamaban Polihístor por el conocimiento que tenía de la Antigüedad, y otros lo llamaban “la Historia”. Estuvo al frente de la Biblioteca Palatina 2 , y tuvo muchos discípulos. Fue amigo íntimo del poeta Ovidio y de Clodio Licinio, el consular que también fue historiador; éste refiere que Higino murió muy pobre y que, mientras vivió, fue sustentado por su propia generosidad. Liberto suyo fue Julio Modesto, seguidor de las huellas de su patrono en los estudios y en la doctrina» 3 .

Si el dato de Suetonio resulta fiable, Higino sería el primer autor hispano del que conservamos una obra completa 4 , anterior a toda esa nómina de Sénecas, Lucanos, Marciales, etc. que comienzan a florecer en la primera mitad del sigloʼ I d. C., y que salpican la historia de la literatura latina hasta san Isidoro, ya que ni siquiera un autor como Turranio Grácil, de quien sólo tenemos vagas noticias 5 , sería anterior a él.

A partir de Suetonio, única referencia conservada sobre su vida, podemos decir que parece tratarse de un personaje importante dentro del panorama cultural de la Roma de fines del siglo I a. C., protegido del propio Augusto, pero caído en desgracia por razones desconocidas. Higino debió de desempeñar, pues, a lo largo de varios decenios la administración de la Biblioteca Palatina, si es que el destinatario del poema final del libro III de Tristes de Ovidio 6 , publicado en el año 10 d.C., es el mismo Higino, como algunos han pensado. Su amistad con Ovidio (VAN DE WOESTIJNE , 1929), un perseguido político, podría indicar en él un espíritu poco cortesano 7 . Para algunos autores, Higino sería el enemigo irreconciliable contra el que desata Ovidio sus iras en el poema Ibis 8 , opinión que nos parece bastante improbable. Lo que parece evidente es el conocimiento que Higino tenía de este poema de Ovidio, ya que hay episodios que aparecen exclusivamente en estas dos obras el Ibis y las Fabulae de Higino 9 .

El nombre completo del autor aparece expresado en el título que su primer editor, Micyllus, afirma haber encontrado en el encabezamiento del manuscrito que le sirvió para su edición: Libro de los mitos (fábulas) de Gayo Julio Higino, liberto de Augusto . Ahora bien, la identificación del liberto que estaba al frente de la Biblioteca Palatina con el autor de las Fábulas no es aceptada por todos. Así, por ejemplo, H. J. Rose, fijándose en los frecuentes errores y confusiones ingenuas encontradas en el libro, lo atribuye a un semidoctus que malinterpretaba los nombres, a un personaje de cultura modesta, incapaz de escribir en un latín que no fuera semibárbaro, y sitúa a su autor en la época de los Antoninos 10 . Lo cierto es que en el año 207 d. C. su mitología fue traducida al griego y recogida como apéndice de los Hermeneumata 11 , obra atribuida a Dosíteo 12 . Pocas partes quedan hoy de este trabajo y, sin embargo, fueron suficientes para testimoniar un caso singular en la historia de la literatura latina, ya que se trata de uno de los pocos ejemplos de traducción al griego de un texto latino. El hecho es tanto más significativo cuanto que se trata de una traducción que transmite a los lectores griegos una selección de sus propios mitos, previamente contados al público latino por un erudito que a su vez los había tomado de autores griegos. En esta traducción se la describe como «conocida por todos».

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