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Dos oposiciones

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Desde este momento, hay ya dos oposiciones: la de los parlamentarios de izquierda y la de los socialistas, a los que se adhiere un gran contingente de obreros, de empleados, de la pequeña burguesía. Estos dicen: «Los más hermosos discursos no han impedido nada, nada nos han dado; es menester hacer algo, sacudir el Imperio hasta descuajarlo». Se presenta la ocasión para ello. El 21 de noviembre, París tiene que sustituir a cuatro diputados: Gambetta, Jules Favre, Picard y Bancel, que han optado por las provincias. Belleville pasa de manos de Gambetta a manos de Rochefort. El autor de La Lanterne acepta los votos de Gambetta, llega de Bélgica y provoca en las reuniones un entusiasmo descabellado. Sus competidores, salvo Carnot, se retiran. Para abofetear al emperador se admite que Rochefort preste el juramento obligatorio. En todos los demás sitios, el partido de acción no exige juramentos, designa a Ledru-Rollin, Barbès, Félix Pyat. El viejo tribuno se niega a ir, el segundo muere en La Haya, Félix Pyat no tiene el menor deseo de dedicarse a resolver rompecabezas. Solo Rochefort es elegido: en las otras tres circunscripciones triunfan los hombres del pasado, dos del 48, Emmanuel Arago, el atravesado Crémieux, y un viejo y gárrulo republicano, Glais-Bizoin.

Los tres se unieron a la izquierda, que acaba de fustigar en un manifiesto el mandato imperativo: «La libertad de discusión –decían estos señores–, el poder de la verdad, son las armas con que cuentan para recurrir los abajo firmantes; no emplearán otras, salvo en el caso de que la fuerza trate de ahogar sus voces». Tuvieron que oír lo suyo. «La izquierda no ha sido formada para reivindicar las libertades que el tercer partido obtendrá más fácilmente. Al aislarse del pueblo, se incapacita uno de antemano para tomar otras armas, deja de cooperar al advenimiento de la República y se convierte en conservador del Imperio».

Esto era leer en el alma de muchos. Se dibujaban dos izquierdas, una llamada cerrada, bajo la presidencia del dragón Jules Grévy, custodia de los principios puros; la otra, abierta a un tercer partido, conglomerado de híbridos, liberales, orleanistas, imperialistas incluso, amasada por el amigo de Emile Ollivier, Ernest Picard, víctima de la comezón ministerial.

La comuna de Paris

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