Читать книгу La comuna de Paris - Hippolyte Prosper Olivier Lissagaray - Страница 37

Sedán

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Mac-Mahon obedece. Por contener la revolución, deja Francia al descubierto. El 25 de agosto llegan al Cuerpo Legislativo las noticias de esta marcha insensata que lleva al ejército deshecho entre doscientos mil alemanes victoriosos. Thiers, que vuelve a estar en el candelero después de los desastres, demuestra en los pasillos que eso es una locura. Nadie sube a la tribuna. Todos esperan estúpidamente lo inevitable. La emperatriz sigue mandando sus equipajes al extranjero.

El día 30 por la mañana somos sorprendidos, aplastados en Beaumont, y durante la noche Mac-Mahon empuja al ejército desbandado a la hondonada de Sedán. El 1 de septiembre por la mañana, se ve sitiado por doscientos mil alemanes y setecientos cañones que rodean todas las alturas. Napoleón iii solo acierta a desenvainar su espada para entregársela al rey de Prusia. El día 2, todo el ejército cae prisionero. Europa entera lo sabe aquella misma noche. Los diputados no se movieron. En la jornada del día 3, algunos hombres enérgicos trataron de sublevar los bulevares; fueron rechazados por los gendarmes. Por la noche, una inmensa multitud se apiñaba ante las verjas de la Cámara de Diputados. Hasta media noche, la izquierda no se decide. Jules Favre pide que se constituya una comisión de defensa, la destitución de Napoleón iii, pero no la de los diputados. «¡Fuera!», grita la gente: «¡Viva la República!». Gambetta corre a las verjas y dice: «No tenéis razón. Es menester seguir unidos y no andar con revoluciones». Jules Favre, rodeado por el pueblo al salir de la Cámara, se esfuerza por calmar al público.

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