Читать книгу Salud y asistencia sanitaria en España en tiempos de pandemia covid-19 - Juan Carlos Alvarez Cortes - Страница 48

III. RETOS Y MEDIDAS PARA LA PROTECCIÓN DE LA SALUD Y CONSTRUCCIÓN DE SISTEMAS DE SALUD RESILIENTES 1. EL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN, LA ATENCIÓN SANITARIA Y EL IMPACTO DE LA COVID-19 1.1. El envejecimiento de la población y la atención sanitaria

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El envejecimiento de las personas mayores, consecuencia de su mayor esperanza de vida, constituye, como se ha dicho, “un éxito de los sistemas públicos de Estado Social de Derecho”14. Como se señala en el Libro Blanco del IMSERSO sobre “Envejecimiento Activo”15, “Europa envejece de forma rápida y progresiva y se está produciendo un fenómeno nuevo, una ‘revolución silenciosa’, que está trastocando nuestras estructuras demográficas y que tiene importantes repercusiones sociales, económicas y culturales, exigiendo importantes cambios en nuestra sociedad”. Se trata efectivamente de un éxito de los sistemas públicos de Estado social pero, al mismo tiempo, supone nuevos retos para la sociedad y exige que se adapten las políticas públicas y se fortalezca el modelo social europeo. Este cambio demográfico supondrá, como indican todos los estudios, que la situación de personas mayores va a ocupar más de un tercio de nuestra vida, por lo que es imprescindible que se les garanticen oportunidades de formación y de empleo, de aprendizaje permanente, y de participación activa en la vida social y familiar. Se ha destacado sobre todo el crecimiento de las personas de más edad, las de ochenta y más años, que es el segmento con mayor incidencia y prevalencia de enfermedades crónicas y morbilidad, planteándose como consecuencia de ello la viabilidad del sistema de salud y de cuidados, así como la viabilidad del sistema de pensiones16.

En el Libro Blanco Juntos por la salud: un planteamiento estratégico para la UE (2008–2013), de 23 de octubre de 2007 se hablaba ya de “una Europa que envejece” y de la necesidad de afrontar este reto promoviendo una buena salud. El envejecimiento de la población (resultado de unas bajas tasas de natalidad y de una longevidad cada vez mayor) es un fenómeno bien conocido. Los datos estadísticos vienen poniendo ya de manifiesto desde hace algunos años que de aquí a 2050 el número de personas de sesenta y cinco años o más crecerá en un 70% y la categoría de personas de ochenta años o más lo hará en un 170%.

En España, según el Informe de la UE “State of Health in the EU. España. Perfil Sanitario del país”, de 201917, la esperanza de vida aumentó más de cuatro años desde el año 2000, hasta alcanzar los 83,4 años en 2017, lo que supone 2,5 años por encima de la media de la UE. Las personas mayores constituyen un porcentaje cada vez mayor de la población española. Casi uno de cada cinco españoles (19%) tenía 65 años o más en 2018, un incremento con respecto a la cifra de uno de cada nueve (11%) en 1980, y se prevé que esta proporción aumente a más de uno de cada tres (36%) para antes de 2050. Este aumento se produjo principalmente por una considerable reducción de las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, aunque la mortalidad por la enfermedad de Alzheimer se incrementó como consecuencia del aumento de la esperanza de vida. Casi el 60% de los españoles de sesenta y cinco años o más padece al menos una enfermedad crónica, y más de uno de cada cinco sufre alguna limitación en las actividades de la vida diaria. Se ha destacado sobre todo el crecimiento de las personas de más edad, las de ochenta y más años, que es el segmento con mayor incidencia y prevalencia de enfermedades crónicas y morbilidad, planteándose como consecuencia de ello la viabilidad del sistema de salud y de cuidados18.

Es claro que el envejecimiento de la población supone un aumento de las necesidades sociales y nuevas demandas de bienes y servicios, dando lugar a un mayor gasto en prestaciones sanitarias, de dependencia, de servicios sociales y de pensiones. En efecto, uno de los retos derivados del envejecimiento de la población es el número cada vez mayor de pacientes con enfermedades crónicas o de larga duración o en situación de dependencia y de las personas con discapacidad, en la medida en que la edad es un factor determinante de la discapacidad. Consecuencia de ello es la exigencia de prestaciones sanitarias y sociales adecuadas a estas situaciones: un aumento de las hospitalizaciones, un importante gasto farmacéutico, asistencia continua y necesidades de atención sociosanitaria.

En este contexto de envejecimiento de la sociedad, el Reglamento (UE) núm. 282/2014, de 11 de marzo de 2014, relativo a la creación de un tercer programa de acción de la Unión en el ámbito de la salud para el período 2014-2020, destaca que una inversión bien orientada hacia la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades puede aumentar el número de “años de vida sana” y, en consecuencia, permitir que las personas de edad avanzada disfruten de una vida activa y saludable a medida que se hacen mayores.

Las enfermedades crónicas son responsables de más del 80% de las muertes prematuras en la Unión Europea, por lo que es necesario identificar, difundir y promover la adopción de buenas prácticas de promoción de la salud y prevención de enfermedades. La prevención eficaz y el envejecimiento saludable se consideran los dos pilares básicos para hacer frente a este reto. Como se indica en el Reglamento (UE) Núm. 282/2014, de 11 de marzo de 2014, relativo a la creación de un tercer programa de acción de la Unión en el ámbito de la salud para el período 2014-2020, “El Programa debe contribuir a prevenir las enfermedades en todos sus aspectos (prevención primaria, secundaria y terciaria) y a lo largo de toda la vida de los ciudadanos de la Unión, a promover la salud, y a fomentar entornos que propicien estilos de vida saludables, teniendo en cuenta factores subyacentes de índole social y medioambiental, así como las consecuencias para la salud de determinadas discapacidades”. Favorecer el envejecimiento saludable significa por un lado promover la salud a lo largo de toda la vida, a fin de prevenir desde una edad temprana los problemas de salud y las discapacidades, y por otro luchar contra las desigualdades en materia de salud asociadas a factores sociales, económicos y medioambientales.

En el caso español, el Informe de la UE “State of Health in the EU. España. Perfil Sanitario del país”, de 201919, destaca que nuestro país tiene la esperanza de vida más elevada de la UE y su desigualdad social en materia sanitaria es menos pronunciada que en muchos otros países. Sin embargo, gran parte de la vejez se vive con enfermedades crónicas y discapacidades, lo que incrementa la demanda de los sistemas sanitarios y de cuidados de largo plazo, pero el gasto sanitario per cápita en España es más de 15% inferior a la media de la UE. De modo que, aunque la mayor parte del gasto está financiado públicamente, el gasto directo de las familias representa un porcentaje mayor que la media de la UE. Si bien se reconoce que el sistema sanitario español se basa en un sólido sistema de atención primaria, la creciente demanda de servicios derivada del aumento constante de las enfermedades crónicas de una población envejecida podría requerir un uso mayor y más eficiente de los recursos. Como se destaca en el Informe, el envejecimiento de la población y el aumento constante de las enfermedades crónicas suponen un mayor nivel de exigencia para la atención primaria, pero sin embargo el porcentaje del gasto público asignado a la atención primaria se ha estancado.

La principal conclusión en este ámbito del Informe sobre el perfil sanitario en España de 2019 (con datos que corresponden a 2018) es que “la esperanza de vida en España es la más elevada de la UE, aunque muchos de los años vividos a partir de los sesenta y cinco conllevan algunas enfermedades crónicas y discapacidades, lo que añade presión al sistema sanitario y al sistema de cuidados de largo plazo”.

La OMS define el envejecimiento activo como “el proceso de optimización de oportunidades de salud, participación y seguridad con el objetivo de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”, es decir, establecer los mecanismos necesarios para que las personas mayores mantengan una situación de bienestar a nivel físico, social y mental. Por todo ello, en los programas de trabajo de la UE, de la OMS o de la ONU se destaca especialmente el objetivo de “envejecimiento activo y autogestión de la salud” (“Active ageing and self-management of health”) como desafío específico que requiere el apoyo social para los pacientes, cubriendo un continuo de atención en el hospital, en pacientes ambulatorios, y la integración de nuevo a la vida laboral. Si la población aún viviendo más años se mantiene con buena salud, la subida del gasto en atención sanitaria resultante del envejecimiento se reduciría a la mitad. El envejecimiento saludable debe apoyarse con acciones de promoción de la salud y de prevención de la enfermedad a lo largo de toda la vida, creando una población sana y productiva y favoreciendo el envejecimiento saludable en el presente y en el futuro. Como se ha dicho, el envejecimiento activo es el “nuevo paradigma” y a la vez una importante herramienta para implementar políticas y acciones a todos los niveles que deben enfocarse a lo largo de todo el ciclo vital20.

Señalaba en 2008 A. Zaidi21 que Europa está en la vanguardia del envejecimiento por la concurrencia de tres factores en las sociedades europeas que permiten plantear las políticas de envejecimiento a través de estrategias de progreso: un proceso social generalizado de envejecimiento que se considera un éxito social y al mismo tiempo un reto, la existencia de sistemas de protección social que permiten garantizar una renta y asistencia sanitaria y social, aun cuando existan internamente desigualdades, y un compromiso para que el envejecimiento constituya una oportunidad de desarrollo social. Los efectos de la crisis económica, no obstante, han hecho disminuir sin duda los posibles éxitos de estas estrategias, al haber sido afectados de manera sustancial los factores en los que se estas basan.

En el Informe Mundial sobre la Discapacidad de la OMS y el Banco Mundial de 2011 se estimaba que más de mil millones de personas viven con algún tipo de discapacidad; o sea, alrededor del 15% de la población mundial (según las estimaciones de la población mundial en 2010). Y se constataba ya que las cifras están en alza. El número de personas con discapacidad está creciendo debido, en gran medida, al envejecimiento de la población –las personas ancianas tienen un mayor riesgo de discapacidad– y al incremento global de los problemas crónicos de salud asociados a discapacidad, como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos mentales. Se estima que las enfermedades crónicas representan el 66,5% de todos los años vividos con discapacidad en los países de ingresos bajos y medianos. Las características de la discapacidad en un país concreto están influidas por las tendencias en los problemas de salud y en los factores ambientales y de otra índole, como los accidentes de tráfico, las catástrofes naturales, los conflictos, los hábitos alimentarios y el abuso de sustancias.

Pero, además, se debe tener en cuenta, como se indica en el Libro Blanco del IMSERSO sobre Envejecimiento Activo22, que hoy las personas mayores son grandes usuarios de los servicios sanitarios (que, en general, suelen estar bastante satisfechos con ellos), que la atención primaria ocupa un lugar preferente tanto en la prevención como en la asistencia de las personas mayores y que las tasas de hospitalización aumentan conforme aumenta la edad, así como la duración de las estancias.

Salud y asistencia sanitaria en España en tiempos de pandemia covid-19

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