Читать книгу Globalización y digitalización del mercado de trabajo: propuestas para un empleo sostenible y decente - Lourdes Mella Méndez - Страница 22
III. COVID-19: LA PROFUNDIZACIÓN DE LAS TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO22
ОглавлениеCuando ya teníamos en avanzado borrador esta ponencia, la pandemia provocada por el COVID 19 ha determinado un nuevo contexto social, en el que se profundizan y aceleran nuevas transformaciones del trabajo, especialmente en la dimensión digital. Es que la propia emergencia sanitaria y la aparición de tecnologías más avanzadas (se habla de 5G y de tecnologías de 5.ª Generación) permiten que la actual situación se presente como el laboratorio perfecto para potenciar nuevas modalidades de trabajo –a partir de diversos instrumentos tecnológicos– que operan a nivel global.
En la nueva época que estamos viviendo, adquieren carta de ciudadanía las competencias para teletrabajar en contratación laboral de carácter normal, mientras que actividades tradicionales como la medicina, el comercio o el entretenimiento buscan nuevos espacios en la dimensión 5G.
Uno de los primeros efectos fue la promoción del teletrabajo a gran escala. Ya en el año 2009, en mi libro de La contratación atípica del trabajo me refería a las luces y a las sombras de esta modalidad laboral. Ha transcurrido una década desde la publicación del libro y hoy –en una sociedad con tecnologías más avanzadas y sumergida en una crisis imprevista– comprobamos que el teletrabajo ofrece ventajas, pero también complejidades y problemas, que no deben ocultarse.
Las ventajas son notorias, pues, a través de esta modalidad, hemos logrado mantener activas muchas tareas, que habrían sido imposibles de realizar en la cuarentena en que han quedado subsumidos nuestros países. Pero, también, es cierto que aparecen diversos problemas, entre los que se destacan:
a) La desconexión social del trabajador. Está de moda hoy la palabra “desconexión” al referirse al tiempo de trabajo. Es una palabra fonéticamente agradable, relativamente novedosa, con una carga protectora de los derechos del teletrabajador. Pero existe otra “desconexión” de la que no se habla. El teletrabajador a tiempo completo se “desconecta” con su entorno social. El ir y volver del trabajo, el compartir con los compañeros de labor una charla, un café; el enterarse del cumpleaños de quince de la hija del jefe o del noviazgo de fulano; el participar de una colecta solidaria en la oficina (y muchos podrían ser los etcéteras de esta lista) son los pequeños episodios que construyen nuestra subjetividad, nuestras emociones, nuestros vínculos con la comunidad que nos rodea. El teletrabajo (como decíamos en 2009, y con más conocimiento reafirmamos hoy) aísla, sustrae al individuo de su entorno, reduce sus vínculos relacionales, en otras palabras, quita al individuo la más humana de todas las condiciones: la comunicación presencial con “el otro”.
b) Las dificultades del trabajo en el hogar. En la gran mayoría de los casos los teletrabajadores operan desde sus casas, lo cual implica una reclusión domiciliaria por largos períodos sin la necesaria concentración en las propias tareas, alteradas por la interacción de todos los miembros de una familia: la pareja que nos interrumpe, los niños que lloran, el timbre de la puerta que interrumpe cualquier concentración. Trabajar uno o dos días en casa es bueno; trabajar toda la semana laboral recluido en el hogar puede tener graves efectos negativos: además de posibles accidentes domésticos, teletrabajar a tiempo completo está unido a diversas patologías, derivadas del uso prolongado de las pantallas de terminales. También se señalan riesgos de tipo psíquico, como la fatiga mental, las posiciones incómodas o problemas que pueden suscitarse en la vista; la angustia y depresión derivada del aislamiento; el estrés derivado de las exigencias de la labor y los ritmos exigidos por el empleador. Finalmente, una conectividad –muchas veces débil– dificulta toda tarea y desgasta al individuo.
c) La precarización del teletrabajo. En la pandemia hemos descubierto que técnicamente muchas actividades pueden realizarse extramuros de la empresa, sin grandes pérdidas en los resultados productivos del trabajo. Hoy comprobamos que actividades internas de la empresa pueden trasladarse al domicilio del trabajador. Pero ¿qué sucederá el día después? Probablemente, muchos empresarios concebirán nuevos emprendimientos construidos a partir de una fuerte apuesta por el teletrabajo, que en términos de costos laborales es un trabajo “más barato”: no hay que comprar escritorios, ni alquilar espacios físicos, ni cumplir con reglamentos higiénicos en la cocina y en los baños de la empresa. Las grandes consultoras de empleo comienzan a ofrecer planes de asesoramiento en la implementación del teletrabajo en tareas que habitualmente se realizaban en las oficinas de la empresa. En ese “teletrabajo a futuro” es fácil imaginar que muchos teletrabajadores serán contratados como trabajadores independientes, externos a la empresa y, por lo tanto, con menos derechos laborales. En efecto, le será difícil a un teletrabajador que actúe desde su casa con herramientas de trabajo propias (laptop, celular, conexión y servidor propios) probar un vínculo de dependencia con la empresa para quien presta sus servicios23.
La aceleración de los tiempos va dejando atrás la Industria 4.0, mientras aparecen en el horizonte los desafíos de nuevos niveles de tecnología, que impactan en las transformaciones del trabajo. Hemos ingresado –como ya indicáramos– en los tiempos de la 5G, es decir la “5 Generation” en materia de tecnologías de la comunicación. El camino recorrido comenzó obviamente con la 1G, es decir, la “vieja” red de los primeros celulares, aquellos que parecía ataúdes en miniatura y que solo nos permitían hablar. Luego pasamos a la 2G, que introdujo los mensajes SMS; la conexión 3G incorporó internet, transformando el celular en una verdadera computadora. Con la 4G comenzamos a ver películas y partidos de futbol on-line (streaming) en la pequeña pantalla y a usar las más modernas aplicaciones.
Las redes móviles 5G multiplican la capacidad y rapidez de las vías de la información, amplían los espacios de la llamada “banda ancha” y mejoran el “internet de las cosas”, o sea, la posibilidad de que objetos comunes de nuestra vida cotidiana –desde la heladera al automóvil– puedan interconectarse en tiempo real, sin nuestra intervención. La conectividad 5G significa un cambio profundo, que permite conexiones 100 veces más rápidas que la actual red 4G.
Como lo vienen haciendo implacablemente, las transformaciones tecnológicas seguirán impactando sobre el trabajo. Los expertos opinan que, en el 2025, el 50% de las ocupaciones que hoy conocemos, se habrán transformado en función de las nuevas tecnologías. El trabajo, las tareas, los servicios y los bienes seguirán existiendo, pero se producirán de forma distinta.
El trabajo ya no será un lugar o un tiempo, sino una tarea. ¿Qué significa la afirmación? Un ejemplo podrían explicarlo las denominadas “zonas francas” –en las que se realizan intercambios comerciales, sin aranceles fiscales– que hoy están aisladas en predios predeterminados. Entiendo que las zonas francas como “lugar” desaparecerán, para transformarse en “tareas” de zona franca. Esto ya está ocurriendo en Uruguay, donde al comienzo de la emergencia sanitaria el Gobierno aprobó una Resolución específica que permite realizar las tareas de zona franca a través de teletrabajo, es decir, desde la propia casa, sin necesidad de operar en el “lugar” geográfico delimitado como zona franca. La tarea ha sustituido la locación.
La 5G desplaza el trabajo no solo en áreas como la informática, las matemáticas, la ingeniería, sino que se proyecta a la medicina, la educación, la comercialización de los bienes. Nuevas oportunidades laborales aparecerán en la nanomedicina, mientras programadores de realidad virtual nos permitirán disfrutar de las bellezas de otros países, sin necesidad de desplazarnos.
Mientras tanto, muchos trabajos tradicionales cambiarán bajo el impacto de una realidad 5G: la medicina (y parte de los sistemas de cuidados y de asistencia a la salud) obrarán a distancia24, así como lo harán otros servicios como la educación, la formación profesional o el transporte, que requerirá menos chóferes y más operadores de drones.
Lo que importa también destacar es la extraña coincidencia entre la pandemia y la revolución 5G. Ningún programador o “inventor” de las nuevas tecnologías hubiera imaginado un laboratorio de experimentación tan perfecto para las nuevas modalidades de trabajo a distancia. Hoy el mundo “en cuarentena” obliga a un acelerado desarrollo de nuevas tecnologías, que avanzan –como la telemedicina o la tele-enseñanza– bajo la presión a que obliga la emergencia sanitaria.
También el avance de las tecnologías significará un mayor control de la vida de los trabajadores: todos nosotros estaremos interconectados por internet, descargando a lo largo del día nuestras emociones, nuestros éxitos y nuestros fracasos en los big-data. A mayores, tecnologías habrá mayor distancia entre trabajadores formados y no formados, entre trabajadores jóvenes y adultos, entre trabajadores subordinados y autónomos.